Uno de los destinos que está creciendo en estos momentos en Filipinas es la costa de Donsol y alrededores. Sobretodo en los meses de enero, febrero, marzo y abril. Esto se debe a que, además del atractivo de tener el volcán más bonito de Filipinas (y uno de los más peligrosos del mundo) y contar con preciosas iglesias barrocas de piedra volcánica, de buenas playas y de la picante gastronomía bicolana, Donsol ofrece hacer snorkel con tiburones ballena, una de las actividades más originales y a la vez sencillas que hacer en Filipinas.
Los bajos precios son otro factor decisivo para que todo el mundo pueda acceder a esta zona. Por algo menos de 50 euros (2500 PHP) la noche se encuentran habitaciones para cuatro en hoteles de calidad media, con piscina, restaurantes decentes y primera línea de playa. Nosotros fuimos al Vitton Beach Resort, por recomendación de unos amigos que habían estado el fin de semana anterior. Lo bueno de este hotel es que está literalmente pegado a la oficina local del centro de visitas, por lo que es comodísimo para las salidas para el snorkel. Su piscina tiene unas vistas increíbles al mar y su barecito y restaurante son muy agradables y con comida de calidad media. Si sois cuatro, dispone de numerosas habitaciones que dan al mar, con lo que podréis dormir al son de las olas.
Aterrizamos en el pequeño aeropuerto de Legazpi, a los pies del gigantesco y perfecto volcán Mayon. En bicolano (la lengua local), su nombre deriva del vocablo "magayon" que quiere decir belleza. Y en efecto, el Mayon es hipnóticamente bello y aparentemente sereno, con su permanente columna de humo saliendo del altísimo cráter a 2462 metros de altura. Sin embargo, no os dejéis engañar: se trata de uno de los volcanes más peligrosos del mundo, con más de 15 fuertes explosiones desde 1900, con muchísimos muertos a cuestas.
Rápidamente tomamos un taxi y nos dirigimos hacia Donsol, en la costa de Sorsogon, a una hora de Legazpi. Allí nos quedaríamos en el Vitton. Una vez instalados nos fuimos a su bello restaurante, sin ventanas y decorado de forma sencilla pero con gusto. La carta dispone de varios platos de comida filipina e internacional, con un apartado para la gastronomía bicolana, que personalmente tenía ganas de disfrutar. Por supuesto, el famoso Bicol exprés tenía su sitio allí. El plato por excelencia de la región consiste en trozos de cerdo con gambitas, ajo, cebolla y sili, el tradicional pimiento picante rojo bicolano, todo cocinado en leche de coco. La comida de Bicol es curiosa por ser la única picante en Filipinas y de las pocas que usa la leche de coco. De ahí que sea tan conocida en el país. Otra opción bicolana es es pinangat natong, unas verduras que crecen en las faldas del Mayon y que se cocinan también con leche de coco. Aunque una de las favoritas es el "cocido", una sopa de atún con verduras, hortalizas y picante bicolano que sabe a gloria, sobretodo acompañada de arroz de ajo.
Además de la comida bicolana, el restaurante cuenta como dije con platos de la gastronomía filipina en general. Recomiendo encarecidamente las gambas (siempre frescas, baratas y deliciosas), el filete de atún a la parrilla con cebolla caramelizada así como el kilawin, el famoso ceviche filipino, que aquí lo hacen, como no, con trozos de atún fresco, delicioso.
La piscina es muy bonita, por estar situada justo al lado del mar, rodeada de palmeras y con unas vistas preciosas. Esa misma tarde, al anochecer, tomamos un tricycle y nos dirigimos hacia el centro de Donsol para tomar una barquita que nos lleva río Dancalan arriba para ver las luciérnagas. En mitad de una noche con luna llena y algunas nubes enfilamos hacia zonas más oscuras y de pronto apareció una palmera llena de lo que parecían lucecitas de navidad. Las pequeñas luciérnagas iluminaban las ramas y hojas de forma simultánea. En uno de los arbustos, el guía sacudió algo la planta y cayeron un montón de luciérnagas que una amiga se ponía en la mano para mostrárnoslas. Es curioso ver estos pequeños escarabajos con una bola luminosa en la barriga. Las luciérnagas son animales que toleran muy mal la contaminación Por eso, la gente de ciudad no estamos habituada a disfrutar de estos curiosos animales. El viento fresco nos refrescaba la cara mientras las palmeras hacían crujir sus palmas suavemente.
Al día siguiente madrugamos para hacer el esperado snorkel con los tiburones ballena que por estas fechas recalan en Donsol. No sin antes comernos un buen desayuno filipino: café, zumo de mango, arroz de ajo, huevo frito y, en este caso, longanissa de Donsol, pequeñitas, rojas y dulces. Tras ver un vídeo explicativo en el centro turístico y pagar las correspondientes tasas, nos subimos a la tradicional bangka motorizada a recorrer la bahía en busca de unos de los peces más grandes del mundo. Los butanding (nombre bicolano) son peces herbívoros de gran tamaño, casi 13 metros de largo, con forma de tiburón y pequeños puntitos blancos alrededor de su cuerpo. Su gran boca puede asustar pero no tiene apenas dientes.
Teníamos que estar listos con las aletas y las gafas para lanzarnos en cuanto nos dieran la orden pero, tras cuatro horas de rastreo, los kuyas se dieron por vencidos. Tuvimos la mala suerte que ese día la madre naturaleza no acercó a ningún butanding a la superficie. Ahora bien, entendimos perfectamente el porque de la variedad y calidad de los platos a base de atún. Estos peces saltaban de forma impactante en diferentes bancos a lo largo de la bahía mientras la recorríamos con la banka en búsqueda de los butanding.
Lo bueno fue que nos hizo solecito, temperaturas agradables y sobretodo, el precioso paisaje de miles de palmeras cocoteras con el impresionante monte Mayon de fondo. Me recordó muchísimo a la película de King Kong.
Tras la mañana navegando teníamos muchísima hambre así que volvimos al restaurante. Tras saciarnos, nada mejor que tumbarse en la piscina y relajarse con el sonido del mar, las palmeras y los colores del cielo. Al día siguiente madrugamos de nuevo para visitar algunas de las iglesias que hay por la zona. Contratamos un taxi para toda la mañana. Paramos primero en la iglesia de Daraga, de estilo barroco colonial y hecha con piedra volcánica. Lástima que estaba nublado puesto que las vistas del monte Mayon desde aquí son francamente impresionantes. 8 kilómetros más allá de Legazpi se encuentran las ruinas de Cagsawa, un campanario de piedra negra lleno de vegetación, rodeado por las ruinas de la vieja iglesia derruida por una explosión del Mayon en 1814. 1200 personas que buscaron refugio aquí justo después de la explosión murieron enterradas vivas. Es bastante curioso, especialmente por las preciosas vistas del volcán, las palmeras cocoteras y los campos de arroz.
Hay dos pequeñas piscinas bastante aceptables en uno de los lados por si queremos refrescarnos. Al otro se agolpan una enorme cantidad de tiendecitas de orquídeas, artesanía bicolana de cestería, productos a base de las famosas nueces Pili (típicas de la región), souvenirs, cocos... Por cierto, cocos de gran calidad, con mucha agua de coco en su interior y pulpa suave. La verdad es que vale la pena dedicar una hora a pasear por estos puestos. Los productos artesanales son realmente buenos y bonitos, y los precios son de auténtica risa. Quedaréis estupendamente con familia y amigos por casi nada.
El viaje acabó en Albay, el distrito más bullicioso de Legazpi, donde se concentran los negocios y los restaurantes más aceptables. Elegimos el Small Talk Café, en Doña Aurora Street (perpendicular a la National Highway). Las guías y periódicos hablan de este pequeño restaurante por su innovación al fusionar comida italiana y bicolana. Parece difícil mezclar los platos de Italia con ingredientes como el chile y la leche de coco así como los diferentes procesos. Pero en efecto, aquí podremos pedir el Bicol exprés en pasta, sandwiches rebozados rellenos de pinangat (vegetales en leche de coco) o pizzas bicolanas. Y por supuesto sus deliciosos postres con las famosas nueces Pili por todo lado, ya sea en la tarta o en el bizcocho de ron.
En fin, muchas cosas me dejo que ver en Bicol, no sólo los butanding sino también otras atracciones como la famosa playa de arena rosa, el snorkel con rayas-manta y las rutas ciclistas por el monte Mayon. Espero poder volver en un tiempo y tener más suerte con la madre naturaleza...
Aterrizamos en el pequeño aeropuerto de Legazpi, a los pies del gigantesco y perfecto volcán Mayon. En bicolano (la lengua local), su nombre deriva del vocablo "magayon" que quiere decir belleza. Y en efecto, el Mayon es hipnóticamente bello y aparentemente sereno, con su permanente columna de humo saliendo del altísimo cráter a 2462 metros de altura. Sin embargo, no os dejéis engañar: se trata de uno de los volcanes más peligrosos del mundo, con más de 15 fuertes explosiones desde 1900, con muchísimos muertos a cuestas.
Rápidamente tomamos un taxi y nos dirigimos hacia Donsol, en la costa de Sorsogon, a una hora de Legazpi. Allí nos quedaríamos en el Vitton. Una vez instalados nos fuimos a su bello restaurante, sin ventanas y decorado de forma sencilla pero con gusto. La carta dispone de varios platos de comida filipina e internacional, con un apartado para la gastronomía bicolana, que personalmente tenía ganas de disfrutar. Por supuesto, el famoso Bicol exprés tenía su sitio allí. El plato por excelencia de la región consiste en trozos de cerdo con gambitas, ajo, cebolla y sili, el tradicional pimiento picante rojo bicolano, todo cocinado en leche de coco. La comida de Bicol es curiosa por ser la única picante en Filipinas y de las pocas que usa la leche de coco. De ahí que sea tan conocida en el país. Otra opción bicolana es es pinangat natong, unas verduras que crecen en las faldas del Mayon y que se cocinan también con leche de coco. Aunque una de las favoritas es el "cocido", una sopa de atún con verduras, hortalizas y picante bicolano que sabe a gloria, sobretodo acompañada de arroz de ajo.
Además de la comida bicolana, el restaurante cuenta como dije con platos de la gastronomía filipina en general. Recomiendo encarecidamente las gambas (siempre frescas, baratas y deliciosas), el filete de atún a la parrilla con cebolla caramelizada así como el kilawin, el famoso ceviche filipino, que aquí lo hacen, como no, con trozos de atún fresco, delicioso.
La piscina es muy bonita, por estar situada justo al lado del mar, rodeada de palmeras y con unas vistas preciosas. Esa misma tarde, al anochecer, tomamos un tricycle y nos dirigimos hacia el centro de Donsol para tomar una barquita que nos lleva río Dancalan arriba para ver las luciérnagas. En mitad de una noche con luna llena y algunas nubes enfilamos hacia zonas más oscuras y de pronto apareció una palmera llena de lo que parecían lucecitas de navidad. Las pequeñas luciérnagas iluminaban las ramas y hojas de forma simultánea. En uno de los arbustos, el guía sacudió algo la planta y cayeron un montón de luciérnagas que una amiga se ponía en la mano para mostrárnoslas. Es curioso ver estos pequeños escarabajos con una bola luminosa en la barriga. Las luciérnagas son animales que toleran muy mal la contaminación Por eso, la gente de ciudad no estamos habituada a disfrutar de estos curiosos animales. El viento fresco nos refrescaba la cara mientras las palmeras hacían crujir sus palmas suavemente.
Al día siguiente madrugamos para hacer el esperado snorkel con los tiburones ballena que por estas fechas recalan en Donsol. No sin antes comernos un buen desayuno filipino: café, zumo de mango, arroz de ajo, huevo frito y, en este caso, longanissa de Donsol, pequeñitas, rojas y dulces. Tras ver un vídeo explicativo en el centro turístico y pagar las correspondientes tasas, nos subimos a la tradicional bangka motorizada a recorrer la bahía en busca de unos de los peces más grandes del mundo. Los butanding (nombre bicolano) son peces herbívoros de gran tamaño, casi 13 metros de largo, con forma de tiburón y pequeños puntitos blancos alrededor de su cuerpo. Su gran boca puede asustar pero no tiene apenas dientes.
Teníamos que estar listos con las aletas y las gafas para lanzarnos en cuanto nos dieran la orden pero, tras cuatro horas de rastreo, los kuyas se dieron por vencidos. Tuvimos la mala suerte que ese día la madre naturaleza no acercó a ningún butanding a la superficie. Ahora bien, entendimos perfectamente el porque de la variedad y calidad de los platos a base de atún. Estos peces saltaban de forma impactante en diferentes bancos a lo largo de la bahía mientras la recorríamos con la banka en búsqueda de los butanding.
Lo bueno fue que nos hizo solecito, temperaturas agradables y sobretodo, el precioso paisaje de miles de palmeras cocoteras con el impresionante monte Mayon de fondo. Me recordó muchísimo a la película de King Kong.
Tras la mañana navegando teníamos muchísima hambre así que volvimos al restaurante. Tras saciarnos, nada mejor que tumbarse en la piscina y relajarse con el sonido del mar, las palmeras y los colores del cielo. Al día siguiente madrugamos de nuevo para visitar algunas de las iglesias que hay por la zona. Contratamos un taxi para toda la mañana. Paramos primero en la iglesia de Daraga, de estilo barroco colonial y hecha con piedra volcánica. Lástima que estaba nublado puesto que las vistas del monte Mayon desde aquí son francamente impresionantes. 8 kilómetros más allá de Legazpi se encuentran las ruinas de Cagsawa, un campanario de piedra negra lleno de vegetación, rodeado por las ruinas de la vieja iglesia derruida por una explosión del Mayon en 1814. 1200 personas que buscaron refugio aquí justo después de la explosión murieron enterradas vivas. Es bastante curioso, especialmente por las preciosas vistas del volcán, las palmeras cocoteras y los campos de arroz.
Hay dos pequeñas piscinas bastante aceptables en uno de los lados por si queremos refrescarnos. Al otro se agolpan una enorme cantidad de tiendecitas de orquídeas, artesanía bicolana de cestería, productos a base de las famosas nueces Pili (típicas de la región), souvenirs, cocos... Por cierto, cocos de gran calidad, con mucha agua de coco en su interior y pulpa suave. La verdad es que vale la pena dedicar una hora a pasear por estos puestos. Los productos artesanales son realmente buenos y bonitos, y los precios son de auténtica risa. Quedaréis estupendamente con familia y amigos por casi nada.
El viaje acabó en Albay, el distrito más bullicioso de Legazpi, donde se concentran los negocios y los restaurantes más aceptables. Elegimos el Small Talk Café, en Doña Aurora Street (perpendicular a la National Highway). Las guías y periódicos hablan de este pequeño restaurante por su innovación al fusionar comida italiana y bicolana. Parece difícil mezclar los platos de Italia con ingredientes como el chile y la leche de coco así como los diferentes procesos. Pero en efecto, aquí podremos pedir el Bicol exprés en pasta, sandwiches rebozados rellenos de pinangat (vegetales en leche de coco) o pizzas bicolanas. Y por supuesto sus deliciosos postres con las famosas nueces Pili por todo lado, ya sea en la tarta o en el bizcocho de ron.
En fin, muchas cosas me dejo que ver en Bicol, no sólo los butanding sino también otras atracciones como la famosa playa de arena rosa, el snorkel con rayas-manta y las rutas ciclistas por el monte Mayon. Espero poder volver en un tiempo y tener más suerte con la madre naturaleza...
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