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dijous, 6 d’octubre del 2016

El sureste de Sicilia

Una villa romana

En mi viaje a Sicilia el pasado junio, cometí el inmenso error de olvidar que estaba en la isla más grande del Mediterráneo. Por eso calculé mal los tiempos y pasamos demasiado tiempo en la carretera. Aún así, pudimos visitar algunos de los puntos más interesantes de la isla, especialmente tres patrimonios de la humanidad.

Empezamos por un punto central en la isla, Piazza Armerina, una insulsa ciudad media con calles a cuestas que cuenta con la villa romana de Casale, una de las villas más suntuosas del antiguo Imperio romano. La economía agraria del Imperio se fundamentaba en gran parte en las vastas haciendas cuyo centro de poder eran las villas. Esta villa, construida en el siglo IV, cuenta con mosaicos de gran calidad que aún hoy ornamentan casi todas las habitaciones. Para la UNESCO, se trata de los mosaicos más bellos del Imperio romano que aún se conservan in situ hoy en día. Milagrosamente, una inundación cubrió de barro los mosaicos hace siglos lo cual creó una capa protectora que permitió conservarlos hasta nuestros días.

Como los tejados se derrumbaron hace siglos, se han instalado diferentes estructuras metálicas que cubren la villa, protegiéndola de los fenómenos meteorológicos así como de animales y plantas. La vista empieza por el claustro de entrada, del que solo quedan algunos mosaicos en el suelo representando animales y los muretes alrededor. Tanto las columnas como los techos desparecieron. Después de accede al pasillo de entrada, y desde allí se ven las diversas estancias del espectacular complejo termal, donde destacan el gran corredor dedicado a los ejercicios de interior, con un espectacular mosaico representando el Circo Máximo de Roma en una carrera de cuadrigas. Después le siguen los pasillos donde se daban masajes hasta llegar a la enorme sala octogonal con baños y una piscina, decorada con mosaicos de motivos marinos. También se mantienen las saunas con la estructura subterránea donde se ponía la leña en el sistema de caldeamiento.

El gigantesco patio interior ajardinado sirve como distribuidor de estancias, con enromes comedores de verano e invierno decorados con bellas escenas de caza, así como los diferentes dormitorios y salas de trabajo. Especialmente bello es el mosaico con la escena de las chicas en biquini, donde diversas mujeres vestidas en estas prendas se representan practicando los más diversos ejercicios. Sin embargo, el mejor mosaico de lejos es el que cubre el gigantesco corredor, de 65 metros de largo, en el que se cuenta la historia de una caza de animales salvajes en África que luego se trasladan por barco hasta Roma para los espectáculos del coliseo. Este mosaico servía para que el señor de la casa que lo mandó construir pudiera explicar a sus visitas esta aventura que tuvo en la realidad. Sería una especie de foto de gran formato o incluso un vídeo de la época actual. A lo largo de este pasillo se encuentran diversas salas con forma de basílica y comedores de gala usados por el señor de la villa para recibir invitados o despachar los asuntos de la gestión de la hacienda con los agricultores de la misma. En uno de los comedores de gala me encantó el mosaico que cuenta el mito de Galatea y Polifemo.

Esta espectacular villa tuvo que ser propiedad de algún senador del Imperio o incluso algún hijo de emperador debido a su magnificencia. A la salida, nos compramos unos arancini, unas croquetas redondas de pasta de arroz rellenas de ragú típicas de Sicilia. Satisfechos, seguimos la ruta hacia Siracusa, donde pasaríamos la noche.

Siracusa

Llegamos a la bella ciudad barroca por la tarde, donde tuvimos que dar varias vueltas hasta conseguir un lugar donde aparcar el coche. Habíamos alquilado un apartamento justo en la plaza del Duomo, en pleno casco histórico de esta bellísima ciudad. Siracusa rivalizó con Atenas en poder y prestigio. Cicerón la describe como la ciudad más bella del mundo antiguo. Arquímedes nació aquí y aquí vivieron también Platón y Tito Livio. La parte antigua se le conoce como Ortygia, y está situada en una especie de isla. Empezamos el paseo por el comercial corso Giacomo Matteotti, por las ruinas del templo de Apolo hasta llegar a la fontana di Artemide. Artemisa fue una diosa muy popular en el culto de los siracusanos. Los terremotos y guerras que asolaron la ciudad a través de los siglos han dejado su aspecto actual, fundamentalmente heredero de la reforma urbana barroca del siglo XVIII.

La catedral está donde se alzaba el antiguo templo griego a Atenea, del siglo V aC, que fue transformado en templo católico varios siglos después. Aún se ven los grandes pilares dóricos incrustados en los muros de la catedral. Siracusa, fundada por colonos griegos llegados de Corinto, es un ejemplo único de la evolución de la civilización mediterránea a lo largo de tres milenios. Pasear por sus calles al anochecer es una auténtica delicia, con las bellas fachadas de los palacios y edificios barrocos alzándose en sus estrechos callejones y ropa colgando en muchos de ellos, desprendiendo deliciosos olores a jabón de Marsella. Numerosos restaurantes, galerías de arte, cafés y vinotecas ocupan los bajos y muchos patios son ahora terrazas de estos locales. Los turistas se mezclan con los habitantes locales de forma armoniosa. La ciudad es una buena muestra de porque medio mundo se enamora de Italia y sus ciudades. Fuimos también a pasear a lo largo del mar, observando los megayates que estaban atracados en el puerto mientras se ponía el sol.

Esa noche aprovechando que teníamos coche, salimos de fiesta a uno de los lidos que pueblan la costa sur de Catania. Los lidos son como discotecas al aire libre al lado del mar que abren los meses que hace buen tiempo. Toda una experiencia.

Noto

Al día siguiente retomamos el coche rumbo a Noto, una de las ocho ciudades que fueron arrasadas después del gran terremoto de 1693. La reconstrucción de todas ellas se caracterizó por el alto nivel de las obras arquitectónicas y artísticas realizadas. Los edificios son todos del estilo barroco tardío imperante de la época lo que les da una gran homogeneidad. Numerosas innovaciones en técnicas de construcción y en urbanismo crearon ciudades únicas. Las zonas barrocas de las ocho son consideradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Nosotros solo teníamos tiempo para una, y aún así nos perdimos por las curvas carreteras de montaña que llevan hasta la ciudad. Pero llegamos. La leyenda cuenta que Noto fue donde Hércules se paró a descansar tras su séptimo trabajo. La reconstrucción de Noto, se planeó sobre un moderno sistema de cuadrícula donde los mejores maestros del barroco siciliano contribuyeron con diferentes edificios creando un conjunto monumental. Muchos llamaron a la nueva Noto como "jardín de piedra" por el uso de una piedra de toba muy suave.

Entramos por la elegante puerta real de Noto, que encabeza el corso Vittorio Emanuele. Caminando un poco llegas hasta las escalinatas de la iglesia de San Francisco que se quedan pequeñas cuando lleguemos a las gigantescas de la catedral, recientemente restaurada. Frente a la catedral se encuentra el palacio del ayuntamiento. Siguiendo caminando y pasando otra plaza arbolada se llega hasta la iglesia de Santo Domingo, con una deliciosa fachada curvilínea, cumbre del barroco tardío. Frente a ella se encuentra el Teatro, otra muestra más, por dentro y por fuera, de la enorme riqueza de la ciudad de Noto. Seguimos paseando por las calles de Noto hasta que el calor y el cansancio nos llevaron a sentarnos en una terraza frente a la balaustrada de la iglesia de San Francisco. Pedimos unos calamares en su tinta en la trattoria Al Buco y una pasta negra de mariscos muy rica. De postre fuimos a una heladería artesanal donde metimos dos bolas de helado artesano de pistacho y stracciatella entre un bollo de pan dulce abierto.

De ahí nos fuimos a descansar a una playa cercana y cuando nos dimos cuenta y calculamos la distancia a la que estábamos de Scopello, tuvimos que descartar nuestra visita a Agrigento... una lástima. Llegar de vuelta a Scopello fue toda una aventura que os ahorraré. Eso sí, los paisajes rurales del centro de Sicilia son simplemente espectaculares, sobretodo con los tonos anaranjados de la caída del sol. Además de los que nos dejamos por ver en el noroesste de la isla, nos quedamos decenas de cosas pendientes del resto de la isla: el Etna, Catania, Taormina, las islas Eolias, Módica, Ragusa, Agrigento... 

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