Medallo
Medellín, o "Medallo", como le llaman los paisas,la ciudad de la eterna primavera, fue la que me dio la bienvenida a Colombia. Y la verdad es que me encantó. Situada en un valle en mitad de la cordillera de los Andes, Medellín es una ciudad dinámica, con una gran oferta cultural, de restauración y de ocio. Medellín es la segunda ciudad de Colombia, pero la primera en innovación, amabilidad y clima. Por eso opté por entrar a descubrir este fascinante país por aquí. Y no me equivoqué.
El valle lo atraviesa el río Medellín, del mismo nombre, y 53 afluentes descienden las montañas hasta llegar a él, creando muchas quebradas que la ciudad ha transformado en frondosos parques tropicales. Yo me quedé al lado de uno del ellos: el parque de la Presidenta, atravesado por un caudaloso afluente con cascadas con cuyo sonido me dormí las cuatro noches que pasé en la capital antioqueña.
Opté por el hotel Dann Carlton Medellín, cómodo y bien situado en el Poblado. Quizá hay algo de ruido tanto por el río que pasa al lado con fuerza (ventanas climalite ayudarían), pero las vistas y la comodidad de la cama compensan. El desayuno está bueno y es bastante completo, pero no es el que uno espera de un hotel de cinco estrellas, ni por variedad ni por calidad. Cuenta con una piscina y gimnasio agradables, aunque al gimnasio le vendría bien una reformita.
El Poblado
Por tanto, me quedé en el Poblado, uno de los lugares donde más abunda la vegetación, con calles arboladas frecuentes y bellos parques creados por el gobierno municipal como herramienta para restablecer la confianza entre los ciudadanos y construir una paz sólida y duradera. Por ejemplo, el propio parque de La Presidenta, al lado de mi hotel, muy agradable con su cascada, o el parque de la bailarina, con unas preciosas vistas de la ciudad desde su mirador y una infinidad de árboles frutales.
El Poblado también es relevante porque fue aquí donde primero intentaron instalarse los españoles cuando llegaron a estas tierras. Sin embargo, debido a los problemas de convivencia con los nativos, acabaron trasladándose unos kilómetros más lejos, donde se fundó Medellín. En cualquier caso, el Poblado pasó de ser un lugar de haciendas al barrio más exclusivo de la ciudad a mediados de siglo XX. Se cree que sus primeros pobladores fueron judíos huyendo de la Inquisición. El hecho de que los pobladores de esta región cultivaran ellos mismos la tierra y fueran autosuficientes hizo de los paisas muy diferentes al resto de Colombia, donde las tierras las cultivaban esclavos traídos de África.Para los foodies, el Poblado es el paraíso, empezando por la heladería "Amor-acuyá", que sirve helados de calidad con toque tropical. A esta vine recomendado por mi guía en el free tour de Poblado y la verdad es que me encantó. Amor-acuyá es el propio sabor imperdible que aúna el toque dulce y áspero de la fruta de la pasión con nata y un chocolate blanco colombiano con un 65% de cacao, que mezcla en una misma cucharada lo mejor de lo dulce y lo amargo. Quedó en el podio de los tres mejores helados del mundo hace unos años. Además, tienen otros sabores e incluso helados veganos con leche de coco que están riquísimos.
Otro sitio imperdible es el Kai Restaurant, un vegetariano con opciones súper sabrosas del chef Barrientos. Nosotros pedimos un hummus de remolacha que venía acompañado de cítricos y otros vegetales seguido de un bol con arroz trufado y muchas otras verduras y legumbres deliciosamente preparadas. Para beber pedimos un kombutcha casero delicioso y de postre una torta de la casa con mantequilla de cacahuete y chocolate. Servicio de 10 y los ingredientes de primera.
Pero sin duda, si hay un restaurante al que ir si o si es Carmen, una joya gastronómica. No por casualidad es uno de los 50 mejores restaurantes en América Latina. Excelente ambiente y comida. Además de contar con un servicio súper amable y rápido. Pedí su exquisito ajiaco a base de delicioso pollo orgánico frito con una original crema de patatas de los Andes cubierta de especias, acompañada de huascas y maíz nativo. Y de postre el sabroso 7 leches: una pequeña tarta de suero de búfalo, leche de coco, nueces y haba tonka, acompañada de helado de yogurt ahumado y un miguelucho. Una pena que no volví a probar otras exquisiteces de su menú. Reservad con unos días de antelación.
En Poblado también hay mucha fiesta, especialmente a lo largo de calle 10, en barrio Provenza o en el parque Lleras. No podía ser de otra manera en la ciudad natal de Maluma, Juanes, J Balvin o Sebastián Yatra.
Finalmente, a los que os guste la moda de calidad y el diseño, pero no os guste dejaros el sueldo en ello, Poblado es un sitio perfecto para hacer algunas compras. Las mejores marcas de moda de Colombia (y de Iberoamérica) son de Medellín, famosa por sus diseñadores e industria. La mayoría de marcas locales cuenta con boutiques en carrera 37 (conocida como Vía Primavera) harán las delicias de todo el que aprecie la moda y complementos de diseño con materiales de alta calidad y precios razonables (gracias al cambio del peso al euro).
Centro
Pero si es Poblado si barrio más inn, el origen de la ciudad se encuentran en el parque de Berrío, con iglesias barrocas que me recordaron mucho a las de Rio de Janeiro. Medellín se fundó con el nombre de una población ya existente en Extremadura (España) por Don Pedro Porto Carrero y Luna, conde de Medellín y presidente del Consejo de Indias de España, pese a que colonos ingleses posteriores intentaron cambiarle el nombre por el de New London (sin éxito). La ciudad, pese a fundarse 1616, no fue hasta principios del siglo XX cuando vivió un auténtico boom gracias a la inauguración del ferrocarril y al auge de exportaciones del café y de minerales. Con esas ganancias, la incipiente burguesía local invirtió en industrias textiles que aceleraron el crecimiento de Medellín y la llenaron de altos edificios art-decó, grandes almacenes, hoteles, cines y teatros.
Sin embargo, en los años 80, la ciudad se sumió en una espiral de violencia, drogas y corrupción por culpa principalmente de un hombre: Pablo Escobar, finalmente tiroteado por la policía en 1993 mientras trataba de huir. Durante los 80 y parte de los 90, Medellín pasó a ser la capital mundial del tráfico de la cocaína y por tanto, la ciudad más peligrosa del mundo. El turismo desapareció.Sin embargo, esta terrible era llegó a su fin, y para celebrarlo, el artista local, Fernando Botero, regaló a la ciudad la icónica escultura de su paloma de la paz. Sin embargo, en 1995, durante un festival de música en el parque de San Antonio, un terrorista lanzó una bomba en una mochila bajo la estatua, matando a 28 personas e hiriendo a más de 200. Fue entonces cuando los habitantes de Medellín se dieron cuenta que Escobar no era la única persona que había estado tras los años oscuros de la ciudad.
La estatua quedó destrozada (y así sigue para recordar el terrible acto). Al lado se puso un cartel con la portada del periódico "El Colombiano" en grande para recordar este hecho. Además, Botero hizo una nueva estatua que también se colocó al lado de la destrozada, como símbolo de la resiliencia del pueblo de Medellín. Son muchas otras las estatuas callejeras del artista, tanto en esta plaza, como en la plazoleta de las esculturas frente al Museo de Antioquia. Es una pasada disfrutar gratis de tremendas obras de arte. Uno de los legados de la época de violencia y ajustes de cuentas son las imágenes de la Virgen de la Candelaria que hay en muchos parques y en cada estación de metro, colocadas por ser el único elemento que respetaban los narcos: donde había presencia de la Madre de Dios, respetaban ese espacio y no ponían bombas ni usaban armas.
En las callejuelas del centro uno encuentra vendedores ambulantes con todo tipo de frutas tropicales así como jugo de caña fresco con limón: delicioso. Pero tampoco podemos perdernos locales icónicos, como la casi centenaria pastelería Astor, en la calle Junín, fundada por un suizo que se mudó a la ciudad en 1930 y que ofrece los mejores chocolates y pasteles de la ciudad, destacando sus "morritos": unos bizcochitos cuadrados recubiertos de chocolate y con formas de animales.Precisamente la calle Junín, ahora bastante decadente, fue la calle de moda de la ciudad, donde los grandes teatros y cafés reunían a la juventud de los años cuarenta y cincuenta para encontrarse y divertirse. Parte de esa grandeza aún se puede percibir en la pastelería Astor, precisamente. Aún hoy, las abuelas traen a sus nietos a merendar aquí, recordando los años en los que ellas venían cuando eran jóvenes.
El centro de Medellín también cuenta con una moderna zona de edificios gubernamentales donde se mezclan los estilos brutalista y contemporáneo. Del brutalismo, la gobernación de Antioquia, gigantesca mole de cemento gris, destaca junto con el retorcido e impresionante monumento a la raza. De lo contemporáneo, el llamado edificio de los palitos amarillos, el rascacielos que alberga las oficinas de la alcaldía de Medellín. Frente al mismo encontramos la llama eterna a la memoria de los periodistas asesinados en la región por decir la verdad, lista cuya placa aún tiene espacios vacíos porque las muertes siguen, por desgracia. O el parque de los pies descalzos, una de las primeras iniciativas para hacer la ciudad más amigable, donde poder caminar descalzo por arena, agua y finalmente, un calmado bosque de bambús: todo en mitad de la agitada ciudad.
Otro barrio icónico es Miraflores, con su elegante plazuela de San Ignacio, donde viejecitos juegan al dominó mientras la bella fachada barroca de la iglesia los mira. No muy lejos se encuentra la Placita de Flórez, el famoso mercado de flores, mascotas, plantas y también alimentos de la ciudad. No muy lejos también está el Museo Casa de la Memoria, un pequeño y moderno centro en el que aprender más sobre el origen histórico y geopolítico de los conflictos que tanto sufrimiento han causado a la ciudad: narcotráfico, guerrillas, paramilitares, violencia estatal, asesinatos a periodistas y líderes sociales, corrupción... la memoria de los miles de desaparecidos sigue presente. Lo más desgarrador son los vídeos de las víctimas a tamaño real con sus vivencias. Tuve la suerte de visitar el museo el 9 de abril, día nacional para la memoria y solidaridad con las víctimas del conflicto armado. Por ello, en el patio del museo, además de venderse todo tipo de productos artesanales realizados por antiguos guerrilleros ahora reinsertados en la sociedad, también habían reuniones de familiares de desaparecidos (miles de colombianos siguen desaparecidos. la mayoría a causa del ejército y policías colombianas). Los familiares siguen pidiendo respuestas.
Comuna 13
Pero si hay un lugar donde apreciar de verdad el gran cambio urbanístico de la ciudad para dejar atrás sus años de plomo, ese es Comuna 13, uno de los barrios más peligrosos del mundo hasta hace unas décadas. Llena de guerrillas, traficantes de droga y paramilitares, la Comuna 13 era un lugar al que los ajenos al barrio no podían poner un pie, a riesgo de recibir un balazo. Para resolver esta situación, el Estado colombiano utilizó la violencia como remedio, con operaciones militares y policiales, en la que destaca la terrible "Operación Orión" en 2002, cuando las fuerzas de seguridad, con el apoyo de paramilitares, barrieron el barrio durante dos días ejecutando allí mismo a más de 200 personas. Si bien es cierto que ello acabó con la presencia de las guerrillas de las FARC y el ELN, la violencia siguió incrustada en el barro, pues a las guerrillas les sustituyeron bandas menores de narcotraficantes, igualmente violentas y mucho más fragmentadas.
Fue entonces cuando las autoridades públicas se reuniones con líderes sociales, dejando atrás el modelo de represión policial, y diseñaron un nuevo modelo para pacificar la zona. Se trataba de reformar el barrio, mejorar sus comunicaciones, resignificar el arte callejero hacia una cultura de paz y expandir el acceso a la educación y el empleo para todos.
Ahora el turista puede pasear tranquilamente y ver como ha cambiado todo: lo más visible son las cómodas escaleras mecánicas, que ahorran mucho esfuerzo y sudor en subir las empinadas calles del barrio; las escuelas de música que se fomentaron han generado una serie de bandas de hip-hop que bailan por los diferentes rincones y parques; las galerías de arte son frecuentes y muestran impresionantes grafitis, muchos incluso con luces fluorescentes; y no sólo, el arte urbano aparece por todo lado; antiguos basureros se convirtieron en parques con grandes toboganes (no os perdáis el icónico parque Sergio Céspedes, explicado por algún local), en campos de fútbol o en terrazas arboladas con bancos.
Mientras descubrís la Comuna 13, no dejéis de probar el famoso "mangobiche", un dulce perfecto para combatir el calor de la ciudad muy típico del barrio: trozos de mango helados en forma de polo que se comen hundiéndolos de tanto en tanto en un vaso de limonada.
Además de parques, arte urbano y educación, el transporte ha sido otra de las claves en la transformación de la ciudad. Metro Medellín ha creado una red de líneas de metro elevado, autobuses rápidos, tranvías y lo más icónico: el metrocable, uno de los primeros teleféricos de transporte masivo del mundo fuera de estaciones de esquí. Estas líneas conectan con estaciones de metro para facilitar el acceso a vecindarios situados en altas colinas (los de menor renta), expandiendo la igualdad en la ciudad. Al acercar a los vecinos y los barrios, la violencia en la ciudad cayó de forma exponencial.
Para visitar el barrio os recomiendo un guía local, que os explicará las curiosidades de los habitantes y muchos rincones en los que no nos fijaríamos a simple vista. Se pueden reservar por Internet o yendo por la mañana a la parada de metro de San Javier, donde empiezan la mayoría de tours.
Guatapé
Desde Medellín vale la pena dedicar un día a visitar Guatapé. Hasta hace pocos años era imposible aventurarse a estas zonas rurales debido a la fuerte presencia de guerrillas. Desde 2006 se solucionó eso y ahora miles de colombianos y extranjeros abarrotan la bella región y disfrutan de ella.
Los frecuentes y baratos servicios de autobuses conectan la estación central de Medellín con la región. En muchas de las cantinas de carretera en las que para el autobús podréis disfrutar de un desayuno típico: arepas de choclo cocinadas en parrilla al carbón acompañadas de queso fresco y mantequilla.
Su atracción principal es la piedra del Peñol y sus 659 escalones. Este monolito de granito sigue siendo de propiedad privada, por lo que el acceso al mismo es de pago. Tras subir las escaleras construidas en una fisura de la roca, tendréis unas vistas de la bonita región salpicada de lagos artificiales, creados tras la construcción de una presa a finales de los años 50. Hacedlo mientras disfrutáis de un refrescante salpicón de frutas en zumo de sandía. Los lagos han generado una industria de los deportes de agua o incluso la pesca. Y han atraído a cientos de antioqueños que se han construido sus segundas residencias alrededor de estas aguas nuevas.
El antiguo pueblo colonial de Guatapé ahora cuenta con un agradable paseo marítimo que da la sensación de llevarnos al mar. Allí, decenas de terrazas ofrecen la tradicional bandeja paisa para el almuerzo, con arroz, frijoles, maduro frito, huevo frito, aguacate, carne molida, chorizo y chicharrones. Y por supuesto, truchas del lago fritas al ajillo acompañadas de patacones. Tras el almuerzo, pasear por sus coloridas calles y animada plaza mayor es muy agradable. El pueblo es famoso por los bajorrelieves de sus casas, decoradas con formas geométricas de alegres colores.
También podéis acabar el día con una copa en el bello complejo Charlee Luxé, un hotel en mitad de la selva con una terraza maravillosa al borde de uno de los entrantes del lago donde se junta la gente guapa de Medellín un fin de semana. Aquí solo se puede lugar en transporte privado y lo descubrimos gracias a un amigo que nos llevó. Un lugar maravilloso para acabar una jornada descubriendo Guatapé.
Este blog es una joya. Que cantidad de entradas y que bien descrito todo. Enhorabuena!
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