El primer encuentro de la familia brasileña ha sido en Lisboa. Gracias a Pedro, que nos acogió a siete de nosotros y lo hizo posible. Y quedé encantado. Lisboa es una de las ciudades de este pequeño mundo donde me gustaría pasar un año, para descubrirla a fondo, y también para poder conocer mejor el resto de Portugal.
Y es que Lisboa alberga un encanto especial. Su considerable centro histórico, especialmente las zonas de Alfama y Bairro Alto, guardan un ambiente de pueblecito, con tiendas tradicionales, ropa colgada en los balcones para secarse, casas de pocos pisos, callejuelas empedradas estrechas y empinadas... y sus omnipresentes tranvías que traquetean entre el pavimento. A la vez están los señoriales barrios cercanos a Marqués de Pombal y avenida da Liberdade. Es inolvidable la monumental costa de Belém. Y si se busca algo contemporáneo, el Parque das Nações y el barrio de Oriente en general, harán que cualquier cosmopolita se sienta como en casa. Hay Lisboa para todos los gustos.
Tras el reencuentro en el aeropuerto, la primera noche, la familia de Pedro nos invitó a una gran cena portuguesa. El queijo da Serra da Estrela era uno de los entrantes. Se trata de un queso muy parecido a la Torta del Casar extremeña, pero con un sabor diferente. Es un queso que cuando se saca a la temperatura ambiente se derrite ligeramente, se le abre un círculo en la parte superior y con un cuchillo se unta en tostas. Por supuesto, también estaba presente el bacalhau, elemento clave de la cocina lusa. En este caso, estaba rebozado en pequeñas porciones con perejil y ajo.
Como plato principal un delicioso y tierno pollo al vino acompañado de arroz. Por supuesto, toda la comida estuvo regada por un delicioso vino tino alentejano. Aunque lo mejor fue el postre. Una de las aficiones nacionales de Portugal, detrás de la obsesión futbolera, son los bolos y los pastéis. Por eso, la madre de Pedro había hecho para ese días dos enormes pastéis caseros deliciosos... uno de chocolate pero otro aún mejor de nata, moras y crema de frutos del bosque. Y al acabar, café y una copita de Porto, el vino dulce con el que acabar una buena comida portuguesa.
El viernes nos levantamos pronto, y tras un copioso desayuno, nos dispusimos a tener el primer contacto con Lisboa. Tras pasar por la facultad de Odontología (capricho de Carol) empezamos a caminar por el barrio de Marques de Pombal, y vistamos la Mãe da Água, en antiguo depósito de águas potables de la ciudad situado en una de las siete colinas lisboetas. Ahora se ha recuperado como una sala de exposiciones y eventos muy original. Altas columnas, una pileta enorme de 7 metros de profundidad y agua cristalina presididas por una enorme escultura que imita una montaña de rocas por donde gotea el agua de la boca de un gran pez. El espacio central de la pileta dispone de un gran suelo de madera que flota en el agua, lugar donde se realizan fiestas y eventos. También subimos hasta el terrado, donde apreciar bonitas vistas de la ciudad y nos colamos en el acueducto que sale del depósito. Tras recorrer varias decenas de metros por encima de las calles lisboetas llegamos a unas escaleras que salían y, para sorpresa de un guardia de seguridad, aparecimos en el jardín privado de una caseta de vigilancia. Tras disculparnos, abandonamos el lugar, admirando el bonito acueducto blanco que habíamos recorrido desde dentro. Me recordó mucho a los arcos de Lapa, en Rio.
Recorriendo las callejuelas rumbo a Rossio, donde llegaba Paula del aeropuerto, atravesamos la bonita plaza de Príncipe Real, uno de los núcleos para los noctámbulos de la capital, en la cima del Bairro Alto. Lisboa tiene ese aspecto decadente que tanto me recordaba a Roma, en el sentido de casas en mal estado con su pintura desconchada, cables por encima de las calles con las farolas colgando o los cables del tranvía...etc. Pasando por delante de un asador argentino, y viendo su bajo precio, decidimos entrar. El lugar era muy elegante. Situado en una colina, disponía de grandes ventanales por los que ver parte de la ciudad. Carol, como argentina, certificó la calidad de la carne, según ella, excelente. Tras llenarnos a reventar de carnes argentinas, ensaladas y otras exquisiteces, continuamos nuestro recorrido.
Pasamos por la original Estação do Rossio, un edificio decimonónico de arquitectura neomanuelina, es decir, que imita el estilo gótico recargado de la época del rey Manuel I. Y llegamos a la céntrica plaza do Rossio, lugar de encuentro y donde cada dos pasos alguien te ofrece gafas de sol de imitación, relojes falsos o hachís. Fue allí donde recogimos a Paula, llegada del aeropuerto. Hecho el reencuentro, empezamos a recorrer rua Augusta, la típica calle de compras con tiendas de ropa de las cadenas más conocidas. A mitad de la calle, y girando la vista a una de las paralelas, se encuentra el elevador de Santa Justa, otra infraestructura del XIX, que recuerda a la parte final de la Torre Eiffel y que de hecho realizó un arquitecto discípulo del genial Gustave Eiffel, llamado Raúl Mésnier. Se trata de un ascensor de hierro que servía para acceder al Bairro Alto y que ahora cumple una rentable función turística de mirador.
Siguiendo por la calle y por deseo de Magali, nos metimos un momento en el Museu da Moda e do Dessign, viendo algunas exposiciones interesantes de muebles, trajes y objetos de diseño, así como un montaje audiovisual espectacular que nos adentró en medio de una orquesta de música clásica.
Finalizamos la calle pasando el sublime arco de la victoria que desemboca en al suntuosa Praça do Comércio, lugar donde los barcos más elegantes llegaban para desembarcar en los siglos pasados. Rodeada por columnas excepto por la parte que da al Tajo, con los edificios pintados de un suave amarillo y con tranvías que atraviesan por uno de sus extremos, esta plaza es, sin duda, la más elegante de la ciudad. Es amplia, está recién reformada y con una uniformidad y limpieza admirables.
Para acabar el día, fuimos a la rua do Carmo, para volver al Rossio donde esta vez iba a llegar Fábio. Esta calle es el lugar "chic" donde encontrar parte de las grandes firmas internacionales. Y digo parte, porque las grandes boutiques como Vuitton, están situadas en la avenida da Liberdade, auténtico núcleo de la alta sociedad portuguesa.
Tras encontrarnos con Fabs nos dirigimos a tomar algo al célebre local A brasileira, pero como estaba lleno, nos colamos en uno de sus elegantes locales vecinos, para tomar cafés y tés. Tras charlar un rato, volvimos a casa de Pedro en tren. Allí, disfrutamos de otra excelente cena ofrecida por sus padres. Esta vez los entrantes fueron un chorizo asado en la propia mesa, en un recipiente que tenía alcohol y al que se le prendía fuego. También hubo un enorme pan vaciado y rellenado de una ensalada basada en mahonesa y sucedáneo de marisco. El plato estrella fue una enorme fuente de bacalhau com natas, cremoso y delicioso, cubierto por abundante queso fundido y algunas gambas. Toda la comida fue regada esta vez por un refrescante vinho verde, proveniente del norte de Portugal, de la región del Minho. Y como postre, un nuevo pastel casero hecho ese día por la sra. Mendanha Dias: un inigualable pastel de una suave y esponjosa crema cubierta de trozos de fresas, plátanos y kiwis frescos y cuya base era una pasta tan leve que se deshacía en la boca. Fue tal nuestra sorpresa que tras el primer bocado, todos le dimos un aplauso a la señora por la obra maestra de repostería que nos había preparado. Coincidimos en que comer esta delicia era como degustar una suave nube.
Un recibimiento en Lisboa inolvidable.
Felicidades por tu blog, es muy Geni ;)
ResponEliminaEn cuanto a tu descripción, has encontrado las palabras perfectas para describirte! Recuerdo aquellas conversaciones, en las que yo me alejaba de mi mal puesto traje chica del S XXI.
Me encanta este canal de información y comunicación. Estoy completamente de acuerdo en aquello que dices sobre los ciudadanos.
Poco a poco iré perfeccionando, como el hecho de justificar textos y subir fotos, así como adjuntar videos! Uis! qué de cosas me quedan por aprender!
Un besito y seguimos en contacto por aquí.