Y si, digo Holanda. Que no me venga ningún listillo con el cuento, que ya me lo sé. Holanda son dos provincias de los Países Bajos. Y es donde he pasado los últimos días del 2010… y primeros del 2011.
Rótterdam ha sido donde más tiempo he pasado en este tercer viaje a los dominios de la reina Bellatrix. Esta moderna ciudad debe su prosperidad al Europoort, el mayor puerto de Europa y junto con los de Singapur y Shangai, el mayor del mundo.
Tras su destrucción en la Segunda Guerra Mundial a causa de los intensos bombardeos que prácticamente no dejaron nada en pie, la ciudad retomó su espíritu industrioso y comercial y resurgió de las cenizas. Ha sido sobretodo en las últimas décadas cuando enormes rascacielos se han ido levantando dando a la ciudad una impronta ultramoderna. Pasear por determinados barrios de Rotterdam es repirar el diseño contemporáneo, las nuevas formas... Cada rascacielos es más impresionante que el anterior. Sin duda, cuando el Whileminapier esté acabado, nuevos edificios imponentes completaran el panorama arquitectónico de esta ciudad, ya de por sí fascinante. Entre los nuevos rascacielos que hay en esta zona encontramos el antiguo Hotel New York, una de las pocas construcciones originales que quedan en la ciudad. Data de inicios del siglo XX, con un estilo art-decó, y albergaba originalmente los pabellones de llegada de viajeros de la Holland-America Line. Ahora es un hotel de renombre. Y por supuesto, no se puede dejar de cruzar el puente de Erasmo, que aunque parezca de Calatrava, no lo es. Esta impresionante obra de ingeniería es para muchos el símbolo de la ciudad.
Otro de los puntos clave de Rótterdam son los alrededores de la estación de metro Blaak, donde encontraremos algunos edificios curiosos, destacando el Kubus-Paalwoningen, una tira de casas con forma de cubos amarillos en diagonal y pegados unos a otros. También es curioso el edificio Het Potlood (el lápiz) con su afilada punta y sus ventanas del revés.
Pero aunque Rótterdam sea más limpia, eficiente y barata, prefiero el bullicio de Ámsterdam. Aunque eso es otra historia. El caso es que estos días estuvimos alojados en casa de una simpatiquísima enfermera holandesa, que nos trató como reyes. Tenía un gran gusto para decorar la casa: el comedor era de revista. Y su amabilidad y detallismo para con nosotros era increíble.
El encuentro europeo de Taizé de este año ha sido un éxito. Apenas nadie tuvo que dormir en pabellones. Cuando se supo que semanas antes del encuentro 10 000 de los 20 000 jóvenes participantes iban a dormir en colegios y gimnasios, la ciudadanía de Rótterdam se movilizó. Más de 500 llamadas por día de familias, estudiantes y otras personas que se ofrecían a alojar a 3, 5 o 7 jóvenes en sus casas. Incluso desde las vecinas Den Haag y Delft se ofrecieron. En unas semanas la mayoría de los participantes teníamos una casa asignada. Todo un ejemplo de la hospitalidad de los dutch.
Sin duda, estos días han cambiado para siempre la nefasta visión que tenía de los Países Bajos y su sociedad. Acogedores y hospitalarios, francos a la hora de hablar y sumamente libres. Así son los holandeses. Tienen un fuerte sentido comunitario y además son extremadamente respetuosos para con los gustos, opciones y creencias de los demás. Son gente con un gran gusto para decorar las casas y con una atención extraordinaria por los pequeños detalles La eficiencia de sus transportes públicos es casi perfecta a pesar de que las tarifas de los billetes sean en ocasiones abusivas (2,40 € el billete sencillo de tranvía en Ámsterdam). A pesar de todo, el clima gris, la estructura anglosajona de las ciudades y sobretodo su difícil idioma me siguen frenando para verme capaz vivir allí. Sin embargo, creo que me esperan muchas visitas a este fascinante país.
También fue en Rótterdam donde pasamos la Nochevieja. Como Korianne (la joven enfermera con la que vivíamos) tenía turno de hospital ese día por la noche, cenamos en otra casa. A Fer, Toni y a mi nos tocó una curiosa familia formada por un holandés de pura cepa que hacía diez años se había convertido al Islam, casado con una señora de Surinam cuya religión era el hinduismo. Todo muy dentro de la interreligiosidad que fomenta el espíritu taizetiano. Así que ni cerdo ni vaca eran parte del menú. Pilar y Dafne fueron a cenar con otra familia holandesa.
Los tres cenamos con este curioso señor y con un joven matrimonio polaco, cuatro rumanas y un rumano. La cena se compuso de platos típicos de Surinam. De hecho, la gastronomía de los Países Bajos está formada por platos propiamente holandeses, pero también por la cocina indonesia y de Surinam, ambas antiguas colonias y cuyas especialidades culinarias forman parte indisociable de la gastronomía neerlandesa.
Una olla de un guiso de pollo al curry presidía la mesa, junto con arroz, espinacas al vapor y deliciosos roti, unas enormes crepes sin levadura típicos con los que se comía todo lo demás, envolviéndolo en ellos. También había huevos duros rebozados, cocinados con una especia y/o verdura que no recuerdo, pero que estaban deliciosos. En definitiva, una cena típica del Surinam que ahora es tan holandesa como el arenque.
Eso sí, el postre fue muy dutch: Oliebollen, una especie de buñuelos en forma de pelota grande frita con pasas y otros frutos que sólo se cocinan y comen en Nochevieja. Según se dice, son el origen de los actuales donuts. La mujer también había cocinado los deliciosos appletaart, la típica tarta de manzana holandesa. Esta sí, servida a lo largo de todo el año en la mayoría de cafeterías del país. Todo casero y buenísimo. Y por supuesto, el omnipresente té.
Pero sin duda, lo que más me sorprendió de los holandeses es la manera como celebran la entrada del año. Por lo visto, es lo mismo que en otros países: tras el correspondiente brindis de las doce y los abrazos y felicitaciones, todos los holandeses (abuelitas y todo) salen a la calle a tirar miles de petardos y fuegos artificiales. Es la pura guerra, en cada calle y plaza de la ciudad explotaban estruendosos petardos, lucían enormes fuegos artificiales y deslumbraban los artilugios pirotécnicos de colores. Mucho más impresionante que durante las Fallas en mi natal Valencia. Nosotros lanzamos decenas de fuentes que bailaban por las aceras girando con fuegos de color rojo y verde con la euforia popular.
Al día siguiente, primer dia del año, ya por la tarde/noche, Korianne y su simpática hermana, que estudiaba historia en Leiden, nos prepararon los típicos pannenkoeken, un plato que no son ni crepes franceses ni pancakes americanos… es una cosa intermedia, típica de Holanda. Prepararon los normales y también los que venían rellenos de trozos de manzanas. Los comimos recién hechos y acompañados de un sirope típico, pero también de mermelada o chocolate. Fue todo muy gezellig, una palabra neerlandesa que no tiene traducción al castellano. Sería una mezcla de acogedor, amable, cómodo, informal, simpático… el caso es que los holandeses son unos maestros del arte del gezelling, del crear momentos agradables, cómodos, acogedores… y yo sin saberlo.
En definitiva, la herencia que deja este encuentro a Rótterdam es el diálogo y colaboración permanente entre las iglesias protestantes de la ciudad (casi todas luteranas) con las católicas. Hasta ese momento se respetaban pero no existía ningún tipo de colaboración. El encuentro de Taizé ha propiciado que parroquias del mismo barrio que nunca antes habían colaborado hayan tenido que estar en permanente contacto durante la preparación del evento y por supuesto, estos días de encuentro. Esto ha iniciado una relación histórica entre iglesias de esta ciudad.
En la próxima entrada os contaré mis visitas por primera vez a los molinos de Kinderkijk y a la preciosa Leiden, y por tercera vez a Den Haag y Ámsterdam.
Gelukkig Nieuwjaar!
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