Uno de los lugares a los que siempre quise ir en Filipinas y a los que no he ido hasta ahora son las famosas terrazas de arroz de la Cordillera, en tierras Ifugao. Recordé muy bien porque siempre posponía dicha excursión.
Llegar hasta ellas es muy pesado. Para empezar hay que tomar un incómodo autobús nocturno de Manila a Banaue que tarda entre ocho y once horas (depende del tráfico). Aunque barato, la parada queda en un barrio de Manila poco accesible y además, los buses son un auténtico congelador en este país. Y la vuelta, igual. Se tienen que tomar siempre desde Sampaloc Bus Terminal, en Lacson Avenue. La única compañía que opera hasta Banaue es Ohayami. El billete cuesta 450 PHP por trayecto.
Hasta aquí lo necesario para llegar a Banaue. Una vez allí, lo más recomendable es tomar un tricycle por 100 pesos persona que nos subirá hasta los miradores de la pequeña ciudad, desde los que ver sus famosas terrazas de arroz. Estas terrazas se diferencian del resto en el sentido que sus paredes son de barro y no de piedra, como si ocurre en Batad. Es interesante que durante el camino nos encotraremos a varios abuelitos Ifugao vestidos con las ropas tradicionales de esta tribu filipina. También hay varias tiendas de recuerdos tradicionales. Aunque lo más curioso son los "bulol", pequeñas estatuas en madera con figura humana, conocidos por ser los guardianes del arroz, y que se sitúan en las esquinas de las terrazas.
Luego, lo mejor es irse a Batad, tomando algún jeepney público o al menos, si es privado, que os deje buen precio. Normalmente son 150 pesos por persona. Batad es una pequeña aldea en el interior de la Cordillera, dónde no llegan los coches y casi ni la luz. Pero allí es donde están las terrazas de arroz más impresionantes, conocidas como el "anfiteatro".Y allí es donde podremos tener una experiencia más real de aislamiento.
Con suerte os dejarán en el último punto transitable, dónde hay algunos sari-sari (tiendas que venden un poco de todo, desde fruta y patatas fritas hasta bolsitas de champú o crema dental). Desde aquí hay casi una hora caminando, bajando las montañas hasta llegar al remoto valle. Cuando menos lo esperemos aparecerá ante nosotros el gran espectáculo que los Ifugao llevan cuidando desde hace 2000 años. Las terrazas de arroz de Batad escalan montañas tan altas y empinadas que desde antiguo se las conoce por aquí como la escalera de los dioses.
En mitad de las terrazas se encuentra la pequeña aldea de Batad, con diversas cabañas tradicionales Ifugao y una pequeña iglesia de latón. Recomiendo que os quedéis en una de las colinas, para disfrutar de las vistas del valle. Especialmente recomendable es Ramon´s Guesthouse, que ofrece auténticas cabañas Ifugao en las que dormir. A estas cabañas se entra con escalerita, están hechas enteramente de madera y cuenta con los techos triangulares tan típicos.
Sin embargo, no os hagáis ilusiones: aquí no hay duchas. Sólo mangueras de agua fría (tranquilo, el clima templado ayuda) y los sanitarios dejan bastante que desear. Están limpios pero son muy pequeños y casi siempre están mojados de agua. Pero bueno, es el precio por ver esta maravilla.
Cuando nosotros llegamos justo empezó a llover. Era muy agradable estar en la cabaña mientras oíamos el agua caer, sobretodo al dormir. Marta y Arturo decidieron hacerse un masaje que les ofrecieron algunas mujeres del pueblo. Según ellos, uno de los mejores masajes que han tenido.
Para comer, en la propia posada ofrecen platos recién hechos, casi todos a base de arroz y pollo. Especialmente buenos son la tinola (pollo con chayote y otras hierbas) o el delicioso pollo cocinado en hierba de limón. También preparan una pizza casera al momento, muy rara pero que está rica. Cuando pidáis tened paciencia... suelen tardar entre media y una hora en prepararlos.
Para desayunar, no os lo penséis: el café nativo es delicioso. Este buen sabor se explica porque el mejor café siempre es el de altura. Recién hecho, servido en una cafetera gigante con un pequeño colador, este café es la excepción en el triste panorama cafetero filipino. Lo mejor es acompañarlo con unos huevos revueltos con vegetales y arroz.
Tras tomar fuerzas con este desayuno es muy recomendable hacer la caminata hasta las Tappia Waterfalls, una cascada enorme escondida entre las montañas. Calculad una hora para llegar hasta allí. Es duro porque hay que subir y bajar un par de montañas que a primera vista parecen bajitas. Además, hay que atravesar las impresionantes terrazas de arroz y pasar por la aldea de Batad. En la aldea hay algunos locales de comida y si podéis, dad un vistazo a la curiosa iglesia metálica, abierta durante las eucaristías.
Tras la caminata a través de las terrazas, el pueblo y la montaña, os toparéis una bella cascada de 30 metros que se convierte en un bravo río. Allí, podréis optar por bañaros en sus aguas fresquitas (cuidado de no acercaros a la cascada, hay gran riesgo de ahogarse). También se puede tomar el sol en su pequeña playa de piedras.
La vuelta de Batad hasta la carretera es más dura que la ida, ya que es de subida. Hacedla con tranquilidad y veréis que no es para tanto. Varios jeepneys os esperan en los sari-sari. Lo mejor es juntaos con un grupo para pagar mejores precios, ya que son muchos los que llegan a pedir hasta 2500 pesos por jeepney.
Una vez de vuelta a Banaue, lo mejor es dirigirse a lo largo de la Main Road, donde hay diversos edificios de tres o cuatro plantas que hace a la vez de hostels así como de restaurantes. Muchos cuentan con terrazas agradables desde los que ver las terrazas de arroz de Banaue, como despedida antes de tomar el bus. La comida es bastante mediocre en general.
Me gustó mucho esta escapada, aunque tal vez hubiera añadido un día más en Sagada. Si me animo a volver a hacer el eterno viaje nocturno en bus volveré. Además, quiero oír los tradicionales "hudhud", los miles cantos que los Ifugao saben de memoria y cantaban a pleno pulmón mientras hacían las labores de los arrozales.
Luego, lo mejor es irse a Batad, tomando algún jeepney público o al menos, si es privado, que os deje buen precio. Normalmente son 150 pesos por persona. Batad es una pequeña aldea en el interior de la Cordillera, dónde no llegan los coches y casi ni la luz. Pero allí es donde están las terrazas de arroz más impresionantes, conocidas como el "anfiteatro".Y allí es donde podremos tener una experiencia más real de aislamiento.
Con suerte os dejarán en el último punto transitable, dónde hay algunos sari-sari (tiendas que venden un poco de todo, desde fruta y patatas fritas hasta bolsitas de champú o crema dental). Desde aquí hay casi una hora caminando, bajando las montañas hasta llegar al remoto valle. Cuando menos lo esperemos aparecerá ante nosotros el gran espectáculo que los Ifugao llevan cuidando desde hace 2000 años. Las terrazas de arroz de Batad escalan montañas tan altas y empinadas que desde antiguo se las conoce por aquí como la escalera de los dioses.
En mitad de las terrazas se encuentra la pequeña aldea de Batad, con diversas cabañas tradicionales Ifugao y una pequeña iglesia de latón. Recomiendo que os quedéis en una de las colinas, para disfrutar de las vistas del valle. Especialmente recomendable es Ramon´s Guesthouse, que ofrece auténticas cabañas Ifugao en las que dormir. A estas cabañas se entra con escalerita, están hechas enteramente de madera y cuenta con los techos triangulares tan típicos.
Sin embargo, no os hagáis ilusiones: aquí no hay duchas. Sólo mangueras de agua fría (tranquilo, el clima templado ayuda) y los sanitarios dejan bastante que desear. Están limpios pero son muy pequeños y casi siempre están mojados de agua. Pero bueno, es el precio por ver esta maravilla.
Cuando nosotros llegamos justo empezó a llover. Era muy agradable estar en la cabaña mientras oíamos el agua caer, sobretodo al dormir. Marta y Arturo decidieron hacerse un masaje que les ofrecieron algunas mujeres del pueblo. Según ellos, uno de los mejores masajes que han tenido.
Para comer, en la propia posada ofrecen platos recién hechos, casi todos a base de arroz y pollo. Especialmente buenos son la tinola (pollo con chayote y otras hierbas) o el delicioso pollo cocinado en hierba de limón. También preparan una pizza casera al momento, muy rara pero que está rica. Cuando pidáis tened paciencia... suelen tardar entre media y una hora en prepararlos.
Para desayunar, no os lo penséis: el café nativo es delicioso. Este buen sabor se explica porque el mejor café siempre es el de altura. Recién hecho, servido en una cafetera gigante con un pequeño colador, este café es la excepción en el triste panorama cafetero filipino. Lo mejor es acompañarlo con unos huevos revueltos con vegetales y arroz.
Tras tomar fuerzas con este desayuno es muy recomendable hacer la caminata hasta las Tappia Waterfalls, una cascada enorme escondida entre las montañas. Calculad una hora para llegar hasta allí. Es duro porque hay que subir y bajar un par de montañas que a primera vista parecen bajitas. Además, hay que atravesar las impresionantes terrazas de arroz y pasar por la aldea de Batad. En la aldea hay algunos locales de comida y si podéis, dad un vistazo a la curiosa iglesia metálica, abierta durante las eucaristías.
Tras la caminata a través de las terrazas, el pueblo y la montaña, os toparéis una bella cascada de 30 metros que se convierte en un bravo río. Allí, podréis optar por bañaros en sus aguas fresquitas (cuidado de no acercaros a la cascada, hay gran riesgo de ahogarse). También se puede tomar el sol en su pequeña playa de piedras.
La vuelta de Batad hasta la carretera es más dura que la ida, ya que es de subida. Hacedla con tranquilidad y veréis que no es para tanto. Varios jeepneys os esperan en los sari-sari. Lo mejor es juntaos con un grupo para pagar mejores precios, ya que son muchos los que llegan a pedir hasta 2500 pesos por jeepney.
Una vez de vuelta a Banaue, lo mejor es dirigirse a lo largo de la Main Road, donde hay diversos edificios de tres o cuatro plantas que hace a la vez de hostels así como de restaurantes. Muchos cuentan con terrazas agradables desde los que ver las terrazas de arroz de Banaue, como despedida antes de tomar el bus. La comida es bastante mediocre en general.
Me gustó mucho esta escapada, aunque tal vez hubiera añadido un día más en Sagada. Si me animo a volver a hacer el eterno viaje nocturno en bus volveré. Además, quiero oír los tradicionales "hudhud", los miles cantos que los Ifugao saben de memoria y cantaban a pleno pulmón mientras hacían las labores de los arrozales.
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