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dimarts, 14 de maig del 2013

Singapur

Singapur, pequeña ciudad-estado en el estrecho de Malaca, es única. Pasó de ser un villorio de pescadores a un puerto libre de la Compañía de las Indias Orientales gracias a Sir Thomas Stamford Raffles a principios del XIX. Tras el drama de la II Guerra Mundial y la invasión japonesa, el Partido de Acción Socialista de Lee Kuan Yew emprendió un rápido proceso industrializador y de regulación social bajo un único partido tras la salida de Malasia del Imperio británico. Singapur fue expulsado de la federación malaya en 1965. Sin embargo, los diferentes gobiernos más o menos bajo forma de dictadura policial consiguieron llevar a Singapur al nivel de actual: un auténtico hub mundial del turismo, los servicios financieros, los medios de comunicación o la investigación biomédica.

Nada más llegar del moderno aeropuerto nos fuimos a nuestro hotel, el Holiday Inn Atrium. Cuenta con una impresionante arquitectura y lo cierto es que nos pudimos alojar aquí gracias a Arturo. Como empleado de IHG dispone de precios más que asequibles para alojarse en los hoteles de la cadena más grande del mundo. El hotel estaba a diez minutos caminando desde la parada de MRT Outram Park, por lo que allí nos bajamos llegando del aeropuerto. El hotel parecía una nave espacial gigante en su interior.

Casualmente topamos con un pequeño "horno" chino: Tiong Bahru & Snack. Como teníamos hambre, paramos a comprar algo, con tan buena suerte que resultó ser uno de los mejores lugares de Singapur para tomar "siao mae", un delicioso tipo de ravioli chino al vapor. También tenían pastel de zanahoria, bolas de batata, rollitos de verdura fritos o deliciosos "pao" al vapor. Todo recién hecho y a buen precio. Está situado en Outram Road, junto un grupo de restaurantes de comida picante, típica de la región china de Sichuan.

Paseando por los muelles del río Singapur llegamos hasta el agradable Clarke Quay, una serie de antiguos almacenes que ahora se han convertido en un moderno centro comercial donde abundan lso locales de copas, con las calles cubiertas por sombrillas gigantes de diseño. A continuación llegamos a Boat Quay, un delicioso conjunto de casitas antiguas ahora restauradas con decenas de restaurantes de todo tipo. Lo bueno de estos paseos es que el arte se encuentra por doquier, ya sea debajo de los puentes que cruzan el río o en las estatuas que jalonan los muelles. Una de las que más llama la atención es el gordo pájaro del genial Botero. Al llegar a la bahía empezamos visitando uno de los puntos calientes para el turismo: Merlion Park. Aquí está situada la famosa escultura del león con cuerpo de pez que en los sesenta se convirtió en el símbolo turístico de esta rica ciudad Estado. Singapur significa "ciudad león" en malayo. Lanzándo agua por la boca, la escultura es fotografiada miles de veces por decenas de turistas. Hay una réplica más pequeña justo detrás.

Continuamos el paseo por la bahía, sorprendiéndonos de las maravillas arquitectónicas de todo tipo que la jalonan, a la cabeza, claro está, el grandioso hotel Sands by the Bay, del impresentable de Adelson. Las tres torres sujetan un alargado jardín con piscina, convirtiendo a este conjunto en uno de los edificios más impresionantes de la arquitectura contemporánea.

Como era la hora de cenar, nos dirigimos al interior del barrio financiero o CBD para comer en Lau Pa Sat Food Market, un hawker de estilo victoriano. En este mercado decimonónico restaurado se encuentran un conjunto de casetas de comida típica de Singapur a precios populares. De hecho, estos centros son una de las joyas de Singapur. El gobierno decidió hace unas décadas acabar con la comida callejera (en su lucha por lograr la limpieza perfecta) y juntó todos los puestos que abarrotaban la ciudad en diversos centros de comida (hawkers) donde los puestos son inspeccionados habitualmente por Sanidad, y cuentan con luz y agua. Además, hay sillas y mesas para que todo el que desee probar las diferentes especialidades lo pueda hacer de forma cómoda.

En este primer hawker cené "nyonya laksa", una sopa de especias que condensa la esencia de Singapur: técnicas y especias usadas por inmigrantes del sur de la India mezclado con los usados por los llegados desde la isla china de Hainan con ingredientes de Malasia. Esta sopa picante con noodles tiene además gambas, curry y unos pasteles fritos de pescado. Es deliciosa pero pica muchísimo. Fue necesario acompañarlo de un jugo de caña de azúcar con limón recién hecho, típico también.

Tras la comida, fuimos a dar otra vuelta por la bahía y nos quedamos a ver el show de láser, música y fuego que hay enfrente del famoso hotel de las tres torres. Era hipnotizante.

Al día siguiente nos levantamos prontito y fuimos en uno de los cómodos autobuses a desayunar en Little India. La comunidad india llega al 10% fruto de la inmigración tradicional que llega desde el sur de la India hasta Singapur. Fuimos a uno de los restaurantes veganos más famosos, el Ananda Bhavan, en el 58 de Serangoon Road. Está muy limpio, la comida es fresca y deliciosa y sus precios razonables. Pedimos idli, thali, dosa y roti, diferentes platos hindús donde predomina el famoso pan sin levadura. Especialmente delicioso era el de queso fundido. Sin embargo, cometimos el error de pedir que quitaran el picante, por los que el curry y las salsas picaban muchísmo y no nos dejaron desayunar a gusto. Suerte que pedimos nectar de rosas para acompañar. Tras el picante desayuno fuimos a visitar el templo hinduista más famoso de la ciudad, el Sri Veeramakaliamman, dedicado a la diosa Kali. Era mi primera vez en uno de estos templos y me sorprendió la variedad de dioses que cuenta el panteón hindú así como el miedo que transmiten muchas de esas imágenes. Las torrecitas de colores llenas de dioses me llamaron mucho la atención, así como los rezos que hacían los monjes a cada dios, los puntos rojos que muchos llevaban en la cara o el hecho que se repartiera comida vegetariana.

De ahí continuamos hasta el barrio musulmán o Kampong Glam, donde ver la gran mezquita del sultán, con su bella cúpula dorada. Atravesamos la famosa y peatonal Arab Street curioseando sus tiendas de recuerdos, restaurantes de comida de Oriente Medio y tiendas de perfumería tradicional.

Caminando hacia el distrito colonial llegamos al impolutamente blanco Raffles Hotel, antigua residencia del gobernador inglés. Este precioso edificio rodeado de un exhuberante jardín es ahora un hotel del lujo en el que probar el famoso Singapore Sling, cóctel que fue inventado en el Long Bar de este hotel. Admiramos los antiguos edificios del ayuntamiento y el parlamento así como el campo de cricket que hay en mitad del distrito. Es preciosa también la estructura que ha creado Sir Norman Foster para el nuevo edificio del Tribunal Supremo.

Nos dirigimos hacia la Esplanada para visitar el complejo de Theatres by the Bay, un precioso conjunto donde destacan las dos gigantescas cubiertas que imitan dos durianes colosales, fruta nacional de Singapur.

De ahí continuamos hacia Chinatown, núcleo de la comunidad china, que es mayoría en la ciudad, predominantemente llegada de o con antepasados de la isla de Hainan. Paseamos por la preciosa Telok Ayer Street, con sus bellas casitas restauradas donde pudimos ver el tempo Thian Hock Keng, de estilo chino, dedicado a los pescadores. Continuamos por Maxwell Road hasta llegar al mejor hawker de la ciudad: Maxwell Road Food Center. Lleno a rebentar me decidí por un arroz con pollo al estilo Hainanés: se trata de tierno pollo al vapor acompañado de un arroz ligeramente especiado acompañado de rodajas de pepino. De postre opté por unas "natillas de chocolate" hechas enteramente de soja.

Tras la comilona nos adentramos más en Chinatown recorriendo Pagoda Street con sus miles de puestos de recuerdos y visitando el templo de la reliquia dental de Buda. Aquí, entre miles de estatuas doradas de Buda se guarda un diente del famoso profeta. Numerosas ofrendas en forma de comida abarrotan el edificio. Por último, probamos una carne muy fina, desecada y recién asada que vendían en forma de lonchas. Es muy típica de Singapur y está deliciosa. Los mejores locales están a lo largo de New Bridge Road.

Seguimos paseando hasta llegar a Gardens by the Bay, el gran complejo ajardinado creado tras las tres torres del Sands. Aquí destacan los dos invernaderos que protegen la zona de flores así como la del bosque brumoso, que contiene incluso una cascada en su interior. Su moderno diseño acristalado con pilares blancos que sujetan los cristales es bellísimo. Ya había oscurecido y por eso empezó el espectáculo diario de Garden Rhapsody, gratuito, a las 7.45 y 8.45pm, en el que los "super-árboles" se iluminan al ritmo de las diferentes músicas en un espectáculo sin igual.  Luego fuimos a dar una vuelta por Shoppes at the Sands, el moderno centro comercial frente a the Sands, lleno de tiendas de lujo, con un canal por la mitad que se puede recorrer en barca y dónde destaca la gigantesca tienda de Louis Vuitton, situada en mitad de la bahía en un moderno edificio acristalado al que se accede por una pasarela. En el paseo marítimo también destaca el bello Museo de las Ciencias, blanco y con forma de flor.

Al día siguiente decidí empezar bien temprano con un típico desayuno de Singapur. El mejor lugar dónde hacerlo es en cualquier local de la franquicia Ya Kun Kaya Toast. Aquí sirven desde hace décadas la famosa tostada kaya, rellena de un dulce singapurense típico hecho de huevos, azúcar, leche de coco y mermelada de pandan (una fruta del sudeste asiático), además de mucha mantequilla y, a veces, queso derretido. Estas tostadas se acompañan de un café dulce y unos huevos pochados. Nada más típico para empezar el día en Singapur.

Tras el desayuno fuimos hasta Sentosa Island, cruzando a pie su puente peatonal. Esta gigantesca isla fue urbanizada a más no poder y cuenta con decenas de opciones de ocio. Como ya habíamos estado en los dos parques que Universal Studios tiene en Orlando decidimos no entrar en el que hay en Singapur y optar por visitar Adventure Cove, el parque acuático de la ciudad, aprovechando el buen tiempo. Sin embargo, nos decepcionó un poco por ser muy pequeño y las atracciones poco emocionantes. Pero estuvo curioso. Cuenta con varios toboganes gigantes en los que lanzarse en lanchas de dos en dos y con un río que recorre todo el parque en el que avanzar en un flotador. Uno de los tramos está cubierto por un acuario gigante y en otro podremos admirar diversos tipo de manta-raya. Aunque la atracción más sorprendente es un recorrido en una piscina gigante de agua marina con gafas de snorkel en la que podremos admirar más de veinte tipos de peces tropicales viviendo entre rocas y arena de forma cómoda.

Un poco quemados salimos al encuentro de Sebas, que había decidido visitar el parque temático de Universal y allí había conocido a un simpático hindú que vivía en Nueva Zelanda. Decidimos comer en la Malaysian Food Street, un complejo que imita una calle con puestos callejeros de todo tipo. Me decidí a probar otro plato típico: el Kway Teow frito. Se trata de unos noodles de arroz tipo tagliatelle cocinados con salsa de soja y belachan (una pasta de gambas), zumo de tamarindo, brotes de soja, cebollino chino, gambas a la plancha y salchicha china. Todo cocinado en wok. Exquisito.

Para bajar la comida fuimos a pasear por las playas artificiales que hay en Sentosa, muy conseguidas, y de paso vimos un simulador de caída libre, que cuenta con pontentísimos ventiladores capaces de sujetar a personas en el aire. En Singapur, el que se aburre es porque quiere.

Gracias a Sebas y su facilidad para hacer amigos, pudimos conocer la maravillosa piscina del piso 57 del hotel Sands by the Bay de noche. Efectivamente, el hindú se alojaba en una de las habitaciones del famoso hotel, por lo que nos invitó a bañarnos en la grandiosa infinity pool del hotel en mitad del Skypark, único parque arbolado en un piso 57. Fue una experiencia única. Los visitantes no tienen acceso de ninguna manera a esta piscina, ya que está reserva en exclusiva a huéspedes del hotel y sus invitados.

La arquitectura interiore de estos tres edificios es maravillosa, semejante a una ópera, ya que los pasillos van situándose de forma escalonada, siguiendo la curvatura de las torres. Y en la cima, bañarse en la piscina es algo maravilloso, sobretodo disfrutando de las impresionantes vistas de los rascacielos de Singapur en plena bahía.

Finalmente, el último día fuimos a la noria gigante, el Singapore Flyer, la noria más grande del mundo. Primero te hacen pasar por una serie de salas donde se explica de forma lúdica cómo funciona una noria así como las principales características de esta noria frente a otras del mundo. Luego te suben en una de las cientos de cápsulas en las que caben hasta 35 personas y empieza el recorrido en el que podremos admirar toda Singapur de forma genial. Vale la pena si se compra en promoción, ya que el precio habitual es algo elevado.

Tras la noria subimos en un barquito que nos llevó desde Clarke Quay por todo el río Singapur y por la marina, con un vídeo explicativo de los principales hitos arquitectónicos de la ciudad así como su historia. No estuvo mal.

Para comer, ese día fui al hawker de Newton Circus, especializado en mariscos. Allí probé el Hokkien Prawn Mae frito, preparado con noodles amarillos, huevos, ajos, salsa de soja, brotes de soja, gambas y sepia. Para aderezarlo se le puede exprimir un poquito de lima por encima y los que amen el picante le podrán poner la salsa de chile que viene en un lado.

Me dispuse a pasear por la comercial Orchard Road, admirando la arquitectura de muchos de sus centros comerciales, impactante, especialmente un cristal gigante que transmite cambios de colores y que cubre un edificio entero. La tarde se estaba poniendo fea así que decidí meterme en el Museo Nacional de Singapur. A partir de las 6 de la tarde sus Living Galleries son de acceso libre, así que las curiosée, especialmente las dedicadas al cine de Singapur (con influencias malayas, chinas, estadounidenses e hindúes), a la moda y sobretodo, a la comida, gran pasión nacional.

Mi viaje acabó volviendo rápidamente al aeropuerto en el eficiente MRT. Cómo tenía mucha sed me compré de camino una bebida isotónica en lata que empecé a beber frenéticamente en el andén. Sin embargo, un grupo de hindúes me empezaron a mirar con cara rara e incluso empezaron a hacerme gestos. No sabía que querían pero rápidamente recordé que en el metro estaba prohibido comer y beber. La multa es de 500 dólares de Singapur. No en vano la llaman "la ciudad de las multas". Inmediatamente escondí la lata y les di gracias por avisar. Menudo disgusto si me llegan a multar antes de abandonar tan preciosa y agradable ciudad.

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