En conmemoración de los 100 años de la Primera Guerra Mundial (IWW), los alumnos de la actual promoción del Colegio de Europa fuimos a visitar los campos de Flandes donde tuvieron lugar algunas de las batallas más sangrientas de la contienda. Tras el estupendo verano de 1914, en septiembre miles de jóvenes europeos como nosotros se encontraron matándose unos contra otros sin saber bien porqué. La Primera Guerra Mundial se convirtió en una guerra de trincheras que se enquistó durante cuatro años y en la que ninguna de las dos partes avanzaba territorialmente hablando.
Los campos de Flandes, y en especial los alrededores de Ypres, fueron algunos de los lugares donde más muertos hubieron, debido a la importancia estratégica del enclave. Los cuatro años de batallas convirtieron estos bellos campos en paisajes fangosos, arrasando pueblos, caminos y bosques. Sólo las bellas amapolas eran capaces de crecer durante la primavera en este paisaje infernal. Es por eso que son actualmente el símbolo de respeto por todos aquellos que murieron en el bando aliado, especialmente miembros del ejército británico y la Commonwealth, defendiendo la independencia de Bélgica respecto a la invasión del Imperio alemán.
El caso es que empezamos con una emblemática visita al cementerio Tyne Cot, el mayor cementerio de guerra de la Commonwealth del mundo, con casi 12,000 tumbas. Aquí se encuentran los restos de uno de los bunkeres. El terreno de este cementerio es propiedad de la Commonweatlh a perpetuidad gracias a un acuerdo con la Casa Real belga. Tumbas de australianos, escoceses, sudafricanos, indios o ingleses pueblan el lugar. Muchos de ellos ni siquiera tenían veinte años cuando murieron.
A continuación visitamos la famosa colina 60 - Hill 60 -, triste lugar donde se usaron por primera vez en la historia de la humanidad las armas químicas, en concreto gas tóxico, por parte de los alemanes. Pero tuvieron tan mala suerte que cuando lo lanzaron, el viento giró en su contra y les volvió hacia ellos, matando a cientos de soldados del Imperio alemán. El paisaje lleno de cráteres actual no es ni mucho menos natural, sino que se ha dejado así para recordar como quedó toda la región: como un paisaje lunar, fruto a los intensos bombardeos durante cuatro años.
Seguimos después por las trincheras de Bayernwald, construídas por los alemanes, y que se reconstruyeron de forma extraordinariamente fidedigna. Allí pudimos experimentar por un momento las durísimas condiciones de los jóvenes soldados. De allí no podían salir más que de noche, debido a los intensos disparos que se sucedían por el día.
Muy cerca de allí visitamos también uno de los cráteres más grandes, el llamado "Caterpillar hole". Estos cráteres gigantes fueron resultado de la estrategia de cavar túneles que atravesaran la zona de guerra que habían entre las trincheras para después colocar centenares de explosivos que se activaban cuando el enemigo osaba conquistar un par de metros de territorio. Actualmente está lleno de agua de las lluvias y alegremente cubierto de árboles. Pero aún así, no deja de ser una muestra más de la brutalidad de una guerra estúpida que se cobró la vida de millones de personas en una guerra de trincheras donde apenas avanzaban las posiciones.
Acabamos la visita en Ypres, la ciudad por la que lucharon ambos bandos durante años en los alrededores. A causa de esto fue prácticamente arrasada y lo que se ve ahora es una recontrucción de los años veinte, realizada con fondos británicos y estadounidenses fundamentalmente. Fuimos hacia la preciosa Grote Markt donde se encuentra el espectacular Lakenhalle, edificio en el que se comerciaba con tejidos durante la época dorada de Ypres, ciudad que llegó a tener más habitantes que Londres en la Edad Media. Su impresionante campanario civil gustará a todos, incluso a los que ya hemos visto más de uno fruto de vivir en Bélgica. Pero es la puerta de Menin la auténtica protagonista de la ciudad. Aquí se encuentran grabados los nombres de los casi 55,000 soldados de la Commonwealth muertos en las batallas de Flandes cuyos cuerpos nunca fueron encontrados. Esta gigantesca construcción preside cada día a las 20 horas el toque de silencio, establecido para recordar a los muertos de la Gran Guerra. Esta obra neoclásica se colocó en mitad de las históricas murallas de trescientos años de antigüedad - construídas por el ingeniero francés Vauban.
Como se trataba del cien aniversario del inicio de las contiendas, tres estudiantes del Colegio de Europa depositaron una corona de flores durante el toque, en representación de toda la institución. En la actualidad, los jóvenes europeos convivimos, estudiamos y nos divertimos juntos, intentando aprender a construir una Unión Europea mejor. Todo muy diferente a la situación de hace cien años, cuando jóvenes alemanes, franceses, británicos y belgas se mataban en este mismo lugar, poniendo fin a todos sus sueños y aspiraciones, hundidos en un paisaje de lodo, desesperación, crueldad y sobretodo, estupidez. La rabia y tristeza hacia las élites que empujaron a estos jóvenes a la guerra no puede ser olvidada. Toda una generación perdida por causa de las entelequias nacionalistas y alianzas no calculadas de unos pocos. Cómo dijo Rudyard Kipling, escritor británico: "if any question why we died, ask them, because our fathers lied".
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