Una de las excursiones más fáciles de hacer desde Baku si disponéis de coche es a la árida región del Gobustán, al sur de la ciudad. Yo tuve la suerte que mis amigos me llevaron un día a visitar el parque nacional, donde se encuentra museo dedicado a los restos arqueológicos prehistóricos presentes en una montaña de la región, llena de grutas, que fueron habitadas por tribus cazadoras que dejaron más de 6000 grabados en la roca, la mayoría representando animales o personas realizando diferentes actividades. Toda la zona es considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Tras recorrer parte de la costa del Caspio al sur de Baku llegamos a una gran planicie, de clima seco pero con algún árbol aquí y allá. Nos internamos en el parque nacional empezando la visita en las nuevas instalaciones museísticas donde se explican los restos que vamos a visitar, la forma de vida de las tribus que realizaron estos dibujos prehistóricos, y sus posibles significados. Me gustó el gran rigor del museo, ya que proponía hasta cuatro posibles significados a diferentes dibujos, contraponiendo teorías de diversos historiadores, antropólogos y arqueólogos. Por ejemplo, uno de los grabados más curiosos muestra canoas o barcos con personas remando. Para algunos expertos, estas representaciones muestran la importancia de la pesca en la economía local así como el transporte por vía marítima. Otros académicos enfatizan el significado espiritual de estos petroglifos incidiendo en la representación de creencias religiosas asociadas al culto al sol, en la que el alma de los muertos se llevaría al otro mundo gracias a barcos solares.
Tras el museo, montamos en el coche de nuevo para empinar hacia la meseta donde miles de petroglifos muestran la evolución del arte rupestre a lo largo de 40.000 anos. Los grabados son además una muestra de como esta región tuvo un clima mucho más húmedo en la antigüedad y donde vivía muchísima fauna y flora. Curiosas son las representaciones de delfines, animales que no existen en el Caspio pero si en el Mediterráneo, situado a cientos de kilómetros de esta región. Me impactó el tamano y variedad de las representaciones, muchas de las cuales se conservan en muy buen estado. Algunas se encuentran ocultas en grutas naturales mientras que otras se ven a simple vista. En panorama del valle y el mar desde la meseta era también hermoso. Además de los grabados, existen en las rocas del suelo algo más de 400 boles excavados que podrían haber sido usados para recolectar agua de lluvia, guardar pigmentos, cocinar o incluso recoger sangre de animales sacrificados en rituales religiosos. Algunos historiadores incluso apuntan a que puedan simbolizar el cosmos y las constelaciones o conmemoren a los muertos.
Tras visitar la escarpada zona, llena de turistas locales, pensamos ir a visitar los volcanes de barro. Si embargo, el complicado acceso a la zona, que requiere de vehículos todoterreno, hizo que finalmente no pudiera visitarla. Una lástima. Espero poder volver alguna día a Azerbaiyán para visitar esa región cercaba a Gobustán y apreciar tan curioso fenómeno geológico.
Tras recorrer parte de la costa del Caspio al sur de Baku llegamos a una gran planicie, de clima seco pero con algún árbol aquí y allá. Nos internamos en el parque nacional empezando la visita en las nuevas instalaciones museísticas donde se explican los restos que vamos a visitar, la forma de vida de las tribus que realizaron estos dibujos prehistóricos, y sus posibles significados. Me gustó el gran rigor del museo, ya que proponía hasta cuatro posibles significados a diferentes dibujos, contraponiendo teorías de diversos historiadores, antropólogos y arqueólogos. Por ejemplo, uno de los grabados más curiosos muestra canoas o barcos con personas remando. Para algunos expertos, estas representaciones muestran la importancia de la pesca en la economía local así como el transporte por vía marítima. Otros académicos enfatizan el significado espiritual de estos petroglifos incidiendo en la representación de creencias religiosas asociadas al culto al sol, en la que el alma de los muertos se llevaría al otro mundo gracias a barcos solares.
Tras el museo, montamos en el coche de nuevo para empinar hacia la meseta donde miles de petroglifos muestran la evolución del arte rupestre a lo largo de 40.000 anos. Los grabados son además una muestra de como esta región tuvo un clima mucho más húmedo en la antigüedad y donde vivía muchísima fauna y flora. Curiosas son las representaciones de delfines, animales que no existen en el Caspio pero si en el Mediterráneo, situado a cientos de kilómetros de esta región. Me impactó el tamano y variedad de las representaciones, muchas de las cuales se conservan en muy buen estado. Algunas se encuentran ocultas en grutas naturales mientras que otras se ven a simple vista. En panorama del valle y el mar desde la meseta era también hermoso. Además de los grabados, existen en las rocas del suelo algo más de 400 boles excavados que podrían haber sido usados para recolectar agua de lluvia, guardar pigmentos, cocinar o incluso recoger sangre de animales sacrificados en rituales religiosos. Algunos historiadores incluso apuntan a que puedan simbolizar el cosmos y las constelaciones o conmemoren a los muertos.
Tras visitar la escarpada zona, llena de turistas locales, pensamos ir a visitar los volcanes de barro. Si embargo, el complicado acceso a la zona, que requiere de vehículos todoterreno, hizo que finalmente no pudiera visitarla. Una lástima. Espero poder volver alguna día a Azerbaiyán para visitar esa región cercaba a Gobustán y apreciar tan curioso fenómeno geológico.
En cualquier caso, el hambre apretaba, así que nos dirigimos a un simpático restaurante en la costa, muy rocosa. La zona al aire libre estaba llena de familias y grupos de amigos. El restaurante no disponía de carta: de plato principal está el pescado del día a la parrilla. De entrantes, el camarero llegó con una bandeja gigante llena de diferentes opciones de las cuáles uno iba seleccionando. Nosotros cogimos la berenjena ahumada a la barbacoa, la tradicional ensalada de pepinos, tomates y hierbas aromáticas, varias salsas tradicionales para el pescado (mi favorita fue la de ciruela agria), panes de diversos tipos, patatas fritas y unos pimientos al vinagre.
Mientras disfrutábamos del banquete al sol, con el sonido del mar de fondo, en una montaña había escrito en grandes letras en blanco (y en azerí por supuesto) "No olvidéis Karabaj". O eso me dijeron. El susodicho mensaje fue la excusa perfecta para obtener el punto de vista local acerca de este conflicto que amenaza con enquistarse en la región. Las montañas de Karabaj, una región de Azerbaiyán mayoritariamente habitada por armenios, declaró su voluntad de autodeterminarse tras el colapso de la URSS. En un momento de debilidad azerí y falta de liderazgo nacional, el nuevo Ejército armenio decidió invadir la región para apoyar a la mayoría de habitantes de Karabaj en sus ansias independentistas. Los azeríes fueron expulsados de la región y finalmente esta proclamó su independencia siendo reconocida únicamente por Armenia. Matanzas de armenios en otras regiones de Azerbaiyán, especialmente en Bakú, atizaron el conflicto. La guerra de Nagorno-Karabaj acabó con un alto el fuego en 1994. Para ese entonces, el Ejército armenio, además de asegurar el control de Karabaj, y por tanto garantizar a la nueva república su independencia de facto, ocupó otras regiones azeríes de alrededor, especialmente las que separan Karabaj de Armenia. Argumentan que la ocupación se hacen con el fin de garantizar la seguridad de Nagorno-Karabaj y que no se retirarán hasta que se alcance un acuerdo de paz justo con Azerbaiyán. En 2016 nuevos enfrentamientos causaron algo más de 200 muertos entre ambos ejércitos. Rusia apoya a Armenia en este conflicto aunque también media con Azerbaiyán. Los muertos y las heridas siguen muy abiertas en tanto miles de refugiados azerís no pueden regresar a sus casas en Karabaj ni visitar las tumbas de sus antepasados.
De postre y como cierre de la conversación, el omnipresente té negro, bebida nacional. En un solo día recorrí gran parte de la historia de esta parte del mundo: de la prehistoria hasta el conflicto actual con Armenia. Curioso es que el nombre de Azerbaiyán viene del farsi, y significa Tierra del Fuego Sagrado, en clara referencia a los gigantescos depósitos de gas y petróleo que se acumulan bajo sus tierras y aguas. Es por eso que nuestra siguiente visita antes de volver a Baku eran los inmensos campos de petróleo, famosos por aparecer en la película The World is Not Enough de James Bond. Las torres de perforación ofrecían un hipnótico panorama con su movimiento candente y pausado en la extracción petrolera.
Acabamos el día paseando por el inmenso paseo marítimo de Baku. Cuando cayó la noche, nos dirigimos a la pequeña estación central de ferrocarriles. Esa noche tomábamos el tren-cama nocturno a Sheki.
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