La capital de la "Sereníssima República"
Venecia es un sueño. Es como estar en el decorado de una película. No sorprende, por tanto, que ríos de turistas la inunden durante todos los meses del año. Fundada en el siglo V, esta ciudad lacustre comprende 118 islotes. Desde el siglo X se convirtió en una gran potencia marítima, condición en la que se mantuvo hasta las ocupaciones francesas y austriacas durante el siglo XIX. Venecia es, en su conjunto, una obra maestra de la arquitectura y hasta los más pequeños de sus monumentos albergan obras de los más grandes artistas de todos los tiempos, como Giorgione, Tiziano, Veronés y Tintoretto, entre otros. Arquitectos clave del Renacimiento como Palladio o contemporáneos como Tadao Ando o Calatrava también cuenta con obras arquitectónicas en la ciudad.
Además, también es una ciudad importante para la Cristiandad. Por un lado, reposan en Venecia los restos de Santa Lucía, mártir siracusana, en una de las capillas de la imponente iglesia de San Jeremías, al lado del puente de las agujas (guglie). Esta santa es venerada por católicos, ortodoxos y luteranos. Además de ser la patrona de ciegos y modistas, entre otras profesiones, su festividad se celebra especialmente en Suecia y Finlandia. Pero sobretodo, Venecia es clave por albergar los restos del Evangelista San Marcos, patrón de la ciudad y de la antigua República. Sus reliquias se encuentran en la catedral de San Marcos de la plaza homónima. Fueron extraídos de Alejandría por dos comerciantes venecianos que se los llevaron a su ciudad en el siglo IX.
La plaza de San Marcos, única en la ciudad en tener dicho nomenclatura (al resto de plazas se les llama como "campo"), se convirtió en el centro político, económico, social, cultural y religioso de la ciudad. La preside la extraordinaria catedral, uno de los pocos ejemplos de arte bizantino en Occidente, símbolo de las estrechas relaciones de Venecia con el antiguo Imperio Bizantino, y especialmente con la antigua Constantinopla, Bizancio y hoy Estambul. Esta joya arquitectónica nos recordará a Santa Sofía en Estambul, tanto por sus mosaicos dorados como sobretodo por las cúpulas por la parte interior. La principal diferencia con ella son las cúpulas en su parte exterior, a las que se les hizo un añadido con estructura de madera y plomo para darles su actual forma. De su impresionante fachada destacan los cuatro caballos de cobre, que fueron robados por los venecianos del hipódromo de Constantinopla tras su conquista en el siglo XIII en el marco de la Cuarta Cruzada. Su gigantesco campanario, otro de los símbolos de la ciudad, es ahora una reproducción exacta de 1912 del original del siglo XVI, que se desplomó en 1902. Se trata del edificio más alto de la ciudad.
El Palacio Ducal, justo al lado de la catedral, destaca por su combinación de mármol blanco y rosa y por su bella columnata gótica y elegantes balcones. Allí residía el gobierno de la República, admirado por su estabilidad basada en la combinación de los tres sistemas clásicos. Por un lado la monarquía, en forma de un Duque elegido de forma vitalicia por un consejo de 40 ciudadanos elegidos al azar, que utilizaba instrumentos de la democracia. Y por otro la aristocracia, representada en el Consejo de los Diez, con un patricio de cada barrio de la ciudad. Las tres instituciones formaban la Signoria, que representaba la continuidad de la República. Además de controles entre estas tres instituciones, también existían otras como un Senado, que se ocupaba de la política exterior y un Tribunal Supremo, centrado en garantizar la seguridad interior. Maquiavelo se refirió a Venecia como la más excelente entre las repúblicas modernas y lo cierto es que este sistema de división del poder le dio siglos de estabilidad y prosperidad a la ciudad-estado. La plaza y especialmente el palacio estaban pensados para impresionar a los visitantes, que necesariamente debían llegar a Venecia a través de este lugar, núcleo desde el que Venecia, reina del Adriático, llegó a gobernar medio Mediterráneo. Tanto de día como de noche, desde tierra o desde el agua, es difícil dejar de admirar su belleza.
Frente a la plaza de San Marcos se encuentra una isla en la que visitar la gigantesca iglesia de San Giorgio Maggiore, obra de Palladio, en la que, por primera vez, el famoso arquitecto de Vicenza dio con la clave de como adaptar una fachada que imitaba los templos clásicos con la estructura de tres naves de las iglesias cristianas. Su serenidad y proporcionalidad interior reflejan la obsesión del arquitecto con la perfección. Además, en su interior podremos admirar las dos últimas obras de Tintoretto: la recogida del maná, a un lado del altar mayor, y la última cena, al otro lado. Este último cuadro se considera la obra maestra del pintor italiano. Su tratamiento de la luz, perspectiva y formas distorsionadas la convierten en un claro ejemplo de pintura barroca. Esta iglesia cuenta con un campanario muy parecido al de San Marcos, al cual también se puede subir y hay menos espera.
Además de la plaza de San Marcos, el otro punto imprescindible es el gran canal, arteria principal de esta ciudad acuática. Con forma de "S", está jalonado de palacios góticos y bizatinos, conectando la plaza de San Marcos con la estación de tren de Santa Lucía, el único punto de conexión de la ciudad con tierra firme. Algunos lo recorren en góndolas, para ver también los pequeños canales de Venecia, más de 150. Pero lo más sencillo es subirse al vaporetto número uno en alguna de las dos paradas iniciales y sentarse en los lugares al frente del barco, para disfrutar del bullicio del gran canal, con los otros vaporettos y góndolas pasando, además de barcos-ambulancia, policía, lanchas-taxis e incluso botes con carga o los que recogen la basura. El momento culmen llegará al pasar por debajo del famoso puente de Rialto, el más antiguo de la ciudad, de finales del siglo XVI.
Además, también es una ciudad importante para la Cristiandad. Por un lado, reposan en Venecia los restos de Santa Lucía, mártir siracusana, en una de las capillas de la imponente iglesia de San Jeremías, al lado del puente de las agujas (guglie). Esta santa es venerada por católicos, ortodoxos y luteranos. Además de ser la patrona de ciegos y modistas, entre otras profesiones, su festividad se celebra especialmente en Suecia y Finlandia. Pero sobretodo, Venecia es clave por albergar los restos del Evangelista San Marcos, patrón de la ciudad y de la antigua República. Sus reliquias se encuentran en la catedral de San Marcos de la plaza homónima. Fueron extraídos de Alejandría por dos comerciantes venecianos que se los llevaron a su ciudad en el siglo IX.
La plaza de San Marcos, única en la ciudad en tener dicho nomenclatura (al resto de plazas se les llama como "campo"), se convirtió en el centro político, económico, social, cultural y religioso de la ciudad. La preside la extraordinaria catedral, uno de los pocos ejemplos de arte bizantino en Occidente, símbolo de las estrechas relaciones de Venecia con el antiguo Imperio Bizantino, y especialmente con la antigua Constantinopla, Bizancio y hoy Estambul. Esta joya arquitectónica nos recordará a Santa Sofía en Estambul, tanto por sus mosaicos dorados como sobretodo por las cúpulas por la parte interior. La principal diferencia con ella son las cúpulas en su parte exterior, a las que se les hizo un añadido con estructura de madera y plomo para darles su actual forma. De su impresionante fachada destacan los cuatro caballos de cobre, que fueron robados por los venecianos del hipódromo de Constantinopla tras su conquista en el siglo XIII en el marco de la Cuarta Cruzada. Su gigantesco campanario, otro de los símbolos de la ciudad, es ahora una reproducción exacta de 1912 del original del siglo XVI, que se desplomó en 1902. Se trata del edificio más alto de la ciudad.
El Palacio Ducal, justo al lado de la catedral, destaca por su combinación de mármol blanco y rosa y por su bella columnata gótica y elegantes balcones. Allí residía el gobierno de la República, admirado por su estabilidad basada en la combinación de los tres sistemas clásicos. Por un lado la monarquía, en forma de un Duque elegido de forma vitalicia por un consejo de 40 ciudadanos elegidos al azar, que utilizaba instrumentos de la democracia. Y por otro la aristocracia, representada en el Consejo de los Diez, con un patricio de cada barrio de la ciudad. Las tres instituciones formaban la Signoria, que representaba la continuidad de la República. Además de controles entre estas tres instituciones, también existían otras como un Senado, que se ocupaba de la política exterior y un Tribunal Supremo, centrado en garantizar la seguridad interior. Maquiavelo se refirió a Venecia como la más excelente entre las repúblicas modernas y lo cierto es que este sistema de división del poder le dio siglos de estabilidad y prosperidad a la ciudad-estado. La plaza y especialmente el palacio estaban pensados para impresionar a los visitantes, que necesariamente debían llegar a Venecia a través de este lugar, núcleo desde el que Venecia, reina del Adriático, llegó a gobernar medio Mediterráneo. Tanto de día como de noche, desde tierra o desde el agua, es difícil dejar de admirar su belleza.
Frente a la plaza de San Marcos se encuentra una isla en la que visitar la gigantesca iglesia de San Giorgio Maggiore, obra de Palladio, en la que, por primera vez, el famoso arquitecto de Vicenza dio con la clave de como adaptar una fachada que imitaba los templos clásicos con la estructura de tres naves de las iglesias cristianas. Su serenidad y proporcionalidad interior reflejan la obsesión del arquitecto con la perfección. Además, en su interior podremos admirar las dos últimas obras de Tintoretto: la recogida del maná, a un lado del altar mayor, y la última cena, al otro lado. Este último cuadro se considera la obra maestra del pintor italiano. Su tratamiento de la luz, perspectiva y formas distorsionadas la convierten en un claro ejemplo de pintura barroca. Esta iglesia cuenta con un campanario muy parecido al de San Marcos, al cual también se puede subir y hay menos espera.
Además de la plaza de San Marcos, el otro punto imprescindible es el gran canal, arteria principal de esta ciudad acuática. Con forma de "S", está jalonado de palacios góticos y bizatinos, conectando la plaza de San Marcos con la estación de tren de Santa Lucía, el único punto de conexión de la ciudad con tierra firme. Algunos lo recorren en góndolas, para ver también los pequeños canales de Venecia, más de 150. Pero lo más sencillo es subirse al vaporetto número uno en alguna de las dos paradas iniciales y sentarse en los lugares al frente del barco, para disfrutar del bullicio del gran canal, con los otros vaporettos y góndolas pasando, además de barcos-ambulancia, policía, lanchas-taxis e incluso botes con carga o los que recogen la basura. El momento culmen llegará al pasar por debajo del famoso puente de Rialto, el más antiguo de la ciudad, de finales del siglo XVI.
Una de las más conocidas tradiciones venecianas es el bacari, es decir, ir de bar en bar probando vinos y cicchetti (las tapas venecianas). Probamos varias, pero la que más me gustó fue el bacarando "In Corte dell´Orso", no solo por su buen ambiente o su muy amable personal, sino también por sus precios justos y la variedad de delicosos ciccheti: además de los crostini (trozos de crujiente pan con salami, quesos, verduras o cremas a base de bacalao), también había mozzarella rebozada, calamares, gambas, sepia y otras delicias como alcachofas de temporada.
Justo al lado está la "gelacoteca Suso", donde degustar alguno de sus estupendos helados, muchos creaciones únicas, y todos deliciosos. Aunque era invierno, no pudimos resistirnos. Recomiendo especialmente el sabor "Manet", que son capas de helado cremoso de pistacho salado cubiertas de gianduja, una pasta de chocolate que contiene sobre un 30% de pasta de avellana y que se parece mucho a la Nutella.
Finalmente, no podía dejar Venecia sin probar su plato estrella: las "sarde in saor", sardinas fritas sazonadas con cebollas agridulces cocinadas en vinagre y aceite. Esta receta surgió de la necesidad de los pescadores venecianos de almacenar comida en sus barcos durante largas temporadas de pesca. Las comí en la rosticceria San Bartolomeo y me parecieron deliciosas, acompañadas de polenta hervida.
Murano y Burano
Además del centro histórico de Venecia, la laguna cuenta con algunas joyas que vale la pena visitar. Nosotros pudimos ir a Murano y a Burano. Por un lado, Murano es otra de las islas pertenecientes a la ciudad, famosa en el mundo entero por sus artesanos del cristal. Para una demostración de esta centenaria artesanía optamos por la Vetreria Murano, donde visitamos varios hornos donde un maestro del vidrio realizó un ejemplo de la técnica del vidrio soplado con el que realizó en pocos segundos un caballo de cristal. El guía va explicando el proceso paso a paso, siendo lo más impresionante los 1000 grados que alcanza el cristal en los hornos para poder lograrse su estado líquido y como luego el artesano lo sopla primero, a través de un tubo y lo moldea después con pinzas como si fuese plastilina.
Tras ello, continuamos en otro vaporetto a Burano, otra de las islas, mucho más alejada, conocida por sus casitas de diferentes colores, que los pescadores pintaban para reconocerlas desde lejos. Abarrotada de turistas, sus pequeños canales son extremadamente fotogénicos. Llama la atención el campanario de su única iglesia, inclinado debido a que se construyó sobre suelos inestables en una isla. En sus diferentes pastelerías se pueden degustar los buranelli, unas galletas amarillas muy ricas de sabor a limón y mantequilla. Burano también es famosa por la artesanía de encaje de hilo. Pero cuidado porque la mayoría de encajes que venden en las tiendas de recuerdos son hechos en China. Los verdaderos encajes de Burano son caros y difíciles de encontrar.
Esta visita, como tenía la nochevieja en medio, y además hizo un tiempo estupendo de cielos azules y sol, opté por no visitar ninguno de los museos que ofrece Venecia. Por tanto, tendré que volver a esta ciudad tan artística, ojalá durante su célebre bienal artística. Por cierto, el castillo de fuegos artificiales de medianoche en la laguna de Venecia no estuvo mal, pero no fue gran cosa.
Padua
Justo al lado está la "gelacoteca Suso", donde degustar alguno de sus estupendos helados, muchos creaciones únicas, y todos deliciosos. Aunque era invierno, no pudimos resistirnos. Recomiendo especialmente el sabor "Manet", que son capas de helado cremoso de pistacho salado cubiertas de gianduja, una pasta de chocolate que contiene sobre un 30% de pasta de avellana y que se parece mucho a la Nutella.
Finalmente, no podía dejar Venecia sin probar su plato estrella: las "sarde in saor", sardinas fritas sazonadas con cebollas agridulces cocinadas en vinagre y aceite. Esta receta surgió de la necesidad de los pescadores venecianos de almacenar comida en sus barcos durante largas temporadas de pesca. Las comí en la rosticceria San Bartolomeo y me parecieron deliciosas, acompañadas de polenta hervida.
Además del centro histórico de Venecia, la laguna cuenta con algunas joyas que vale la pena visitar. Nosotros pudimos ir a Murano y a Burano. Por un lado, Murano es otra de las islas pertenecientes a la ciudad, famosa en el mundo entero por sus artesanos del cristal. Para una demostración de esta centenaria artesanía optamos por la Vetreria Murano, donde visitamos varios hornos donde un maestro del vidrio realizó un ejemplo de la técnica del vidrio soplado con el que realizó en pocos segundos un caballo de cristal. El guía va explicando el proceso paso a paso, siendo lo más impresionante los 1000 grados que alcanza el cristal en los hornos para poder lograrse su estado líquido y como luego el artesano lo sopla primero, a través de un tubo y lo moldea después con pinzas como si fuese plastilina.
Tras ello, continuamos en otro vaporetto a Burano, otra de las islas, mucho más alejada, conocida por sus casitas de diferentes colores, que los pescadores pintaban para reconocerlas desde lejos. Abarrotada de turistas, sus pequeños canales son extremadamente fotogénicos. Llama la atención el campanario de su única iglesia, inclinado debido a que se construyó sobre suelos inestables en una isla. En sus diferentes pastelerías se pueden degustar los buranelli, unas galletas amarillas muy ricas de sabor a limón y mantequilla. Burano también es famosa por la artesanía de encaje de hilo. Pero cuidado porque la mayoría de encajes que venden en las tiendas de recuerdos son hechos en China. Los verdaderos encajes de Burano son caros y difíciles de encontrar.
Esta visita, como tenía la nochevieja en medio, y además hizo un tiempo estupendo de cielos azules y sol, opté por no visitar ninguno de los museos que ofrece Venecia. Por tanto, tendré que volver a esta ciudad tan artística, ojalá durante su célebre bienal artística. Por cierto, el castillo de fuegos artificiales de medianoche en la laguna de Venecia no estuvo mal, pero no fue gran cosa.
Esta ciudad véneta ofrece animadas plazas con mercados, la segunda universidad más antigua del mundo, el primer jardín botánico de la humanidad, la obra maestra de Giotto y sobretodo, la gigantesca basílica del siglo XIII en honor a San Antonio de Padua. Además, como un amigo es de allí, aproveché para visitarle unos días y descubrir esta bella ciudad.
Además de pasear por su agradable centro histórico, la joya de la corona de la ciudad es la capilla Scrovegni. En ella, Giotto pintó su obra maestra a principios del siglo XIV: 38 escenas bíblicas que transformaron la pintura a final de la Edad Media y abrieron el camino a las nuevas técnicas del Renacimiento. El realismo, las emociones y sobretodo el poder de los colores anticipaban la revolución artística que vendría décadas después. Para visitarla hay que comprar la entrada con 72 horas de antelación como mínimo (es decir, tres días) y elegir la franja horaria en la que hacerlo, ya que solo se puede entrar a la capilla en turnos de 30 minutos. Si por lo que fuere os olvidasteis o no lo planificasteis, acudid de todos modos a las taquillas a partir de las cinco de la tarde por si quedaran algunas entradas sin vender. Yo tuve suerte.
La característica más llamativa de la capilla es su azul cobalto plagado de las famosas estrellas que pintó Giotto y que hoy son un símbolo de la ciudad. De hecho, hasta el tapizado de los asientos de los tranvías tienen este estampado. Además de las 38 escenas bíblicas, la capilla está presidida por un gigantesco fresco representando el Juicio Final, con el cielo y el infierno, destacando la representación de Satán y el hecho de que uno de los condenados sea un Papa (se distingue por su mitra papal). Lo que nunca desveló Giotto fue a que Papa se refería.
Además de la capilla, Padua también es sede de gigantescas iglesias, destacando la enorme basílica de San Antonio, de estilo románico, con enormes cúpulas bizantinas y campanarios que recuerdan más bien a minaretes islámicos. Se alzó para acoger las reliquias del Santo, expuestas en la capilla más grande, destacando su lengua incorrupta, su quijada y sus cuerdas vocales. Cientos de devotos de toda la Cristiandad abarrotan la basílica cada día para pedirle al Santo, en cuya tumba se amontonan fotografías de las personas agradecidas por haber cumplido con sus peticiones. En las pastelerías cercanas degusté el dulce del Santo, compuesto por una base de hojaldre crujiente rellena de mermelada de albaricoque, naranja confitada y cubierta con bizcocho de almendras.
Finalmente, Padua cuenta con la segunda universidad más antigua del mundo. Y de hecho, su jardín botánico es el primero de la historia, creado en 1545. Por ello, la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad. Ha conservado su trazado primigenio formado por un terreno circular, símbolo del mundo, rodeado por un anillo de agua. Cada zona cuenta con distintos tipos de plantas: alimentarias, venenosas, curativas... Con el correr del tiempo se le fueron agregando pórticos ornamentales y balaustradas así como instalaciones de bombeo de agua e invernaderos. El jardín sigue cumpliendo su función original de centro de investigación científica. Desde hace unos años se le ha añadido una gran zona nueva compuesta por un macro invernadero dividido en cuatro zonas, en las que a través de mecanismos de temperatura y humedad se recrean las condiciones de entornos tropicales, subtropicales o áridos, para albergar aún más variedades botánicas y permitir a los estudiantes universitarios aumentar su conocimiento de las mismas. Disfruté mucho visitando estas instalaciones didácticas, así como los antiguos invernaderos en los que tienen una colección de plantas carnívoras.
Finalmente, paseamos por la ciudad, disfrutando de sus bellas plazas como la dei Signori, della Frutta y della Erbe, en esta última con el bello Palacio de la Razón, su mercado de productos locales en los bajos y el célebre Bar Nazionale, en el que degustar diferentes variedades de tramezzino, que son sándwiches que por el corte realizado se presenta de forma triangular al que se les ha quitado la cáscara tostada. Allí los rellenan tanto de lo tradicional en el norte de Italia así como de elementos de temporada como la achicoria roja o la alcachofa, acompañados de jamón dulce o mortadela boloñesa, entre otros. Y para beber, nada mejor que un Aperol Spritz, cóctel con el Aperol como protagonista, licor a base de naranja amarga y ruibarbo, producido en la propia Padua.
Vale la pena visitar también el Prato della Valle, la plaza más grande de Italia, con una isla verde en el centro rodeada por un pequeño canal bordeado por dos anillos de estatuas de personalidades italianas.
Una de las cenas fue en la Enoteca dei Tadi, restaurante que ofrece comidas y vinos del Véneto y las regiones vecinas. Cocinan con calidad y su personal fue muy amable. Cuenta con una variedad de vinos buenísimos: nosotros probamos un vino tinto de Verona estupendo. Cómo entrante un queso frito del Friuli acompañado de speck del Tirol. Como plato principal pedimos bacalao, la especialidad del Veneto, en este caso a la vicentina (con una salsa de leche, cebolla y ajo) acompañado de polenta a la parrilla.
En casa de mi amigo Andrea probé el baccalà mantecato, la forma de preparar el bacalao de la región, cocinado y reducido a crema con abundante aceite, ajo y perejil. Finalmente, fui a una pizzería de Padua buenísima: Da Pino, con un gran ambiente y un servicio impecable. Su carta de pizzas ofrece una lista que cambia con cada temporada según los ingredientes disponibles. Como era invierno, servían unas pizzas con la alcachofa como punto central y otras con radicchio (achicoria roja), de las que pedimos una acompañada de casatella, un queso de Treviso. Y para beber, cervezas artesanales de la región del Véneto.
Verona
Brevemente, en un intercambio de más de dos horas en la estación de Verona, también pude visitar su principal arteria, el elegante Corso Porta Nuova, así como la Piazza Brà, presidida por la arena de Verona, un enorme anfiteatro romano.
Allí compré uno de los deliciosos pandoros tradicionales veroneses y probé la torta rusa de Verona en la histórica pasticceria Barini. Esta torta fue inventada por un chef italiano de repostería que trabajaba en Odessa. Se compone de un corazón de almendras trabajadas muy finas combinadas con azúcar recubierto con un hojaldre fresco preparado a mano. Volveré a esta ciudad para explorar su centro histórico, especialmente las casas de Romeo y Julieta.
El Véneto es una región italiana con gran personalidad y de un gigantesco interés. Su rica historia ha dejado un conjunto de ciudades y pueblos bellísimos, cargados de arte, cultura y gastronomía.Volveré pronto para profundizar en Venecia y visitar también Vicenza y Treviso, entre otras localidades.
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