Si 2020 fue sedentario, 2021 lo ha sido aún más. La vuelta de las restricciones a muchos países del mundo y las obligaciones laborales restringieron mis viajes y casi me dejan sin salir de Europa por primera vez en muchos años.
2021 empezó en una Bruselas confinada, donde solo se podía salir a la calle unas horas y con una ciudad a medio gas. Pero nuestra cena en casa entre amigos fue divertida y además me dio tiempo a callejear por barrios de la capital europea que no conocía, como las plaza de Flagey o el estanque de Ixelles. También pude visitar el Museo de Europa, muy interesante. Y volví a Brujas, cinco años después de mi inolvidable año en mi querido Colegio de Europa.
Tras pasar Reyes en Valencia, tuve que esperar un par de días a que despejaran las vías puesto que el temporal Filomena dejó una nevada histórica que hizo que recorrer mi calle con maletas me llevara más de media hora (los coches no podían pasar por la gigantesca capa de nieve.
Aproveché para conocer mejor Madrid y su región, como las escapada que hice a Chinchón o a Aranjuez. También pude volver un día a la bella Peníscola y pasar otros tantos en la Canarias, descubriendo la soleada costa sur de Tenerife y la tranquila isla de La Gomera, con el impresionante parque nacional del Garajonay.Fui por primera vez a Mallorca, la última isla balear que aún no conocía: y qué descubrimiento. Es una isla tan bonita, con una gastronomía tan espectacular, unas playas tan inolvidables y unos paisajes y pueblos tan chulos que estoy seguro que acabaré volviendo muy pronto.
También volví otros tantos días a mi amada Costa Brava, otro lugar impresionante, de nuevo al Baix Empordà, pero esta vez a Begur y sus playas, así como los adorables Pals o Peratallada. Calas turquesas con fuerte olor a pino, gastronomía de nivel y pueblecitos de cuento. No falla. También pude pasar un día por el bello casco histórico de Girona, otro descubrimiento.
Y por fin, tras siete meses sin salir de España, algo rarísimo en mi, hice una escapada al norte de Portugal, para descubrir las agradables ciudades de Porto y Guimarães. ¡Qué fresco hacía en pleno julio!
Y tras los días de rigor en La Canyada, volví a Ibiza, isla a la que siempre volver, y donde descubrí nuevas playas en el norte así como el impresionante mirador de Es Vedrà, algo que no entiendo aún como no conocía de pasadas visitas.
Septiembre empezaba en Valladolid, por una boda, donde aproveché para hacer una visita guiada a esta capital con tan mala fama turística pero tantos tesoros que ofrece al que se digne a dedicarle tiempo. Y al fin de semana siguiente, otro boda me hizo descubrir Asturias, una de las pocas comunidades en las que aún no había estado. Concretamente fui a Gijón, su capital económica, ciudad obrera de gentes sinceras y comida deliciosa.Poco después añadía un nuevo país a mi lista: el principado de Mónaco, bonito pero mucho menos que otras localidades de la Costa Azul que me gustan muchísimo más, empezando por Saint-Tropez. Aún así, Mónaco es curioso de visitar, ya sea por la estrambótica zona del casino, por su glamurosa vida nocturna o por su interesante acuario. También hice una escapada un par de días a las vecinas Eze y Niza, con mucho más encanto que la artificial y cara Montecarlo.
Noviembre me sorprendió con inesperados viajes a tres lugares nuevos: Sevilla, Granada y la isla de La Palma. Sevilla me impactó: es una ciudad bellísima, llena de vida, llena de luz y color. Granada superó mis expectativas: que belleza el Albaicín y que tesoro es la Alhambra. Y finalmente, La Palma no la pude descubrir como se merece debido a que estuve varios días de trabajo. Aún así, pude ver en directo la erupción de Cumbre Vieja, y visitar algunas de las principales zonas cubiertas de cenizas, que impresionan muchísimo.
Diciembre me trajo el único viaje fuera de mi querido continente: volvía a África después de varios años, y lo hacía a la isla tanzana más famosa: Zanzíbar. La isla de las especias fue una pausa necesaria de sol y tranquilidad en unos meses muy estresantes en el trabajo. Volver al océano Índico tantos años después también fue muy bonito. Y disfrutar de esos cielos que solo África ofrece, también.El año acaba y empieza en Valencia, con planes truncados por el COVID, pero contento y agradecido con mi vida, y con muchos planes para 2022. No sé cuantos se podrán hacer, pero al menos por ahí rondan: Benidorm, Irán, Turín, California, Canadá son algunos nominados. Volver a París es casi seguro (imperdonable no haber visitado mi ciudad favorita en 2020) y también quiero descubrir las dos únicas comunidades en las que no he estado nunca: Extremadura y Cantabria. Tampoco descarto algunos días en Chipre o Túnez, para seguir descubriendo mi mar Mediterráneo. En cualquier caso, dejaré que la vida me vaya sorprendiendo y surjan nuevos destinos inesperados. De momento, me voy a descubrir la Catalunya Sud, visitando las tumbas de los reyes de la Corona de Aragón en Poblet, comerme una calçotada en Valls, ver el Ebro desembocar en el Mare Nostrum o descubrir la Tarraco imperial. De lo que podéis estar seguro es que os lo contaré todo por aquí, como siempre.
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