Cartagena de Indias, también conocida como la perla colombiana, ofrece un centro histórico restaurado, lleno de restaurantes increíbles, boutiques de productos de gran calidad y locales de fiesta con los DJ más modernos. Y además, cuenta con modernos barrios llenos de rascacielos y playas estupendas en islas dispersas por su bahía.
Fundada en 1533 por Pedro de Heredia, como Cartagena de Poniente (para diferenciarla de la Cartagena de Levante peninsular). fue arrasada por un incendio en 1552, por lo que desde entonces las autoridades solo permitieron el uso de piedra, ladrillo y teja como materiales de construcción. La ciudad se convirtió en el principal puerto español en al costa del Caribe y el más importante de Sudamérica. Aquí se almacenaba gran parte del oro que luego saldría rumbo a Europa. De esa reconstrucción es su actual Ciudad Vieja, de los siglos XVI y XVII, que nos muestra bellos edificios coloniales a todo color, rodeados de más de cuatro kilómetros de murallas, y llena de patios con vegetación frondosa, balcones de madera, preciosas mansiones, plazas con palmeras y bellas iglesias. No por casualidad, Cartagena es la joya turística de Colombia, la parada obligatoria. Y no por casualidad, su puerto, fortalezas y conjunto monumental fueron declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
Pasear por la ciudad es escuchar notas de cumbia, vallenato y champeta, ritmos afrocaribeños que nacieron aquí. De tanto en tanto os encontraréis también con una palenquera, mujeres que llevan frutas en sus cabezas
Llaman la atención las gruesas murallas, construidas para proteger a la ciudad tras repetidos ataques de ingleses y franceses; siendo el peor de todos el del pirata Francis Drake, que además de destrozar la catedral, dejó a la ciudad sin un ducado en 1586. Cartagena fue sitiada hasta en cinco ocasiones, pero tras la construcción de la muralla, el último gran intento inglés por tomar la plaza, capitaneado por el comandante Vernon en 1741, fracasó. Blas de Lezo, oficial de la Armada española, capitaneó una exitosa defensa donde tan solo 2,500 soldados poco adiestrados y mal equipados repelieron un ataque de una flota de 186 buques y 25,000 soldados de la Royal Navy. Por ello, se le considera el salvador de Cartagena: perdió un ojo, un brazo y una pierna en sus acciones defensivas.
En 1810, Cartagena fue de las primeras ciudades españolas en proclamar la independencia de España, lo que animó a Bogotá y otras localidades a hacer lo propio. Sin embargo, en 1815, las fuerzas españolas retomaron la ciudad tras cuatro meses de asedio. Poco después, en 1821, las tropas de Simón Bolívar tomaron la ciudad y la unieron a la Gran Colombia. La ciudad vivió una segunda etapa de crecimiento, atrayendo a inmigrantes judíos, italianos, turcos, franceses, libaneses y sirios. A partir de los años 80 del siglo XX volvió de nuevo el esplendor gracias al turismo de masas, con las construcción de barrios enteros con rascacielos blancos, que recuerdan a Miami o a Panamá, y donde miles de colombianos y extranjeros pasan sus vacaciones, disfrutando tanto de la ciudad vieja como de las paradisíacas playas que rodean la ciudad.
La ciudad amurallada
La primera parada de cualquier visitante debe ser el centro histórico: rodeado por 13 km de murallas coloniales, es un laberinto de calles adoquinadas, balcones con buganvillas, majestuosos palacios y enormes iglesias. La ciudad nació gracias a su puerto natural, resguardado en una bahía del mar Caribe. No por casualidad posee el conjunto de fortificaciones más completo de toda Sudamérica.
La ciudad original se dividía en tres barrios: el de San Pedro, con la catedral y numerosos palacios de estilo andaluz; el de San Diego, antiguo lugar de residencia de los mercaderes y la pequeña burguesía; y la barriada popular de Getsemaní.
El centro (San Pedro) es donde residían las clases altas. Aún hoy se pueden admirar los bellos palacetes, muchos de ellos hoteles actualmente.
Mi visita empezó por aquí, a través de la puerta del Reloj, de estilo republicano, que se construyó en 1888 con un reloj suizo. Cartagena creció originalmente gracias al comercio de oro, esclavos y azúcar. Hoy en día, esta herencia es muy visible, sobre todo en la mayor presencia de población afrocolombiana y en sus deliciosos dulces tradicionales. Detrás de la puerta del Reloj se encuentra la plaza de los coches, que hacía las veces de mercado de esclavos, con soportales conocidos como "le portal de los dulces", con puestos de artesanas que preparan las famosas cocadas, o dulces de coco al horno de diferentes sabores. No me resistí a comprar varios. Aproveché para desayunar las cartageneras arepas de huevo en la pastelería Mila, la más elegante de la ciudad. Pese a que se pueden encontrar en muchos puestos callejeros, en este local las sirven y presentan de forma excelente. Se notaban sus ingredientes de primera. la sirven con carne molida, tajaditas de queso criollo, salsa picante, pico de gallo y suero. Una pena que no probé sus dulces, porque se veían riquísimos. Si buscáis un ambiente agradable para una mañana de fin de semana de brunch, no dudéis.
Seguimos caminando hasta llegar al convento e iglesia de San Pedro Claver. Fundado por los jesuitas en el siglo XVII como convento de San Ignacio de Loyola, cambió de nombre en honor a este monje español que vivió y murió aquí. El "apóstol de los negros" o "esclavo de esclavos", pasó su vida cuidando de todos los que llegaban de África al puerto para ser vendidos. La alta sociedad de su época lo tenía por un loco, por bautizar y cuidar a "medio humanos sin alma" como eran considerados los africanos. En 1888, el Papa León XIII lo convirtió en la primera persona canonizada en el Nuevo Mundo.
En mitad de la frondosa plaza Bolívar se encuentra el Palacio de la Inquisición, con su bella entrada barroca de piedra con el escudo de armas español. En uno de sus lados hay una ventanita con la cruz encima donde los herejes eran denunciados. Si al menos tres personas coincidían en dicha denuncia, el Santo Oficio iniciaba su investigación. La magia, la brujería y la blasfemia eran los delitos más habituales. A los culpables se les sentenciaba a muerte en un auto de fe público, normalmente quemados en la hoguera, con un saldo de 800 personas ejecutadas en tres siglos. En esa misma plaza hay otro lugar mucho más alegre: se trata del "portal de las reinas", una parte soportalada de la acera con placas y fotos de las ganadoras de Miss Colombia a lo largo de los diferentes años, así como dos especialmente grandes para las dos únicas colombianas que han ganado Miss Universo.
Muchos de los antiguos palacetes y conventos de San Pedro son ahora restaurantes y clubs de moda. Personalmente probé el restaurante Candé, un elegante lugar para probar comida cartagenera de calidad con bellísima decoración, pero con mucho ruido, la música quizá muy alta. Pedimos patacones de anís de entrante, crema de langostas de primero (espectacular) y posta cartagenera de segundo (punta gorda cocinada a fuego lento con reducción de panela, especias, vegetales y vino tinto, acompañada de arroz de coco blanco y plátano en tentación). Durante la comida había como un show con trajes "no tan típicos" y bailes un poco reguleros. Demasiado turístico, deberían reformularlo para ofrecer un show realmente auténtico, parecía un poco un circo.
En San Diego, también en la ciudad amurallada, se concentraron a las clases medias. Las casas son más bajitas y más pequeñas aquí, pero igualmente bonitas y coloridas. Aquí también se encuentran locales interesantes, como por ejemplo "La Mulata", un agradable lugar para una comida informal. Para empezar, pedí un frío jugo de corozo y un delicioso consomé de pescado caliente con lima fresca por encima. De principal opté por un filete de pescado "marinero" con salsa dulce de coco, mezcla de mariscos, arroz de coco y plátano frito.
Finalmente, Getsemaní, fuera de la ciudad amurallada pero pegada a ella, concentró a la población negra (esclava o liberta) y eso se aprecia en su arquitectura más humilde. En los últimos años se está convirtiendo en un barrio de moda para cenar o tomar algo. Además, están abriendo numerosos hostels. Una pena que no me dio tiempo a visitarlo.
Islas del Rosario y la isla de Tierra Bomba.
Además de su casco histórico, Cartagena de Indias cuenta con enormes barrios de rascacielos blancos así como de islas paradisíacas a lo largo de su bahía. Bocagrande es el más exclusivo. Dos de las excursiones más populares que hace todo visitante son a las islas del Rosario así como a la isla de Tierrabomba. Ambas excursiones salen desde el muelle de La Bodeguita, desde donde salen varios operadores.
En Tierra Bomba hay varios resorts hoteleros que ofrecen pases de día a los que no se alojan allí. Y es una excelente opción para pasar un día en la playa con todas las comodidades y de paso salir de fiesta en las muchas que se organizan en sus playas. Nosotros optamos por Fénix Beach, donde además de tumbonas y sombrillas, nos proveerán con bebidas, deliciosa comida y cómodos baños y ducha. A media tarde ofrecieron una jornada para aprender a bailar la tradicional champeta. Y ya por la noche, se formó una auténtica fiesta de música house y electrónica. Un día redondo.
Para las islas del Rosario, lo más cómodo es alquilar una embarcación y un capitán con un grupo de amigos e ir recorriendo las diferentes islitas paradisíacas, cada una con sus diferentes especificidades. En una incluso podremos ver la mansión decomisada de un famoso narco. En general, Cartagena no tiene playas paradisíacas y lo más parecido a las mismas están en este archipiélago.
Me faltó descubrir Getsemaní, así como entrar a varios museos e iglesias a los que no tuve tiempo, por lo que seguro que acabaré volviendo a la perla colombiana.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada