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diumenge, 11 de gener del 2015

Museu Nacional d'Art de Catalunya - Barcelona

Para todos los amantes del arte Barcelona ofrece una variada oferta museística de primer nivel. Uno de los más importantes es el Museu Nacional d'Art de Catalunya (MNAC), que se encuentra en el antiguo Palacio de Montjuic, inaugurado para la Exposición Internacional de 1929. El Palacio se construyó para acoger y mostrar más de 5,000 obras de arte provenientes de toda España. 

Situado en lo alto del monte, el palacio preside de forma solemne la plaza de España. En conjunto del paisaje le da un aire monumental grandioso, que se refuerza con la gran avenida principal de la Fira de Barcelona (feria de muestras de la ciudad) y la elegante Font Màgica, que ofrece espectáculos nocturnos de luces y música.

Actualmente, el magnífico MNAC es un museo que recorre la historia del arte del territorio catalán arrancando en el románico (siglo XI) hasta llegar a la actualidad. De forma cronológica, con gran variedad de obras y de una manera amena y ordenada a través de obras clave, el museo nos dará una panorámica excelente de la historia del arte catalán. 

El MNAC empieza con una soberbia colección románica (una de las mejores del mundo) que incluye figuras sacras, retablos y sobretodo, frontales y pinturas murales, arrancadas de las iglesias pirenaicas para su mejor conservación y evitar los numerosos robos que han ido sufriendo. Sin duda, el que más impresiona es el ábside de Sant Climent de Taüll, una de las primeras obras que se estudian en historia del arte cuando se llega al románico. Su impresionante Pantócrator (Cristo en majestad) merece sentarse y admirarlo con tranquilidad. Es impresionante la figura hiératica de Jesús, sosteniendo un texto donde en latín dice "Yo soy la luz del mundo", rodeado de ángeles y los tetramorfos (las cuatro figuras que representan a los cuatro evangelistas).

Otra obra que destaca en la colección románica es el frontal del altar de la Seu d'Urgell, En ella se observan a la perfección las características del arte románico, empezando por la perspectiva jerárquica, la inexistencia de un fondo o la geometrización antinaturalista de las formas (exagerada en los pliegues de las ropas, por ejemplo). La excelente calidad de la policromía convierte esta pieza en excepcional.

Finalmente, la Majestad de Batlló muestra uno de los mejores ejemplos de escultural románica e imaginería medieval. Realizada en madera policromada, representa a Cristo crucificado en posición de majestad, es decir, sin rastro alguno de sufrimiento, vestido con ropajes solemnes y con los ojos abiertos, simbolizando su triunfo sobre la muerte.

La colección continúa con el arte gótico, donde nada más empezar se encuentran las pinturas murales de la conquista de Mallorca, una imagen muy conocida para mí. Originalmente estos frescos estaban en el Palacio Aguilar, y tras varios lugares han acabado en el MNAC. Ellos muestran hechos basados en las cuatro grandes crónicas que se escribieron narrando las conquistas del rey Jaume I "El Conquistador". En este caso se centran en Mallorca. Con un estilo gótico lineal, numerosas personalidades de la época están representadas, destacando el propio rey que se encuentra dibujado en el interior de su tienda real. 

La parte gótica incluye numerosas estátutas de la Virgen, así como retablos de gran calidad. Tal vez la tabla al óleo más famosa es la de la Mare de Déu dels Consellers, del valenciano Lluís Dalmau, en la que aparece la figura central de la Madre de Dios con el Niño, rodeada de cinco consejeros del gobierno municipal de Barcelona. En el fondo aparecen paisajes, algo que Jan Van Eyck le enseñó a Dalmau durante los cinco años que este último pasó en Flandes, por orden del rey Alfons IV "El Magnánimo".

Por último, me encantaron la serie de retratos de los reyes de Aragón, realizados por los valencianos Gonçal Peris Sarrià y Jaume Mateu, y que orginalmente se encontraban en la Casa de la Ciudad de Valencia. Cada uno de los cuatro cuadros muestran a Jaume I "El Conquistador", Alfons II "El Liberal", Pere III "El Ceremonioso" y Alfons IV "El Magnánimo.

Las salas que siguen se adentran en el Renacimiento y el Barroco, movimientos que a España llegaron desde la península itálica. En la colección destaca el cuadro de San Pedro y San Pablo, inconfundiblemente de El Greco, con sus formas alargadas. Por supuesto, la Inmaculada Concepción de Zurbarán es otro de los cuadros a los que no podréis quitar ojo por su magnificiencia y genial uso de la luz. Este cuadro se pintó en el contexto en el que el Concilio de Trento consagró la creencia en la Inmaculada Concepción, aunque sin hacer de ello dogma de fe. En España esta creencia siempre tuvo muchísimo fervor, de hecho desde el 8 de diciembre de 1644 se celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción. En el cuadro se presenta a la Virgen como el único ser humano que se libró del pecado original. Esta obra, de gran misticismo, resume a la perfección el Barroco español, muy vinculado a la Contrarreforma.

Finalmente, otra obra maestra es el martirio de San Bartolomé de Josep de Ribera, en el que el apóstol Bartolomé, en una posición muy incómoda, nos mira indefenso a los espectadores del cuadro, mientras un sádico verdugo le desuella con gran entusiasmo. El cuadro está lleno de alusiones simbólicas a la fábula del fauno Marsias.

Muchas de las obras fueron obtenidas por el MNAC gracias al legado dejado por Francesc Cambó, fundador de la Liga Regionalista y gran coleccionista y amante del arte. Asismismo, el conjunto de cuadros de artistas catalanes y otros muchos de la colección Thyssen-Bornemisza también está expuesta, gracias a su cesión al MNAC, entre los que destacan la Anunciación de Veronés.

Tras recorrerme todo el primer piso, decidí hacer una pausa y comer algo rápido en el café del museo. Sin embargo, si tenéis tiempo, por solo 17 euros hay un buen buffet de comida mediterránea en el restaurante del propio museo. Luego subí a visitar la terraza del palacio, que ofrece unas magníficas vistas de toda la ciudad sobretodo si el día es soleado y la temperatura agradable, que fue mi caso. 

Finalmente, el segundo piso tiene numerosas salas dedicadas al arte moderno y contemporáneo, mostrando obras de muchísimas corrientes artísticas como el neoclasicismo, las vanguardias o el modernismo. Destaca la colección del "noucentisme" o mediterranísmo, un movimiento nacido en Cataluña, que buscaba el arte por el arte, deshumanizado, intelectualista, con dominio del orden y la belleza, rechazando sentimentalismo y romanticismo, profundamente europeísta, cosmopolita, urbanita y elitista. En escultura, un gran representante del "noucentisme" fue Júlio González, escultor en hierro. Su obsesión por representar la figura humana abstracta y la gran calidad de sus obras lo convierten en uno de los escultores más importantes del siglo XX. Su colección más completa se encuentra actualmente en el Institut Valencià d'Art Modern (IVAM) donde se le dedican varias salas de forma permanente. Otra obra de un gran pintor "noucentista" es Cala Forn de Joaquim Sunyer, cargada de simbolismos y armonía.

Del neorrealismo preciosista destaca el bellísimo lienzo de la Vicaria de Marià Fortuny, en el que se observa con todo lujo de detalles la firma de un contrato matrimonial en unas oficinas eclesiásticas. A pesar del pequeño tamaño de la obra, cada elemento tiene los detalles pintados con gran precisión, especialmente en el caso de las figuras humanas de diferentes clases sociales, diferenciadas por su ropa.

La colección de muebles de Gaudí y otros autores modernistas llega a continuación, con las grandes innovaciones de aunar estética y comodidad adaptada al cuerpo humano. De Gaudí ya había aprendido mucho en mi visita a la Casa Milà.

Grandes autores contemporáneos están representados en esta colección también, como Salvador Dalí, con cuadros como el soberbio Retrato de mi Padre, que me recordó como disfruté las visitas al Museo Dalí en Saint Petersburg, Florida y a la Casa-Museu Dalí en Portlligat.

El malagueño Picasso también está presente con la Mujer con sombrero y cuello de piel, uno de los muchos retratos que Picasso hizo a su compañera sentimental Marie-Thérèse Walter. A pesar de la distorsión de la forma, la divergencia de la mirada y la angulosidad de los rasgos fisionómicos, la imagen de Walter es fácilmente identificable.

Finalmente se muestran una buena colección de cartelería propagandística usada durante la Guerra Civil española así como una proyección continua de notícias grabadas que se exhibían en los cines donde mostraban las visitas del presidente de la Generalitat de la época, Lluís Companys, a diferentes pueblos o recibiendo al Lehendakari Aguirre. Companys fue fusilado en 1940 tras un consejo de guerra sin garantías.

En la exposición también hay una variada muestra de cartelería publicitaria desde las imágenes art-nouveau de Mucha hasta un par de carteles de Toulouse-Lautrec así como de otros autores. Me llamó mucho al atención una publicidad de Nestlé que os dejo en la foto. Finalmente, la colección de numismática me quedé sin visitarla por falta de tiempo.

Una visita al MNAC os llevará algo más de cinco horas seguro. Si os gusta el arte no os decepcionará, ya que su colección es muy completa a la vez que dinámica. No se hace pesada de ver y además está expuesta en orden cronológico con lo que se puede admirar la evolución del arte durante varios siglos de forma didáctica. En todo caso, el MNAC es un museo de obligada visita si se va a la capital catalana, sin duda.

diumenge, 28 de desembre del 2014

Casa Milà " La Pedrera " - Barcelona

Han sido muchas las veces que he estado en Barcelona, pero nunca había visitado la famosa Casa Milà por dentro. Esta vez, aprovechando una escala larga entre avión y tren, decidí conocer esta magnífica obra de la arquitectura, clasificada como patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1984 junto con otras obras de Gaudí como el Parc Güell o la Sagrada Família.

La Casa Milà fue una gran innovación para su época. Inaugurada a principios del siglo XX, fue un encargo a Antoni Gaudí (el arquitecto más cotizado por aquel entonces) hecho por el matrimonio burgués Milà Segimón. Querían tener su amplio apartamento en el bulevar barcelonés más de moda en aquella época: el passeig de Gràcia. El resto de apartamentos de lujo los alquilarían para poder vivir de rentas toda la vida. Gaudí diseñó el edificio a sus 54 años, por lo que se considera una de sus obras cumbre. La fachada, por ejemplo, con sus sinuosas curvas, se adapta perfectamente a los chaflanes del cuadrado Eixample barcelonés. Cuando se empezó a construir, los catalanes la apodaron "La Pedrera" de forma despectiva (en catalán significa "La Cantera"), por la gran cantidad de piedra y robustez que mostraba. Sin embargo, gracias a la sólida fachada, el arquitecto logró que fuera esta la que sostuviera el edificio junto con gruesas columnas interiores, dejando libre la posibilidad de que los apartamentos no tuvieran ninguna pared de carga. Esto permitía que cada unidad fuera personalizada por sus habitantes, cambiando la distribución de las habitaciones y permitiendo la creación de amplísimos salones, siguiendo el deseo de los Milà. 

Lo primero que me sorprendió fue el alto precio de la entrada: 16 euros y esto que era tarifa estudiante. Sin embargo, tras la visita, he de decir que merece y mucho la pena. 

Se entra por uno de los dos patios interiores. Gaudí los diseñó circulares, respetando las formas de la naturaleza y evitando aristas, decorando las paredes con pinturas imitando los pétalos de flores. En el patio interior principal destaca una bella escalinata cubierta y decorada con algunas palmeras, que llevaba directamente al apartamento del primer piso: el de la familia Milà. De allí, se sube directamente en ascensor hasta el terrado. Sólo por disfrutar de este mágico lugar vale la pena pagar la entrada. A pesar de ser diciembre, la mañana era soleada y las temperaturas agradables. Las vistas de Barcelona son espectaculares desde este terrado tan inusual. Gaudí rechazaba la concepción de esta área como algo residual, donde acumular chimeneas, antenas y demás elementos de uso, como pasaba en el resto de edificios. Por eso se volcó en darle un valor estético, reagrupando las chimeneas o las salidas de las escaleras y dándoles un remate artístico, usando en muchos casos su característico trencadís (una técnica de mosaicos de cerámica rescatada por Calatrava para el siglo XXI) o incluso botellas de cava. Los desniveles y curvas ofrecen diferentes perspectivas de la ciudad. De hecho, numerosos artistas pasaban horas en este mágico lugar, hipnotizados por el equilibrio creado por Gaudí. Personalmente me llamaron la atención los dos únicos arcos, que enmarcan los dos grandes  templos expiatorios de Barcelona: por un lado el Tibidabo y por el otro el gran templo inacabado y obsesión de Gaudí: la Sagrada Família. 

Tras pasear por el terrado se baja al desván del edificio. El arquitecto catalán se inspiró en el esqueleto de una ballena para realizarlo, con 270 arcos de tamaño decreciente, cuya curva empieza desde el suelo. En el pasado servía para albergar los servicios de lavandería del edificio, así como para almacenar trastos y productos de limpieza. El desván fue diseñado además con la función de aislar térmicamente el edificio, técnica que ahora se usa en casi todas las obras que buscan ser más sostenibles. Actualmente se encuentra instalado el llamado Espai Gaudí donde encontrar maquetas de sus obras cumbre, planos, fotografías, reproducciones de los muebles que diseñó así como elementos de la naturaleza en los que se inspiró para sus creaciones. Es muy impactante una de sus maquetas expuestas, en la que dibujando el plano de un edificio sobre una plancha de madera, le enganchaba cadenas metálicas en diferentes puntos y poniéndolo boca abajo encima de un espejo, las cadenas caían y creaban los volúmenes del edificio, permitiéndo a Gaudí estudiar su viabilidad. Esta simulación de volúmenes se hace actualmente con programas informáticos.

La visita continúa por el apartamento modelo del cuarto piso. La mayoría de apartamentos de La Pedrera siguen estando habitados por lo que siempre ruegan hacer el mínimo ruido posible. Este apartamento recrea la casa y estilo de vida de una familia de la burguesía barcelonesa a principios de siglo XX. Totalmente amueblada, veremos varios elementos diseñados por el propio Gaudí, como pomos de puertas (adaptados a la forma de la mano) o los cielos rasos, entre los que destaca uno que imita las formas del fondo del mar, con las líneas en la arena que dejan las olas. Podremos pasear por la cocina, el cuarto de los niños, la alcoba matrimonial, la biblioteca, el comedor o los baños, de gran luminosidad y comodidad comparable a la de hoy en día.

La visita continúa por el antiguo apartamento de los Milà, ahora sin ninguna pared interior, reconvertido en sala de exposiciones temporales, donde se exponen obras de artistas de todo el mundo que cambian de temporada y donde podremos admirar las gruesas y estilizadas columnas que sostienen el edificio. Finalmente, acabaremos en la tienda donde comprar todo tipo de recuerdos.

Al salir había una visita de empresa. El grupo se había repartido entre los diferentes balcones de la fachada principal para hacerse la foto navideña corporativa. Un fotógrafo subido en una plataforma les daba las indicaciones. La fachada estaba decorada con verde y lazos rojos, creando una especie de árbol navideño gigante. En lo más alto de la fachada hay varios rosetones esculpidos en piedra donde se encuentra el siguiente mensaje: "Ave Gratia M plena, Dominicus tecum". Con sus 54 años, Gaudí se había convertido en un ferviente católico, dejando atrás su juventud anticlerical.

Paseando por el elegante passeig de Gràcia os encontraréis muchos otros ejemplos de edificios modernistas de diferentes arquitectos. De hecho, casi enfrente de la Pedrera se encuentra la original Casa Batlló, también de Gaudí.

Sólo por la Casa Milà merece la pena visitar Barcelona. La Pedrera no sólo es una de las obras cumbres de modernismo mundial, sino que es un ejemplo de como la arquitectura puede adaptarse a las necesidades y formas humanas sin perder en ningún momento su valor estético, su originalidad o la elegancia. Gaudí demuestra como hasta el más pequeño detalle, como pomos o colgadores pueden ser originales y estar en armonía con el conjunto de la obra, aunque se trate de algo tan común como un bloque de viviendas.