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dijous, 21 de juliol del 2022

Turín

Piamonte, cuna de la Italia reunificada

Primera vez en esta bella región (antigua nación) cuya familia real, los Saboya, reunificaron Italia a través de su primer ministro Cavour, aliados con los revolucionarios capitaneados por Garibaldi. Y visité Turín, su capital y primera capital de la Italia reunificada. Turín además fue uno de los primeros y grandes polos de industrialización europeos durante el siglo XIX. Toda esa grandeza y dinamismo político, económico y social se ve perfectamente reflejado en la arquitectura de la ciudad.

La razón por la que fui a Turín fue por el festival de la canción "Eurovisión", que celebraba allí su edición de 2022. Sin embargo, quedé impresionado por la belleza de esta agradable ciudad italiana, menos conocida que muchas otras. Me sorprendió la cantidad de palacios y palacetes con los que cuenta, impresionantes la mayoría, y que refuerzan la sensación de estar ante lo que fue una gran capital. 

De los Taurini a los Saboya

Pero empecemos por el principio: Turín se fundó por una tribu céltica-ligura llamada "Taurini", gente de los Alpes que ocupó esta parte del valle del Po. La leyenda dice que los "taurini" vivían aterrados por culpa de un dragón que vivía en los alrededores. Para deshacerse de él, emborracharon a un toro para que matara al dragón, y, según la leyenda, así ocurrió. Por eso, todas las fuentes de la ciudad tienen dispensadores con cabeza de toro, símbolo de la ciudad. Y en varias plazas, como la de San Carlo, aún hay toros dorados en el suelo al que los visitantes pisan los genitales para tener suerte.

Cuando los romanos conquistan el enclave, fundan la ciudad de Augusta Taurinorum, que rodearon con una muralla defensiva, y cuyo plano original aún se puede ver en mármol en uno de los lados de la Porta Palatina, que por cierto es una de las pocas puertas de entrada amuralladas a una ciudad romana en pie que se pueden disfrutar hoy en día en el mundo.

Finalmente, en la Edad Media la ciudad empezó a conocerse como Turín y se gobernaba por un conde que vivía en la parte posterior del actual palacio Madama, que mantiene su aspecto romano reformado al estilo medieval.

Turín se posicionó como una de las grandes ciudades de la Cristiandad cuando en el siglo XVI su catedral acogió la "Síndone" o Sábana Santa, es decir, el sudario en que estuvo envuelto Jesucristo las horas que se mantuvo muerto en el sepulcro. La catedral de San Juan El Bautista (uno de los pocos ejemplos de arquitectura renacentista en la ciudad), acoge esta reliquia clave, guardada en un arcón y que se expone solamente en ocasiones especiales. Se puede rezar ante el arcón, situado tras una vitrina. Miles de devotos peregrinan a la ciudad anualmente para poder hacerlo.

Una ciudad inesperada llena de palacios

Pero el origen de la gran cantidad de palacios que albergan universidades, antiguas residencias de nobles, y sobre todo, las residencias reales, surgen cuando el duque Emmanuel Filiberto de Saboya (Testa d' Fer) trasladó su capital a Turín en 1562. Esta familia francesa elevó la ciudad de condado a ducado primero, y luego a reino, rediseñándola desde el siglo XVI. El propio duque Emmanuel ya empezó abriendo las primeras plazas monumentales y grandes bulevares.

El duque quiso mostrar el poderío de su familia acometiendo la ejecución de una vasta serie de proyectos de construcción, que serían proseguidos por sus sucesores. Este conjunto de edificios de alta calidad, diseñados y decorados por los mejores artistas y arquitectos de la época, tiene su centro en el Palacio Real situado en la “zona de gobierno” de Turín y se extiende por la campiña circundante, abarcando numerosas casas de campo y cotos de caza. Estas residencias fueron construidas entre los siglos XVI y XVIII, y su imponencia no tiene nada que envidiar a los palacios del Loira. 

El enorme Palacio Real, ahora sede del museo de las colecciones reales, nos dará la sensación de estar en una gran capital. Muy cerca está el Palacio Madama, antigua sede del Senado italiano y ahora museo de arte antiguo, de una belleza peculiar, con su gran fachada de mármol blanco por un lado, y otra medieval por el otro, como expliqué más arriba. 

Asimismo, el palacio Carignano, cuna de los primeros reyes de Italia, sorprende por su elegante uso del ladrillo rojo en la fachada. Sin duda, este es mi palacio favorito, pese a ser una residencia donde vivieron miembros de la rama secundaria de la familia Saboya. Construido en el siglo XVIII, guarda en su interior apartamentos privados de uno de los príncipes herederos, suntuosos y sin nada que envidiar a los mejores salones de Versalles. Además, en su ampliación también se construyó un bellísimo hemiciclo que albergó la sede del parlamento Sub Alpino, donde se decidió y planeó la unificación italiana. También se encuentra en otra de sus alas el actual museo del "risorgimento italiano", en lo que iban a ser las oficinas del primer ministro de Italia (que nunca se llegaron a usar porque se trasladó la capitalidad a Florencia en 1865). El actual museo enseña piezas clave para entender ese movimiento sociopolítico que anticipó la unificación italiana.

También me impactó el palacio del Valentino, a los bordes del río, en mitad de uno de los jardines más grandes de la ciudad. Además de los mencionados, me quedaron pendientes muchos otros, empezando por la Venaria Reale, un enorme palacio de verano rodeado de grandes parques. Decenas de edificios de estilo barroco y rococó decoran la ciudad, estilos franceses traídos por los Saboya. Muchos de estos palacios han sido reconocidos como patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

El museo egipcio de Turín

Turín cuenta además con el museo egipcio más antiguo del mundo, fundado en 1824, poco después de que el ducado se elevara a Reino del Piamonte y la Cerdeña. Situado en otro palacio barroco construido por los Saboya, alberga la mejor colección de antigüedades egipcias que solo supera el museo de El Cairo. Y ello debido a un cúmulo de casualidades. La primera fue cuando en 1760, Vitalino Donati, profesor de Botánica de la Universidad de Turín, viaja a Egipto por orden de Carlos Manuel III de Cerdeña con el objetivo de recoger antigüedades como momias y manuscritos, trayendo más de 300 objetos. Sin embargo, la mayor adquisición se produjo en 1824 con la compra de la primera colección de antigüedades egipcias por el rey Carlos Félix de Saboya. 

Hoy, el museo cuenta más de 40,000 artefactos (aunque solo expone 3,300) ordenados de manera cronológica. Es decir podremos ver desde estatuas y papiros, a momias y objetos del día a día, ordenados desde la época pre dinástica hasta la conquista árabe de Egipto, pasando por los reinos antiguo, medio y nuevo, y las diferentes etapas en el medio, cubriendo casi 4,000 años de historia arqueológica y del arte. Personalmente me impresionó la tumba de Neferu, con frescos que contenían imágenes que nunca había visto (como sacrificios a vacas); los halcones disecados o la impresionante galería de los reyes con decenas de enormes estatuas de Sekhmet.

Un centro histórico perfecto

Además de palacios y museos, los Saboya también construyeron numerosas iglesias barrocas. De hecho, enfrente del apartamento donde nos quedamos los primeros días, en la plaza "della Consolata", una agradable y tranquila plazuela en pleno centro, se se encuentra el santuario homónimo, una obra maestra del barroco piamontés. 

Todos los alrededores de esa zona son calles rectas y agradables, llenas de bellos edificios residenciales de los siglos XIX y XX, palacetes de la época monárquica, bulevares arbolados con tranvías o el cercano Porta Palazzo, antiguo mercado de abastos y hoy lleno de locales gourmet donde probar delicias de toda Italia.

También hay varias galerías comerciales decimonónicas. De hecho, aquí fue donde aparecieron las primeras galerías del mundo, como la elegante galería SubAlpina o la imponente galería de San Federico. En esta última se encuentra el histórico cine LUX, originalmente llamado REX (durante la monarquía) y luego DUX (durante la dictadura de Mussolini). 

Pero es la Mole Antonelliana el gran símbolo de la ciudad y una curiosidad arquitectónica única de Turín. Concebida como la gran sinagoga de la ciudad, finalmente se convirtió en un pabellón de exposiciones y ahora alberga el Museo Nacional del Cine. Continua ostentando el récord de ser el edificio de ladrillos más alto de Europa. Os recomiendo encarecidamente subir a su terraza y disfrutar de las vistas de la ciudad así como de los Alpes que la rodean y sus nieves permanentes en sus cimas.

La arquitectura racionalista en Turín

Tras los siglos de los Saboya, las décadas del fascismos también marcaron a la ciudad. Como en otras ciudades italianas, también en Turín se observan algunos cambios urbanísticos implementados durante la era de Mussolini, destacando la Vía Roma, ejemplo clave del hiper-racionalismo de esa época. La antigua avenida de tiendas y paseos porticados fue rediseñada con formas rectas y sencillas, nuevas farolas y pilares, y escaparates amplios. 

Mármol blanco y ladrillos rojos eran los materiales usados en el rediseño de edificios, a través de los cuales el fascismo intentaba rememorar la grandeza del Imperio Romano. Un buen ejemplo es el impresionante Hotel Principi di Piemonte.

Al final de la avenida se encuentra la plaza C.L.N. en memoria del Comitato di Liberazione Nazionale, la estructura partisana de resistencia al fascismo. En esa plaza se encuentra uno de los edificios más caros de Turín, antigua sede de la Gestapo y actual edificio de apartamentos de lujo en el que suelen vivir jugadores de la Juventus.

Zonas industriales renovadas

Otros días los pasamos en el antiguo barrio industrial Lingotto, donde se encontraban la mayoría de factorías de la ciudad. Turín es la cuna de muchas marcas clave italianas, incluyendo FIAT, Martini, Nutella o Lavazza. Muchas de sus antiguas fábricas se han reconvertido en museos, edificios de oficinas, centros comerciales o incluso hoteles, como en el que nos quedamos: el Hotel AC by Marriott, situado en la antigua fábrica de pasta "Carpano", reconvertida en 1986. En los alrededores recomiendo visitar la antigua factoría FIAT ahora reconvertida por Renzo Piano.

Muchas de estas zonas también se renovaron cuando la ciudad acogió los Juegos Olímpicos de Invieron en 2006, con edificios como el Pala Alpitour.

Y hablando de Lavazza, una actividad popular es visitar sus oficinas centrales y su museo adjunto, en el que además de descubrir curiosidades del café y la historia de la marca, uno puede hacer una degustación de cafés premium en su moderno bar así como tomarse fotos en escenarios de muchos de los anuncios más famosos de la marca.

Gastronomía piamontesa

Finalmente, no quiero acabar esta entrada sin hablar de la gastronomía local. El hecho de que Turín no se encuentre entre las grandes rutas de los turoperadores trae muchas ventajas. Por ejemplo, al contrario que sucede en Roma o Venecia, en Turín es relativamente sencillo comer bien a precios aceptables. Al no ser una ciudad tan turística, sus restaurantes están más centrados en el público local, por lo que los estándares de calidad son mucho más altos que los establecimientos centrados en viajeros de otras ciudades italianas. Aquí os presento los que tuve la suerte de probar:

Helados

Pepino

Al lado del museo egipcio y frente al palacio Carignano, sirve excelentes helados con mucha historia. Ofrece todo lo que uno espera en Italia en materia de "gelati". Pedid la copa "Pepino" con helado de crema, gianduia y limón. Además, tienen sus deliciosos polos de varios sabores recubiertos de excelente chocolate negro, con receta de hace más de 150 años (especialmente delicioso es el de avellanas). Su terraza es muy agradable y los precios son bastante razonables. Y el personal bastante amable. Eran el proveedor oficial de helados de la Casa Real de Saboya, por lo que lo hacen muy bien.

Mara dei Boschi

Otra de las heladerías en la que se forman colas es esta. Mucho más contemporánea, ofrece sabores innovadores como el de almendra salada con albaricoque escarchado, aunque su tradicional helado de avellanas está muy rico también. Este lugar es más adecuado para llevar o comer por la calle.

Cafés

Caffè Al Bicerin

Turín tiene una gran tradición de merendar. Pero también de desayunar con calma. Y este es un gran lugar para disfrutar de ambos rituales. Fundado en 1763, este café, con mesas de mármol y paredes revestidas de madera, nos retrotrae a las típicas chocolaterías turinesas del siglo XIX. Aquí nació precisamente el "bicerin", la bebida más famosa de la ciudad, servida en grandes vasos redondeados, compuesta por una mezcla de café, chocolate y crema de leche endulzada con sirope. Pedidla acompañada de pastas piamontesas tradicionales (torcetti, lingue di gatto o canestrelli) y con eso tendréis un desayuno o merienda estupendos. Aquí degustaron esta bebida Dumas, Puccini, Nietzsche y sobre todo, Cavour, que frecuentaba este local. Su servicio amable pero algo lento.

Restaurantes

Además de los restaurantes más tradicionales, Turín ofrece una especialidad de comida rápida: el "crostone". Y el mejor lugar para probarlo es la cadena "Crostone.it". Se trata de un excelente snack  con ingredientes de la región. El más típico es el "crostone di bra e bagna calda" con los de salchicha cruda con una salsa de ajo, aceite de oliva y queso.

Respecto a los restaurantes donde comer en Turín, probamos varios, como el histórico "Porto di Savona", que no nos entusiasmó más allá de su curioso flan de gorgonzola. Recomiendo, eso sí, ir a comer a "Eataly", en el antiguo barrio industrial Lingotto. Se trata de un gigantesco supermercado con los mejores productos de Italia que agrupa a varios restaurantes que ofrecen comida de primera. Pero para probar la comida piamontesa, no os podéis perder  "Da Cianci Piola Caffè", donde recomiendo reservar en persona ese mismo día (no aceptan reservas por teléfono ni para otros días).

Da Cianci Piola Caffè

Con su agradable terraza en el jardín Bottero, ofrece platos de cocina de Turín sin pretensiones, a buen precio y con un personal amable. Es un estupendo lugar para una cena informal. Empezamos la cena con su vermut local, muy rico. Fue en Turín donde se inventó esta bebida. De entrante pedimos el famoso "vitello tonnato", que son cortes fríos de carne de vaca con salsa de atún y alcaparras. De primero: "tajarin" (una pasta de huevo piamontesa) con salsa de espárragos y un queso de la región: Castelmagno. Y de Segundo pedí cortes de cerdo con manzana al horno súper ricos. De poste, el famoso "bônet": un dulce que recuerda a un bizcocho aflanado a base de huevos, leche, cacao, ron y amaretti increíblemente delicioso. Y todo por menos de 20 euros por persona. 

Coctelerías

En Turín es muy típica la "apericena", una especie de aperitivo a lo grande, en el que poder comer barra libre de "antipasti" incluído al pedir las bebidas. Además, estos locales luego ofrecen cócteles de creciente calidad.

Smile Tree

Este es uno de los mejores, una coctelería de diez, una sorpresa inesperada: sirven cócteles maravillosos con ingredientes de todo el mundo, acompañados de elementos que hacen más agradable su bebida. Algunos se sirven con frutos secos, otros con trozos de frutas deliciosas, con chocolates y dulces… personalmente probé el "Carioca" y el "The Millionaire" y ambos estaban perfectos. Presentan los cócteles en bandejas originales acompañadas de estas comidas y su personal es súper amable. Por no hablar de sus muy razonables precios. Tanto nos gustó que fuimos todas las noches.

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En definitiva, Turín fue una agradable sorpresa y estoy seguro que acabaré volviendo, no solo para descubrir muchos de los palacios que me quedaron pendientes, sino también para descubrir la región del Piamonte, como la ciudad de Ivrea o el paisaje vitícola de Langhe-Roero y Monferrato.

dilluns, 11 de juliol del 2022

Cartagena de Indias

La perla de Colombia

Cartagena de Indias, también conocida como la perla colombiana, ofrece un centro histórico restaurado, lleno de restaurantes increíbles, boutiques de productos de gran calidad y locales de fiesta con los DJ más modernos. Y además, cuenta con modernos barrios llenos de rascacielos y playas estupendas en islas dispersas por su bahía.

Fundada en 1533 por Pedro de Heredia, como Cartagena de Poniente (para diferenciarla de la Cartagena de Levante peninsular). fue arrasada por un incendio en 1552, por lo que desde entonces las autoridades solo permitieron el uso de piedra, ladrillo y teja como materiales de construcción. La ciudad se convirtió en el principal puerto español en al costa del Caribe y el más importante de Sudamérica. Aquí se almacenaba gran parte del oro que luego saldría rumbo a Europa. De esa reconstrucción es su actual Ciudad Vieja, de los siglos XVI y XVII, que nos muestra bellos edificios coloniales a todo color, rodeados de más de cuatro kilómetros de murallas, y llena de patios con vegetación frondosa, balcones de madera, preciosas mansiones, plazas con palmeras y bellas iglesias. No por casualidad, Cartagena es la joya turística de Colombia, la parada obligatoria. Y no por casualidad, su puerto, fortalezas y conjunto monumental fueron declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Pasear por la ciudad es escuchar notas de cumbia, vallenato y champeta, ritmos afrocaribeños que nacieron aquí. De tanto en tanto os encontraréis también con una palenquera, mujeres que llevan frutas en sus cabezas

Llaman la atención las gruesas murallas, construidas para proteger a la ciudad tras repetidos ataques de ingleses y franceses; siendo el peor de todos el del pirata Francis Drake, que además de destrozar la catedral, dejó a la ciudad sin un ducado en 1586. Cartagena fue sitiada hasta en cinco ocasiones, pero tras la construcción de la muralla, el último gran intento inglés por tomar la plaza, capitaneado por el comandante Vernon en 1741, fracasó. Blas de Lezo, oficial de la Armada española, capitaneó una exitosa defensa donde tan solo 2,500 soldados poco adiestrados y mal equipados repelieron un ataque de una flota de 186 buques y 25,000 soldados de la Royal Navy. Por ello, se le considera el salvador de Cartagena: perdió un ojo, un brazo y una pierna en sus acciones defensivas.

En 1810, Cartagena fue de las primeras ciudades españolas en proclamar la independencia de España, lo que animó a Bogotá y otras localidades a hacer lo propio. Sin embargo, en 1815, las fuerzas españolas retomaron la ciudad tras cuatro meses de asedio. Poco después, en 1821, las tropas de Simón Bolívar tomaron la ciudad y la unieron a la Gran Colombia. La ciudad vivió una segunda etapa de crecimiento, atrayendo a inmigrantes judíos, italianos, turcos, franceses, libaneses y sirios. A partir de los años 80 del siglo XX volvió de nuevo el esplendor gracias al turismo de masas, con las construcción de barrios enteros con rascacielos blancos, que recuerdan a Miami o a Panamá, y donde miles de colombianos y extranjeros pasan sus vacaciones, disfrutando tanto de la ciudad vieja como de las paradisíacas playas que rodean la ciudad.

La ciudad amurallada

La primera parada de cualquier visitante debe ser el centro histórico: rodeado por 13 km de murallas coloniales, es un laberinto de calles adoquinadas, balcones con buganvillas, majestuosos palacios y enormes iglesias. La ciudad nació gracias a su puerto natural, resguardado en una bahía del mar Caribe. No por casualidad posee el conjunto de fortificaciones más completo de toda Sudamérica. 

La ciudad original se dividía en tres barrios: el de San Pedro, con la catedral y numerosos palacios de estilo andaluz; el de San Diego, antiguo lugar de residencia de los mercaderes y la pequeña burguesía; y la barriada popular de Getsemaní.

San Pedro

El centro (San Pedro) es donde residían las clases altas. Aún hoy se pueden admirar los bellos palacetes, muchos de ellos hoteles actualmente. 

Mi visita empezó por aquí, a través de la puerta del Reloj, de estilo republicano, que se construyó en 1888 con un reloj suizo. Cartagena creció originalmente gracias al comercio de oro, esclavos y azúcar. Hoy en día, esta herencia es muy visible, sobre todo en la mayor presencia de población afrocolombiana y en sus deliciosos dulces tradicionales. Detrás de la puerta del Reloj se encuentra la plaza de los coches, que hacía las veces de mercado de esclavos, con soportales conocidos como "le portal de los dulces", con puestos de artesanas que preparan las famosas cocadas, o dulces de coco al horno de diferentes sabores. No me resistí a comprar varios. Aproveché para desayunar las cartageneras arepas de huevo en la pastelería Mila, la más elegante de la ciudad. Pese a que se pueden encontrar en muchos puestos callejeros, en este local las sirven y presentan de forma excelente. Se notaban sus ingredientes de primera. la sirven con carne molida, tajaditas de queso criollo, salsa picante, pico de gallo y suero. Una pena que no probé sus dulces, porque se veían riquísimos. Si buscáis un ambiente agradable para una mañana de fin de semana de brunch, no dudéis.

Seguimos caminando hasta llegar al convento e iglesia de San Pedro Claver. Fundado por los jesuitas en el siglo XVII como convento de San Ignacio de Loyola, cambió de nombre en honor a este monje español que vivió y murió aquí. El "apóstol de los negros" o "esclavo de esclavos", pasó su vida cuidando de todos los que llegaban de África al puerto para ser vendidos. La alta sociedad de su época lo tenía por un loco, por bautizar y cuidar a "medio humanos sin alma" como eran considerados los africanos. En 1888, el Papa León XIII lo convirtió en la primera persona canonizada en el Nuevo Mundo.

En mitad de la frondosa plaza Bolívar se encuentra el Palacio de la Inquisición, 
con su bella entrada barroca de piedra con el escudo de armas español. En uno de sus lados hay una ventanita con la cruz encima donde los herejes eran denunciados. Si al menos tres personas coincidían en dicha denuncia, el Santo Oficio iniciaba su investigación.  La magia, la brujería y la blasfemia eran los delitos más habituales. A los culpables se les sentenciaba a muerte en un auto de fe público, normalmente quemados en la hoguera, con un saldo de 800 personas ejecutadas en tres siglos. En esa misma plaza hay otro lugar mucho más alegre: se trata del "portal de las reinas", una parte soportalada de la acera con placas y fotos de las ganadoras de Miss Colombia a lo largo de los diferentes años, así como dos especialmente grandes para las dos únicas colombianas que han ganado Miss Universo.

Muchos de los antiguos palacetes y conventos de San Pedro son ahora restaurantes y clubs de moda. Personalmente probé el restaurante Candé, un elegante lugar para probar comida cartagenera de calidad con bellísima decoración, pero con mucho ruido, la música quizá muy alta. Pedimos patacones de anís de entrante, crema de langostas de primero (espectacular) y posta cartagenera de segundo (punta gorda cocinada a fuego lento con reducción de panela, especias, vegetales y vino tinto, acompañada de arroz de coco blanco y plátano en tentación). Durante la comida había como un show con trajes "no tan típicos" y bailes un poco reguleros. Demasiado turístico, deberían reformularlo para ofrecer un show realmente auténtico, parecía un poco un circo.

San Diego

En San Diego, también en la ciudad amurallada, se concentraron a las clases medias. Las casas son más bajitas y más pequeñas aquí, pero igualmente bonitas y coloridas. Aquí también se encuentran locales interesantes, como por ejemplo "La Mulata", un agradable lugar para una comida informal. Para empezar, pedí un frío jugo de corozo y un delicioso consomé de pescado caliente con lima fresca por encima. De principal opté por un filete de pescado "marinero" con salsa dulce de coco, mezcla de mariscos, arroz de coco y plátano frito. 

Finalmente, Getsemaní, fuera de la ciudad amurallada pero pegada a ella, concentró a la población negra (esclava o liberta) y eso se aprecia en su arquitectura más humilde. En los últimos años se está convirtiendo en un barrio de moda para cenar o tomar algo. Además, están abriendo numerosos hostels. Una pena que no me dio tiempo a visitarlo.

Islas del Rosario y la isla de Tierra Bomba.

Además de su casco histórico, Cartagena de Indias cuenta con enormes barrios de rascacielos blancos así como de islas paradisíacas a lo largo de su bahía. Bocagrande es el más exclusivo. Dos de las excursiones más populares que hace todo visitante son a las islas del Rosario así como a la isla de Tierrabomba. Ambas excursiones salen desde el muelle de La Bodeguita, desde donde salen varios operadores.

En Tierra Bomba hay varios resorts hoteleros que ofrecen pases de día a los que no se alojan allí. Y es una excelente opción para pasar un día en la playa con todas las comodidades y de paso salir de fiesta en las muchas que se organizan en sus playas. Nosotros optamos por Fénix Beach, donde además de tumbonas y sombrillas, nos proveerán con bebidas, deliciosa comida y cómodos baños y ducha. A media tarde ofrecieron una jornada para aprender a bailar la tradicional champeta. Y ya por la noche, se formó una auténtica fiesta de música house y electrónica. Un día redondo.

Para las islas del Rosario, lo más cómodo es alquilar una embarcación y un capitán con un grupo de amigos e ir recorriendo las diferentes islitas paradisíacas, cada una con sus diferentes especificidades. En una incluso podremos ver la mansión decomisada de un famoso narco. En general, Cartagena no tiene playas paradisíacas y lo más parecido a las mismas están en este archipiélago.

Me faltó descubrir Getsemaní, así como entrar a varios museos e iglesias a los que no tuve tiempo, por lo que seguro que acabaré volviendo a la perla colombiana.

dilluns, 27 de juny del 2022

Hamburgo

La ciudad libre y hanseática de Hamburgo

Como tenía a mi amiga Marta viviendo en Hamburgo, aproveché para visitarla y de paso conocer esta parte del norte de Alemania y visitar algunos de los patrimonios de la humanidad reconocidos por la UNESCO que hay por allí.

Lo primero que me sorprendió de la ciudad hanseática fue su excelente sistema de transporte público, incluyendo el del aeropuerto, donde tomé el metro hasta el elegante barrio de Winterhude, donde Marta vivía frente a un precioso canal: el Alster. Su agradable barrio cuenta, además, con el gigantesco Stadpark, donde además de moderno planetario (situado en un depósito de agua restaurado), ofrece un biergarten al lado de un lado lleno de patos y cisnes. Pese a ser mayo hacía bastante fresco, pero aún así, disfrutamos de la terraza tomando cerveza alemana, currywurst y pretzels. Pasear por sus arbolados bulevares y ver sus preciosas mansiones o a la gente navegar en piragüas o lanchas es un verdadero placer.

Más tarde fuimos al barrio portugués, situado frente al río Elba, donde se apelotonan decenas de tabernas que ofrecen platos de la gastronomía lusa. Y acabamos saliendo de fiesta por la mítica avenida Reeperbahn, donde actuaron los Beatles antes de saltar a la fama. Y donde aún se celebran cientos de despedidas de soltero/a de toda Europa.

Al día siguiente nos dedicamos a ver la parte más turística de la ciudad. Tomamos de nuevo el metro, por cierto, inaugurado en 1912 y el segundo más antiguo de Alemania tras el de Berlín. Las entradas art-deco de muchas de sus paradas son preciosas. Y llegamos a Landungsbrücken, donde se encuentran los muelles peatonalizados del enorme puerto de la ciudad. Imitamos a los locales y nos comimos un fischbrötchen, el desayuno tradicional de la ciudad. Se trata de un bocadillo de pescado o marisco acompañado de cebolla, pepinillos, remolacha y salsa de rábano. Opté por el más tradicional: el de arenque. 

Saciados, tomamos el bote 62, que recorre los principales puntos del puerto, el tercero de Europa tras Rotterdam y Amberes. Situado a 100 km de mar Báltico, la inmensidad de este río permite que entren barcos gigantescos y da la sensación de estar al lado del océano, también en parte por la gran  cantidad de grúas que cargan y descargan contenedores en los buques. Ese día había hasta un enorme crucero amarrado.

El paisaje también nos permite disfrutar de preciosos edificios contemporáneos que bordean el río, así como de la famosa "playa" de Hamburgo: Blankenese, donde se amontonan las mansiones de la élite local. Hamburgo es la ciudad con el mayor número de millonarios de Europa. Por cierto, Merkel se ha mudado a esta playa para su jubilación.

El centro de Hamburgo

Seguimos la visita en la plaza mayor de la ciudad, frente al enorme Rathaus, que es a la vez el ayuntamiento y la sede del gobierno regional, ya que Hamburgo, como ciudad libre, no forma parte de ningún Länder y envía a senadores propios al Bundestag. Su alcalde también es su presidente, y ejerce a la vez competencias municipales y federales, como la educación o la sanidad. Solo existen otras dos ciudades-estado en Alemania: Berlín y Bremen.

El Rathaus es un precioso edificio de 1897, ya que el original se quemó en 1842. Es habitual ver bodas allí, algo que no sorprenderá a nadie. Lo que sí nos sorprendió fue otra tradición: justo en ese momento había en la plaza un grupo de amigos llevando a cabo un ritual local: si cumples 30 años y sigues soltero, tus amigos lanzarán cientos de tapones de botella al suelo de la plaza mayor y te harán recogerlos con una mini escoba. Además, todo paseante podrá contribuir a esparcir los tapones, algo que hacían los niños con mucho empeño. 

Seguimos paseando y llegamos a San Pedro, situada en una mínima colina y que se mantiene como la iglesia más antigua de la ciudad, construida con una mezcla de ladrillos rojos y quemados (es decir, negros). Otra de las iglesias que nos topamos fue la de San Nicolás, de la que solo quedan unos restos así como el alto campanario al que se puede acceder en ascensor. Esta iglesia se mantiene destruida como memorial a las víctimas tanto del nazismo como de los bombardeos aliados que arrasaron Hamburgo. En este caso fue la aviación inglesa, que dejó esta torre en pie (y muchas otras torres) como guías para su bombardeos. Pero la iglesia que más me gustó fue la de San Miguel: una preciosidad del barroco alemán de techos blancos y decoraciones en oro, así como un impresionante órgano.

Paramos a comer en Hofbrüa: una cadena de comida bávara muy famosa. Sirven cantidades enormes: pedimos un codillo gigante y jugoso acompañado de sauerkraut y knödel, una especie de masas de patata al vapor. También pedimos kasespatzle: pasta alemana con queso emmental fundido y cebolla seca. Rico pero llena muchísimo. Éramos dos pero con toda esta comida podría haber comido una tercera persona.

Seguimos paseando hasta llegar a una zona con numerosos canales: el área de Speicherstadt y el barrio de Kontorhaus. Curioso que Hamburgo tiene 2252 puentes: más que  Londres, Ámsterdam y Venecia juntas. Llegamos a los edificios para almacenes portuarios del área de Speicherstadt. Estos se fueron construyendo progresivamente desde 1885 hasta 1927 en los terrenos de un grupo de islas angostas del río Elba y, después de las destrucciones ocasionadas por la Segunda Guerra Mundial, se reconstruyeron parcialmente en el periodo 1949–1967. 

Con sus quince enormes almacenes y seis edificios anexos bordeados por una red de canales cortos, Speicherstadt es uno de los conjuntos históricos de depósitos portuarios más vastos del mundo. Por ello, fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En sus aledaños se halla el barrio de Kontorhaus, que ocupa una superficie de más de cinco hectáreas donde se hallan, además del notable edificio de arquitectura modernista denominado Chilehaus (Casa de Chile), seis vastos conjuntos de oficinas construidas entre 1920 y 1940 para albergar las sedes de empresas dedicadas a actividades portuarias y mercantiles. Estos dos barrios ilustran a la perfección las repercusiones del rápido desarrollo del comercio internacional a finales del siglo XIX y principios del XX. Chilehaus es un impresionante ejemplo del impresionismo del ladrillo.

En uno de estos almacenes se encuentra Miniatur Wunderland, el mayor complejo de maquetas de trenes del mundo, en la que me tiré más de cuatro horas de visita. Me encantaron todas las maquetas y la posibilidad de interactuar con ellas. Aunque, en este sentido, quizá haga falta algo más de organización para hacer la visita más fluida. Por ejemplo, en Suiza, hay una pequeña fábrica de chocolates Lindt que va soltando pastillas de chocolate de verdad y había una niña acaparándolas durante un buen rato...

De todas las maquetas, la que más me gustó fue la de Río de Janeiro con sus tranvías, teleféricos, diferentes barrios y hasta el Sambódromo en miniatura que me hipnotizó. Por no hablar del aeropuerto de Hamburgo, que es tal cual, incluso con aviones despegando y aterrizando. Las maquetas de Roma y Mónaco también me tuvieron cautivado muchísimo rato.

Tal vez la más chapucera era la maqueta de Estados Unidos: personalmente pienso que haría falta rehacerla mejor. Pero en cualquier caso, el hecho de que se haga de día y de noche en todas las maquetas, y los cientos de detalles presentes, hacen de esta visita algo obligado si se pasa por Hamburgo.

Al final de este barrio industrial se encuentra el que tal vez sea el símbolo de la ciudad: la Filarmónica de Hamburgo. Esta enorme mole con una base de ladrillo rojo, y una estructura de cientos de cristales hechos de forma individualizada y a prueba de granizo es una auténtica proeza y belleza arquitectónica. Odiada y amada por igual por los locales, cuenta con una de las mejores acústicas del mundo. Esta vez me limité a subir a la terraza, de acceso gratuito, para disfrutar de sus vistas y ver un poco mejor su arquitectura por dentro.

La zona nueva de Alemania, también en los alrededores del río Elba y sus canales, cuenta con enormes edificios de oficinas y residenciales. Hamburgo es una gran capital de los medios de comunicación alemanes, con canales de televisión regionales como la NDR, la editorial Gruner + Jahr y las redacciones de los periódicos Der Spiegel y Die Zeit.

Muy cerca del ayuntamiento se encuentra el Binnenalster, un precioso lago artificial con un chorro de agua rodeado de bellos edificios y donde habían grupos de escolares practicando la vela en pequeños barquitos. Otro agradable lugar para dar un paseo es el florido Blumenpak, especialmente por su jardín japonés con la torre de telecomunicaciones al fondo. Me sentí de vuelta en Tokyo. Aunque lo mejor de este jardín es el parque de juegos para niños con presas, excavadoras y pistolas de agua. Impresionante. Ahora entiendo como consiguen tener tantos buenos ingenieros en Alemania.

Lüneburg

Otro atractivo de Hamburgo son las excursiones de un día que se pueden hacer. Lüneburg está a tan solo un tren de algo menos de cuarenta minutos del centro de la ciudad. Esta ciudad medieval cuya economía creció por su madera, minería y sal, es ahora un lugar muy visitado por no haber sido a penas destruida por los bombardeos aliados. Es, por tanto, un buen ejemplo de ciudad alemana medieval situada a orillas de uno de los afluentes del Elba. 

Sus icónicas casitas de ladrillos con los diseños ovalados de sus ventanas son preciosas. Su ayuntamiento, curiosamente, tiene una fachada barroca que se le añadió en 1720. Además, se mantiene una grúa medieval aún operativa en su pequeño puerto fluvial. También hay varios ejemplos de arquitectura industrial del XIX, como la antigua fábrica situada al lado del río. También cuenta con preciosos ejemplos modernistas, como su torre del agua de 1907.

Lüneburg tiene la segunda proporción de bares por metro cuadrado y por residentes en Europa después de Madrid, por lo que se puede aprovechar para degustar la gastronomía de la Baja Sajonia en su cervecería más antigua: Krone. La camarera que nos atendió fue amabilísima. Pedimos unos entrantes: 6 frikadellen con mostaza y una tapa de arenque ahumado en salsa de yogur, cebolla y manzana. De principales optamos por un plato de fiambres de la región (incluyendo la famosa salchicha cruda) y por otro un plato de labskaus: una pasta de carne en salazón, patatas, remolacha y cebolla, acompañada de rodajas de remolacha en conserva y un filete de arenque marinado. Y de postre, un buen apfelstrudel en salsa de vainilla.

Por cierto, Lüneburg también es famosa por haber sido aquí donde se sucidió el jerarca nazi Himmler.


La ciudad hanseática de Lübeck

Otro de los destinos para una excursión de día desde Hamburgo, y a menos de 45 minutos en tren es Lübeck, la antigua capital y ciudad reina de la Liga Hanseática.

Lübeck fue fundada en el siglo XII y hasta el siglo XVI fue la principal metrópoli comercial de la Europa Septentrional. Actualmente sigue siendo un importante centro de comercio marítimo, sobre todo con los países nórdicos. Pese a los daños sufridos durante la Segunda Guerra Mundial, se ha conservado la estructura de la ciudad antigua con sus mansiones señoriales de los siglos XV y XVI, sus iglesias, sus depósitos de sal y sus monumentos públicos como la famosa puerta fortificada de Holstentor, construida en ladrillo.

De hecho, nada más llegar a la estación de tren, me dirigí a la oficina de turismo frente al Holstentor. Allí me dieron un mapa muy útil con un recorrido para ver lo más bonito del centro histórico de la ciudad, patrimonio de la humanidad por la UNESCO desde 1987. 

Empecé el recorrido por la entrada de Holsten, el símbolo de la ciudad: se trata de una puerta medieval de ladrillos rojos y torres gemelas por la que me adentré centro. Seguí luego a la derecha, recorriendo el margen del canal hasta llegar a la imponente catedral, de tres naves, una de las catedrales en ladrillo más grandes de Europa. Los diferentes barrios de la ciudad me recordaron muchísimo a Brujas.

Continué por el barrio de Santa Ana, donde vi la antigua sinagoga y seguí hacia el norte, para ver la casa de Günter Grass y luego la de Willy Brand, que ahora ocupa su fundación. Brandt, canciller socialdemócrata de la República Federal Alemana entre 1969 y 1974. Militante socialista desde 1930, tuvo que exiliarse a Noruega con la llegada de los nazis al poder. Allí se nacionalizó y trabajó como periodista, cubriendo la guerra civil española. Tras el fin de la II Guerra Mundial volvió a Alemania donde ganó la alcaldía de Berlín occidental en 1957, por lo que vivió la crisis que supuso la construcción del muro. Después fue ministro de exteriores hasta llegar a canciller. Su conocida "Ostpolitik" de acercamiento a la RDA comunista y el resto de países del este le catapultó a la historia y contribuyó a que, en 1971, recibiera el premio Nobel de la paz por su lucha por una Europa unificada y su mejora de las relaciones con la RDA, Polonia y la URSS. Por todo ello, visitar la casa em pareció muy interesante: documentos, libros, vídeos y objetos personales se exponen siguiendo la línea temporal de su vida para entender mejor a Brandt.

Siguiendo hacia el norte llegué al precioso hospital del Espíritu Santo, una de las primeras instituciones benéficas de Europa, fundada en el siglo XIII, donde se cuidaba de enfermos y mayores en la Edad Media. Su fachada es inolvidable. Seguí paseando hasta llegar al bonito Burgtor (otra de las entradas a la ciudad) y disfruté de las bonitas vistas desde el puente de enfrente. Aún quedan trozos de las murallas que antaño rodearon Lübeck.

Como las casas de la ciudad no suelen superar los tres pisos, los impresionantes campanarios de las iglesias despuntan, destacando el de la iglesia de San Jacobo. Bajando hacia la plaza mayor se llega hasta la casa de otro Premio Nobel de la ciudad, Thomas Mann. Al lado se encuentra la preciosa iglesia de Santa María, que sirvió de ejemplo arquitectónico a muchas iglesias de las ciudades de la Liga Hanseática.

Llegué al ayuntamiento de Lübeck, buen ejemplo de mezcla de estilos arquitectónicos con elementos góticos, renacentistas y barrocos, que se mezclan de forma mágica. La plaza estaba llena de puestos de comida de todo el mundo. Sin embargo, no podía dejar de probar el café Niedergger, un local histórico de la ciudad por sus deliciosos mazapanes, que compré. Además, me quedé para probar su famosa Nusstorte: pastel de nuez de mazapán Niederegger cubierto de crema fina de avellanas y una jugosa capa de mazapán. Y antes pedí una Ofenkartoffel (o patata seleccionada asada con salsa de cebollino) acompañada de ensalada y salmón. 

Tras la comida, subí al segundo piso donde se explica la historia del fabricante a través de carteles, objetos y vídeos. Lo más curioso son las 12 estatuas a tamaño real de personas remarcables en la historia de la ciudad hechas enteramente de mazapán.

Finalmente, llegué a la imponente iglesia románica de San Pedro, ahora desacralizada, que es un centro de convenciones y exhibiciones. Su interior, blanco impoluto, alberga exposiciones temporales. También encontramos una tienda de recuerdos y un restaurante. Pero lo más impresionante es el estupendo mirador de su torre, que ofrece una de las vistas más bonitas de la ciudad, y al que accedí por ascensor previo pago. Las vistas fueron la mejor despedida de esta ciudad, que me brindó un precioso día soleado para recorrerla.

dilluns, 20 de juny del 2022

La comarca de la Vera y el valle del Jerte

La Extremadura más verde

Extremadura, junto con Cantabria, era una de las dos Comunidades Autónomas españolas que me quedaban por visitar. Y decidí descubrirla a través de una de sus zonas más bellas: las comarcas de la Vera y del valle del Jerte. Regadas por afluentes que caen de sus montañas hacia ambos ríos que discurren por sendos valles, estas comarcas son verdes y generosas en la producción de frutas y hortalizas. Desde los famosos espárragos y el 80% del tabaco español surge de la comarca de la Vera. Y por supuesto, el famoso pimentón de la Vera. Del valle del Jerte vienen más de la mitad de las cerezas del país, y sin duda, las más famosas. Productos de calidad de una tierra excepcional.

Por tanto, las comarcas son perfectas para hacer rutas, disfrutar de una gastronomía deliciosa y descubrir patrimonio histórico destacable. Y todo a unas horas en coche de Madrid, perfecto para una excursión de fin de semana.

La Vera

Al llegar el viernes, nos instalamos en Jarandilla de la Vera, en el hotel Don Juan de Austria, una buena base para descubrir la Vera y el Jerte. El hotel cuenta con un spa estupendo para las frías tardes de invierno o principios de primavera. Y pese a que las camas son muy cómodas, las habitaciones son algo pequeñas, especialmente los baños. El de nuestra habitación, además, no tenía pared, sino una enorme cristalera que hacía complicada la privacidad. Tenedlo en cuenta.

El restaurante del hotel también es bueno. Como llegamos tarde y queríamos aprovechar el spa del hotel, cenamos allí y no está mal. Pedimos torta del casar con pimentón de la Vera, ensalada de perdiz en escabeche y otras delicatessen. El desayuno bastante completo, con cosas para todos los gustos y muchos alimentos y productos de proximidad salados, como el queso fresco de cabra o la cachuela (un untable de hígado de cerdo frito en manteca de cerdo con ajo, pimentón, comino y laurel), así como los dulces de la zona: perrunillas o pestiños. Y respecto al spa, lo único malo es que son muy estrictos con los tiempos en cada parte del mismo y no hay privacidad puesto que hay varias personas a la vez usando cada una de las estaciones del mismo: piscina de agua fría con chorros, jacuzzi, sauna turca, sauna finlandesa y, finalmente, duchas aromaterápicas y bifásicas (de chorros calientes y fríos alternativamente).

La gran atracción turística de la Vera es el monasterio de Yuste, un humilde complejo monástico donde se alojó Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico tras abdicar la Corona en su hijo Felipe II en 1557. Se encuentra en Cuacos de Yuste, una población a pocos minutos en coche de Jarandilla. Allí, justo antes de llegar al monasterio, encontramos un monumento presidido por Carlos I y donde le acompañan personajes clave de su reinado, como Cortés, Pizarro, Bartolomé de las Casas o la Malinche.

Pese a que los monjes jerónimos siguen residiendo allí (solo que en este caso son todos polacos), se pueden visitar la mayoría de sus instalaciones, incluyendo los preciosos patios gótico y plateresco respectivamente. El plateresco tuvo tres pisos (algo insólito) pero ahora solo tiene dos porque se hundía y tuvieron que quitarle peso. La iglesia también vale la pena, sobre todo por el escudo imperial que corona el altar. De hecho, el bello altar se hizo tras la muerte de Carlos I. Lo encargó su hijo, Felipe II, a Juan de Herrera, arquitecto de El Escorial.

Y por supuesto, hay que pasearse por las humildes estancias reales, con la habitación, sala de estar y despacho del emperador abdicado. Uno se imagina al ex emperador leyendo correspondencia desde su butaca especial para sostener su pierna con gota situada hacia el jardín para disfrutar de las vistas de los jardines, por cierto también deliciosos, especialmente el agradable estanque donde Carlos I pescaba. 

Tras visitar el monasterio, nos adentramos por la pintoresca carretera que lleva a Garganta de la Olla, atravesando bellísimos paisajes boscosos. No muy lejos está el Villa Xarahiz Restaurant, con una carta llena de sorprendentes y originales recetas con productos de la Vera. Para beber pedimos la cerveza de cerezas "Cerex", hecha en Extremadura. Empezamos con una alcachofa confitada con hígado de bacalao y alioli negro muy rica, siguiendo con una original ensalada de queso fresco y peras infusionadas en oloroso con lascas de foie y nuez de macadamia, que nos dejó algo más indiferentes.

De principal pedimos cabrito verato asado a la mantequilla con salsa agridulce de frambuesas y pimentón, que estaba bueno pero no sorprendente. También pluma ibérica de bellota con revolconas y torta del Casar, que le fallaba el hecho de tener mucha grasa la pluma. Lo mejor de todo fue el solomillo de venado con foie en hojaldre con setas y trigueros en salsa de membrillo. Delicioso. Y de postres: las peras especiadas al azafrán con crema de naranja y el sorbete de frutos rojos de la Vera al vermut artesano. Muchísimo mejor el primero.

Finalmente, y de vuelta a Jarandilla de la Vera, además, hay que visitar su precioso parador nacional. Se trata de un palacio-castillo del siglo XV en el que residió varios meses Carlos I mientras construían sus habitaciones en el monasterio de Yuste. Su patio es bellísimo, y su sala de estar con el agradable balcón, impresionante. Además, su restaurante es un excelente lugar para probar los ingredientes y recetas de la zona. Nosotros cenamos allí la segunda noche, empezando con unos bocados de pimiento y espuma de torta del Casar cortesía del parador. De primero pedimos una casera sopa de judías verdes con pan de Guijo y crujiente ibérico. Y de segundo, yo pedí presa ibérica 100% raza autóctona con pastel de patata y manzana. Y de postre, unos deliciosos repápalos con leche, canela y anís. Para beber pedimos vino tinto de Extremadura. Lugar espectacular tanto por la comida, el ambiente y el amabilísimo y super eficiente servicio.

Valle del Jerte

Y si la Vera nos ofrece una gran gastronomía y monumentos históricos clave, el valle del Jerte nos conquistó por sus paisajes. Un mar de flores blancas nos esperaba al bajar en coche de la sierra de Tormantos. En abril los encontraréis en flor, todas blancas o rosáceas pálidas, siendo polinizadas por abejas para convertirse así en jugosas cerezas en mayo. Nosotros aún vimos algún que otro árbol pelado, cosas del cambio climático.


Optamos por hacer una de las rutas más bonitas: la de las cascadas de la garganta de las Nogaleas, de no más de dos horas, recorriendo senderos alrededor de varias caudalosas cascadas, provenientes de las nieves que aún permanecían en las cimas de las montañas (pese a ser ya abril) que regaban generosamente este bonito valle, cuyas laderas han sido casi todas transformadas en bancales para cultivar cerezos.

Tras la ruta, en el pueblo de Jerte disfrutamos de una alegre feria de productos artesanales de la zona, con quesos, embutidos y mermeladas (muchas de cereza, claro). Su plaza de la Constitución, con casas de piedra y balcones de madera, y una fuente en un lado, es también muy representativa de la arquitectura de la región.

Almorzamos en el restaurante "La Cabaña del Jerte" que pese a tener un servicio algo lento (entendible, porque el restaurante estaba a tope), sirve algunos platos especialmente deliciosos, por lo que vale la pena ser pacientes. El gazpacho de cereza está espectacular. 100% recomendable y probablemente uno de los mejores que he probado en mi vida. El zorongollo extremeño también nos gustó, mientras que la trucha de las gargantas en escabeche no nos hizo tanta gracia. En cambio, los huevos rotos con picadillo del Jerte estaban buenísimos. Otro consejo: evitad los postres.

En definitiva, esta verde zona de Extremadura es un lugar perfecto para descansar un fin de semana o incluso para pasar varios días: rutas, comida e historia os esperan. En mi caso, una agradable sorpresa descubrir Extremadura por una de sus zonas más verdes y bellas.

dilluns, 30 de maig del 2022

El eje cafetero colombiano

La Colombia que todos nos imaginamos

La película "Encanto" de Disney ahora y las telenovelas antes, pero sobre todo las novelas de Gabriel García Márquez siempre, han configurado la imagen que tenemos de Colombia los que no habíamos podido visitarla antes. Pero eso es solo un parte de Colombia: la parte que la define como la tierra que produce el café, siendo Colombia el segundo mayor productor del mundo tras Brasil.

Y eso es el eje cafetero, que lo componen tres departamentos colombianos: Caldas, Quindío y Risaralda. De hecho, en estos departamentos se produce el 10% del café mundial. Una visita a Colombia no puede dejar de lado esta zona, porque es la Colombia que todos nos imaginamos. 

Para llegar a la zona, lo mejor es tomar un avión hasta los aeropuertos de Manizales, Armenia o especialmente Pereira, el mejor conectado. Y esto nos llevará a disfrutar de un ejemplo excepcional de paisaje cultural sustentable y productivo único, que representa una tradición que representa un símbolo poderoso tanto a nivel nacional como para otras zonas cafetaleras del mundo. Estos paisajes son reflejo de una tradición centenaria consistente en cultivar en pequeñas parcelas de bosque alto y del modo en que los cafetaleros adaptaron el cultivo a las condiciones difíciles de la alta montaña. Son paisajes con tanta personalidad que la UNESCO los ha declarado patrimonio de la humanidad.

Las zonas urbanizadas, en su mayoría pueblos situados en las cumbres de las colinas, se caracterizan por una arquitectura creada por los colonos procedentes de la región de Antioquia, de influencia española. Como materiales de construcción se utilizaron materiales tradicionales, tales como tapia, bahareque (cañas trenzadas) para los muros y tejas de arcilla para los tejados. Algunos de estos materiales persisten todavía .

Yo opté por el aeropuerto de Pereira, una ciudad sin apenas turistas, pero que permite conocer una típica ciudad media colombiana muy agradable. Luego, de la estación de autobuses de Pereira tomamos un autobús directo a Salento. Nos esperaban cuatro días en el corazón cafetero de Colombia.

Salento

Situada en mitad de boscosas montañas, Salento basaba su economía en el cultivo del café y la pesca de truchas de río. Ahora, el turismo se ha convertido en un gran motor económico que está haciendo crecer a este pueblecito paisa. Cada vez son más los que acuden a disfrutar de sus coloridas calles. Pero sobre todo, su cercanía al valle de Cocora es lo que ha convertido a este en un lugar imprescindible.

El eje central es la calle Real (o carrera 6), vía principal que sale de plaza Bolívar, llena de tiendas de recuerdos y restaurantes de todo tipo. Al final de la calle hay unas escaleras que suben al Alto de la Cruz, desde donde ver el paisaje y el propio pueblito.

Salento, al estar lleno de turistas de todo el mundo, cuenta con una gastronomía razonable, incluyendo restaurantes italianos o vegetarianos; así como una pequeña oferta de ocio. Por ejemplo, en el bar "Los Amigos" se puede jugar al "tejo", el juego del interior colombiano más famoso. Se trata de lanzar pesados discos metálicos sobre bolsitas de pólvora situadas en una cancha de madera rellena de arcilla fresca con agujeros metálicos. Si consigues explotar uno te dan 6 puntos, si tocas uno pero no explota, 3 puntos... y así varias reglas. El objetivo es llegar a los 21 puntos para ganar. Más divertido aún si se hace en grupo. No os asustéis con las explosiones de los petardos y cuidado no os caiga alguno de los pesados discos metálicos en los pies.

Para comer algo, de noche lo mejor es ir a la plaza Bolívar y toma algo en los puestos ambulantes con bancos en mitad de la plaza, sobre todo una tradicional trucha preparada de varias maneras o un delicioso gran patacón con varios ingredientes posibles por encima.

La otra posibilidad recomendada, en este caso para el almuerzo, es la Rola, en la calle 5 de Salento, un local humilde pero estupendo, donde una señora de Bogotá os servirá el menú del día por algo menos de 4 euros: sopa casera y un plato de arroz, ensalada, maduro y una carne deliciosa.

Los desayunos suelen servirse en los hoteles en los que os quedéis, a base de arepas calientes con huevo acompañadas de delicioso "pan de bono", a base de fécula de maíz, junto con almidón de yuca fermentado, queso y huevo: exquisito.

Salento se utiliza como base para descubrir las maravillas de la región. Nosotros visitamos el valle del Cocora, una finca cafetera y el pueblo cercado de Filandia. Para desplazarse por aquí, o se alquila uno un coche o toca montarse en uno de los todoterrenos de la II Guerra Mundial, muy baratos y con muchísimas conexiones entre pueblos y lugares turísticos. Los Jeep "Willys" se usan para llevar turistas de arriba abajo, pero también cerdos, muebles, frutas y sobre todo, sacos de granos de café. Eran modelos sobrantes de la II Guerra Mundial que Estados Unidos envió aquí en los años 50, donde los vendieron con espectáculos itinerantes en plazas de pueblo. Los vendedores subían y bajaban las escaleras frente a las iglesias con estos vehículos. En los viajes siempre se va incómodo y apretado, pero es toda una experiencia.

Finca cafetera El Ocaso

Es obligatorio visitar una finca cafetera si estamos por la zona. Colombia es el tercer mayor exportador de café del mundo y el único gran productor que solo produce café arábigo. 

Los jesuitas trajeron este cultivo en el siglo XVIII, al ver que las condiciones eran ideales, por estar cerca del ecuador y permitir cultiva a gran altura, donde los granos maduran más despacio, lo que produce un grano más duro y denso, con un sabor más consistente al tostarse. La frecuente lluvia permite que los arbustos estén casi siempre en flor, permitiendo recoger dos cosechas anuales, cuando es especialmente interesante visitar el eje cafetero: la primera es en abril y mayo, y la segunda entre octubre y diciembre.

Nosotros optamos por la finca "El Ocaso", en la vereda Palestina, a unos veinte minutos en coche desde Salento. En esta finca muestran qué es lo que hace único al café colombiano y además, permite entender mejor el duro trabajo que implica poder degustar una buena taza. Todo café colombiano debe recogerse a mano, y así lo haréis también en una parte del recorrido, donde aprenderéis a recolectar los granos maduros con un cesto tradicional colgado.

Se empieza por la plantación: desde la semilla y los brotes hasta la recolección; y se sigue en el separado del grano y la cáscara, el secado (o tostado, depende del tipo de café que se busque) y finalmente el molido y su preparación para degustar. El guía lo explica todo mostrando esquejes, pequeños brotes, y luego los enormes arbustos con semillas (ya que fuimos en la primera época de recolección del año).

La preparación tradicional fue con el típico "calcetín" o filtro de tela donde se pone el café molido y se va echando poco a poco el agua a 90 grados para conseguir el sabor perfecto. Estaba muy rico, honestamente. Luego venden café tanto en grano como molido. Aprovechad y comprad, ya que luego es más caro en aeropuertos.

El valle del Cocora

Cocora es, sin ninguna duda, el paisaje más bonito del país. No por casualidad los billetes de más valor tienen este paisaje estampado. Por todas partes se ven los árboles nacionales de Colombia: las famosas palmas de cera, el tipo de palmera más grande del mundo, que llega hasta los 60 metros.

Hoy en día está bastante organizado. Los "Willy´s" os dejarán al lado del acceso al sendero. Tras pagar la entrada (ya que el valle es privado), podréis pasearos durante algunas horas para disfrutar de estos bellos y fotogénicos paisajes. Hay incluso un bosque de colibríes que no vimos porque las fuertes lluvias habían dejado incomunicado el camino que lleva hasta el mismo.

Aún así, pasear por sus montañosos senderos es una maravilla que no deja indiferente a nadie. Lo único malo es que se encuentran en peligro de extinción estas palmas por la presión humana y de ganadería en la zona, que hace que muchas palmeras no pueda crecer y sean arrancadas al inicio. Mi consejo para minimizar vuestro impacto sobre el valle: no utilicéis caballos e intentad no saliros de los senderos establecidos.


Filandia

Finalmente, a media hora en "Willys" de Salento se encuentra esta localidad cafetera tradicional, preciosa también. Tanto, que aquí se grabó la reciente telenovela "Café con aroma de mujer".

Además de sus casitas de colores y su bella plaza principal, también ofrece varias actividades, como el centro de interpretación de la cestería de Bejucos. Uno de los símbolos de este pueblo son los cestos tejidos que antaño usaban los recolectores de café. El museo explica los materiales, los tipos de cestos y el proceso de elaboración, por un precio simbólico. Los jóvenes están rescatando la tradición y ahora, además de los tradicionales cestos, también hacen preciosas lámparas y muchos otros objetos decorativos de gran calidad que encontramos en su tienda.

La otra gran atracción es una impresionante estructura de madera contemporánea de 19 metros perfecta para admirar el paisaje en lo alto de una colina tras caminar unos minutos desde el centro. Sobre todo lo que más veréis son paisajes de cultivo de café.

Finalmente, ninguna visita a Filandia puede acabar sin almorzar o cenar en Helena Adentro. se trata de un agradable local de cocina colombiana fusión. Dirigido por un chef de Filandia y su pareja australiana, este moderno restaurante es el mejor del Eje Cafetero sin ninguna duda. Ofrece platos colombianos presentados de manera innovadora, y siempre usando ingredientes frescos de granjas locales y gran calidad, reinventando recetas de la zona.

Sus bebidas naturales son muy creativas, como su limonada con sirope rosa de albahaca y zumo de lima. O su lulada: con zumo de limón, sirope de lulo y trozos de lulo. De entrante pedimos las deliciosas croquetas de yuca y las marranitas: una especie de panes hechos a mano con masa de maíz, rellenas con pierna de cerdo cocida lentamente con vino blanco, hierbas, ajo y cebolla, salsa de mayonesa casera, perejil, un toque de hogao y queso fresco de Filandia.

Seguimos con cuatro deliciosas costillas glaseadas con ron, limón, panela orgánica y salsa de soja, encima de arepas fritas con picadillo de tomates verdes, cilantro y limón, con una salsa al lado de remolacha en escabeche con cebolla morada, y un toque de chile.

También pedimos chuleta de pollo apanada con pan de yuca, pasta de tomate agridulce, queso crema para gratinar y papas con mayonesa casera, acompañada de un encurtido de pepino y zanahoria. Acabamos con unos suspiros quebrados caseros con maracuyá y crema de leche; y una buena taza de chucula caliente, una bebida a base de siete granos: haba, arveja, cebada, trigo, garbanzo, maíz y lenteja. Tras ser tostados y molidos, se mezclan con un melado que se prepara a partir de agua y panela, y se le agrega chocolate amargo, canela y clavo. Se bebe acompañada de queso fresco de Filandia.

Acabamos a tope pero es que el menú era tan interesante que quería dejarme las mínimas cosas sin probar. Lo único malo es que la comida tarda mucho en salir, deberían organizar mejor la cocina o reducir la carta.

Por tanto, merece mucho la pena visitar la región: tanto por sus paisajes como por sus gentes. Tanto por su comida como para descubrir la cultura del café y el resto de sus tradiciones. Me faltó visitar el parque nacional de Las Nieves o ir a los termales de Santa Rosa de Cabal, a los que intentaré ir cuando vuelva a Colombia.