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dilluns, 30 de maig del 2022

El eje cafetero colombiano

La Colombia que todos nos imaginamos

La película "Encanto" de Disney ahora y las telenovelas antes, pero sobre todo las novelas de Gabriel García Márquez siempre, han configurado la imagen que tenemos de Colombia los que no habíamos podido visitarla antes. Pero eso es solo un parte de Colombia: la parte que la define como la tierra que produce el café, siendo Colombia el segundo mayor productor del mundo tras Brasil.

Y eso es el eje cafetero, que lo componen tres departamentos colombianos: Caldas, Quindío y Risaralda. De hecho, en estos departamentos se produce el 10% del café mundial. Una visita a Colombia no puede dejar de lado esta zona, porque es la Colombia que todos nos imaginamos. 

Para llegar a la zona, lo mejor es tomar un avión hasta los aeropuertos de Manizales, Armenia o especialmente Pereira, el mejor conectado. Y esto nos llevará a disfrutar de un ejemplo excepcional de paisaje cultural sustentable y productivo único, que representa una tradición que representa un símbolo poderoso tanto a nivel nacional como para otras zonas cafetaleras del mundo. Estos paisajes son reflejo de una tradición centenaria consistente en cultivar en pequeñas parcelas de bosque alto y del modo en que los cafetaleros adaptaron el cultivo a las condiciones difíciles de la alta montaña. Son paisajes con tanta personalidad que la UNESCO los ha declarado patrimonio de la humanidad.

Las zonas urbanizadas, en su mayoría pueblos situados en las cumbres de las colinas, se caracterizan por una arquitectura creada por los colonos procedentes de la región de Antioquia, de influencia española. Como materiales de construcción se utilizaron materiales tradicionales, tales como tapia, bahareque (cañas trenzadas) para los muros y tejas de arcilla para los tejados. Algunos de estos materiales persisten todavía .

Yo opté por el aeropuerto de Pereira, una ciudad sin apenas turistas, pero que permite conocer una típica ciudad media colombiana muy agradable. Luego, de la estación de autobuses de Pereira tomamos un autobús directo a Salento. Nos esperaban cuatro días en el corazón cafetero de Colombia.

Salento

Situada en mitad de boscosas montañas, Salento basaba su economía en el cultivo del café y la pesca de truchas de río. Ahora, el turismo se ha convertido en un gran motor económico que está haciendo crecer a este pueblecito paisa. Cada vez son más los que acuden a disfrutar de sus coloridas calles. Pero sobre todo, su cercanía al valle de Cocora es lo que ha convertido a este en un lugar imprescindible.

El eje central es la calle Real (o carrera 6), vía principal que sale de plaza Bolívar, llena de tiendas de recuerdos y restaurantes de todo tipo. Al final de la calle hay unas escaleras que suben al Alto de la Cruz, desde donde ver el paisaje y el propio pueblito.

Salento, al estar lleno de turistas de todo el mundo, cuenta con una gastronomía razonable, incluyendo restaurantes italianos o vegetarianos; así como una pequeña oferta de ocio. Por ejemplo, en el bar "Los Amigos" se puede jugar al "tejo", el juego del interior colombiano más famoso. Se trata de lanzar pesados discos metálicos sobre bolsitas de pólvora situadas en una cancha de madera rellena de arcilla fresca con agujeros metálicos. Si consigues explotar uno te dan 6 puntos, si tocas uno pero no explota, 3 puntos... y así varias reglas. El objetivo es llegar a los 21 puntos para ganar. Más divertido aún si se hace en grupo. No os asustéis con las explosiones de los petardos y cuidado no os caiga alguno de los pesados discos metálicos en los pies.

Para comer algo, de noche lo mejor es ir a la plaza Bolívar y toma algo en los puestos ambulantes con bancos en mitad de la plaza, sobre todo una tradicional trucha preparada de varias maneras o un delicioso gran patacón con varios ingredientes posibles por encima.

La otra posibilidad recomendada, en este caso para el almuerzo, es la Rola, en la calle 5 de Salento, un local humilde pero estupendo, donde una señora de Bogotá os servirá el menú del día por algo menos de 4 euros: sopa casera y un plato de arroz, ensalada, maduro y una carne deliciosa.

Los desayunos suelen servirse en los hoteles en los que os quedéis, a base de arepas calientes con huevo acompañadas de delicioso "pan de bono", a base de fécula de maíz, junto con almidón de yuca fermentado, queso y huevo: exquisito.

Salento se utiliza como base para descubrir las maravillas de la región. Nosotros visitamos el valle del Cocora, una finca cafetera y el pueblo cercado de Filandia. Para desplazarse por aquí, o se alquila uno un coche o toca montarse en uno de los todoterrenos de la II Guerra Mundial, muy baratos y con muchísimas conexiones entre pueblos y lugares turísticos. Los Jeep "Willys" se usan para llevar turistas de arriba abajo, pero también cerdos, muebles, frutas y sobre todo, sacos de granos de café. Eran modelos sobrantes de la II Guerra Mundial que Estados Unidos envió aquí en los años 50, donde los vendieron con espectáculos itinerantes en plazas de pueblo. Los vendedores subían y bajaban las escaleras frente a las iglesias con estos vehículos. En los viajes siempre se va incómodo y apretado, pero es toda una experiencia.

Finca cafetera El Ocaso

Es obligatorio visitar una finca cafetera si estamos por la zona. Colombia es el tercer mayor exportador de café del mundo y el único gran productor que solo produce café arábigo. 

Los jesuitas trajeron este cultivo en el siglo XVIII, al ver que las condiciones eran ideales, por estar cerca del ecuador y permitir cultiva a gran altura, donde los granos maduran más despacio, lo que produce un grano más duro y denso, con un sabor más consistente al tostarse. La frecuente lluvia permite que los arbustos estén casi siempre en flor, permitiendo recoger dos cosechas anuales, cuando es especialmente interesante visitar el eje cafetero: la primera es en abril y mayo, y la segunda entre octubre y diciembre.

Nosotros optamos por la finca "El Ocaso", en la vereda Palestina, a unos veinte minutos en coche desde Salento. En esta finca muestran qué es lo que hace único al café colombiano y además, permite entender mejor el duro trabajo que implica poder degustar una buena taza. Todo café colombiano debe recogerse a mano, y así lo haréis también en una parte del recorrido, donde aprenderéis a recolectar los granos maduros con un cesto tradicional colgado.

Se empieza por la plantación: desde la semilla y los brotes hasta la recolección; y se sigue en el separado del grano y la cáscara, el secado (o tostado, depende del tipo de café que se busque) y finalmente el molido y su preparación para degustar. El guía lo explica todo mostrando esquejes, pequeños brotes, y luego los enormes arbustos con semillas (ya que fuimos en la primera época de recolección del año).

La preparación tradicional fue con el típico "calcetín" o filtro de tela donde se pone el café molido y se va echando poco a poco el agua a 90 grados para conseguir el sabor perfecto. Estaba muy rico, honestamente. Luego venden café tanto en grano como molido. Aprovechad y comprad, ya que luego es más caro en aeropuertos.

El valle del Cocora

Cocora es, sin ninguna duda, el paisaje más bonito del país. No por casualidad los billetes de más valor tienen este paisaje estampado. Por todas partes se ven los árboles nacionales de Colombia: las famosas palmas de cera, el tipo de palmera más grande del mundo, que llega hasta los 60 metros.

Hoy en día está bastante organizado. Los "Willy´s" os dejarán al lado del acceso al sendero. Tras pagar la entrada (ya que el valle es privado), podréis pasearos durante algunas horas para disfrutar de estos bellos y fotogénicos paisajes. Hay incluso un bosque de colibríes que no vimos porque las fuertes lluvias habían dejado incomunicado el camino que lleva hasta el mismo.

Aún así, pasear por sus montañosos senderos es una maravilla que no deja indiferente a nadie. Lo único malo es que se encuentran en peligro de extinción estas palmas por la presión humana y de ganadería en la zona, que hace que muchas palmeras no pueda crecer y sean arrancadas al inicio. Mi consejo para minimizar vuestro impacto sobre el valle: no utilicéis caballos e intentad no saliros de los senderos establecidos.


Filandia

Finalmente, a media hora en "Willys" de Salento se encuentra esta localidad cafetera tradicional, preciosa también. Tanto, que aquí se grabó la reciente telenovela "Café con aroma de mujer".

Además de sus casitas de colores y su bella plaza principal, también ofrece varias actividades, como el centro de interpretación de la cestería de Bejucos. Uno de los símbolos de este pueblo son los cestos tejidos que antaño usaban los recolectores de café. El museo explica los materiales, los tipos de cestos y el proceso de elaboración, por un precio simbólico. Los jóvenes están rescatando la tradición y ahora, además de los tradicionales cestos, también hacen preciosas lámparas y muchos otros objetos decorativos de gran calidad que encontramos en su tienda.

La otra gran atracción es una impresionante estructura de madera contemporánea de 19 metros perfecta para admirar el paisaje en lo alto de una colina tras caminar unos minutos desde el centro. Sobre todo lo que más veréis son paisajes de cultivo de café.

Finalmente, ninguna visita a Filandia puede acabar sin almorzar o cenar en Helena Adentro. se trata de un agradable local de cocina colombiana fusión. Dirigido por un chef de Filandia y su pareja australiana, este moderno restaurante es el mejor del Eje Cafetero sin ninguna duda. Ofrece platos colombianos presentados de manera innovadora, y siempre usando ingredientes frescos de granjas locales y gran calidad, reinventando recetas de la zona.

Sus bebidas naturales son muy creativas, como su limonada con sirope rosa de albahaca y zumo de lima. O su lulada: con zumo de limón, sirope de lulo y trozos de lulo. De entrante pedimos las deliciosas croquetas de yuca y las marranitas: una especie de panes hechos a mano con masa de maíz, rellenas con pierna de cerdo cocida lentamente con vino blanco, hierbas, ajo y cebolla, salsa de mayonesa casera, perejil, un toque de hogao y queso fresco de Filandia.

Seguimos con cuatro deliciosas costillas glaseadas con ron, limón, panela orgánica y salsa de soja, encima de arepas fritas con picadillo de tomates verdes, cilantro y limón, con una salsa al lado de remolacha en escabeche con cebolla morada, y un toque de chile.

También pedimos chuleta de pollo apanada con pan de yuca, pasta de tomate agridulce, queso crema para gratinar y papas con mayonesa casera, acompañada de un encurtido de pepino y zanahoria. Acabamos con unos suspiros quebrados caseros con maracuyá y crema de leche; y una buena taza de chucula caliente, una bebida a base de siete granos: haba, arveja, cebada, trigo, garbanzo, maíz y lenteja. Tras ser tostados y molidos, se mezclan con un melado que se prepara a partir de agua y panela, y se le agrega chocolate amargo, canela y clavo. Se bebe acompañada de queso fresco de Filandia.

Acabamos a tope pero es que el menú era tan interesante que quería dejarme las mínimas cosas sin probar. Lo único malo es que la comida tarda mucho en salir, deberían organizar mejor la cocina o reducir la carta.

Por tanto, merece mucho la pena visitar la región: tanto por sus paisajes como por sus gentes. Tanto por su comida como para descubrir la cultura del café y el resto de sus tradiciones. Me faltó visitar el parque nacional de Las Nieves o ir a los termales de Santa Rosa de Cabal, a los que intentaré ir cuando vuelva a Colombia. 

dilluns, 9 de maig del 2022

Medellín

Medallo

Medellín, o "Medallo", como le llaman los paisas,la ciudad de la eterna primavera, fue la que me dio la bienvenida a Colombia. Y la verdad es que me encantó. Situada en un valle en mitad de la cordillera de los Andes, Medellín es una ciudad dinámica, con una gran oferta cultural, de restauración y de ocio. Medellín es la segunda ciudad de Colombia, pero la primera en innovación, amabilidad y clima. Por eso opté por entrar a descubrir este fascinante país por aquí. Y no me equivoqué.

El valle lo atraviesa el río Medellín, del mismo nombre, y 53 afluentes descienden las montañas hasta llegar a él, creando muchas quebradas que la ciudad ha transformado en frondosos parques tropicales. Yo me quedé al lado de uno del ellos: el parque de la Presidenta, atravesado por un caudaloso afluente con cascadas con cuyo sonido me dormí las cuatro noches que pasé en la capital antioqueña. 

Opté por el hotel Dann Carlton Medellín, cómodo y bien situado en el Poblado. Quizá hay algo de ruido tanto por el río que pasa al lado con fuerza (ventanas climalite ayudarían), pero las vistas y la comodidad de la cama compensan. El desayuno está bueno y es bastante completo, pero no es el que uno espera de un hotel de cinco estrellas, ni por variedad ni por calidad. Cuenta con una piscina y gimnasio agradables, aunque al gimnasio le vendría bien una reformita.

El Poblado

Por tanto, me quedé en el Poblado, uno de los lugares donde más abunda la vegetación, con calles arboladas frecuentes y bellos parques creados por el gobierno municipal como herramienta para restablecer la confianza entre los ciudadanos y construir una paz sólida y duradera. Por ejemplo, el propio parque de La Presidenta, al lado de mi hotel, muy agradable con su cascada, o el parque de la bailarina, con unas preciosas vistas de la ciudad desde su mirador y una infinidad de árboles frutales.

El Poblado también es relevante porque fue aquí donde primero intentaron instalarse los españoles cuando llegaron a estas tierras. Sin embargo, debido a los problemas de convivencia con los nativos, acabaron trasladándose unos kilómetros más lejos, donde se fundó Medellín. En cualquier caso, el Poblado pasó de ser un lugar de haciendas al barrio más exclusivo de la ciudad a mediados de siglo XX. Se cree que sus primeros pobladores fueron judíos huyendo de la Inquisición. El hecho de que los pobladores de esta región cultivaran ellos mismos la tierra y fueran autosuficientes hizo de los paisas muy diferentes al resto de Colombia, donde las tierras las cultivaban esclavos traídos de África.

Para los foodies, el Poblado es el paraíso, empezando por la heladería "Amor-acuyá", que sirve helados de calidad con toque tropical. A esta vine recomendado por mi guía en el free tour de Poblado y la verdad es que me encantó. Amor-acuyá es el propio sabor imperdible que aúna el toque dulce y áspero de la fruta de la pasión con nata y un chocolate blanco colombiano con un 65% de cacao, que mezcla en una misma cucharada lo mejor de lo dulce y lo amargo. Quedó en el podio de los tres mejores helados del mundo hace unos años. Además, tienen otros sabores e incluso helados veganos con leche de coco que están riquísimos. 

Otro sitio imperdible es el Kai Restaurant, un vegetariano con opciones súper sabrosas del chef Barrientos. Nosotros pedimos un hummus de remolacha que venía acompañado de cítricos y otros vegetales seguido de un bol con arroz trufado y muchas otras verduras y legumbres deliciosamente preparadas. Para beber pedimos un kombutcha casero delicioso y de postre una torta de la casa con mantequilla de cacahuete y chocolate. Servicio de 10 y los ingredientes de primera.

Pero sin duda, si hay un restaurante al que ir si o si es Carmen, una joya gastronómica. No por casualidad es uno de los 50 mejores restaurantes en América Latina. Excelente ambiente y comida. Además de contar con un servicio súper amable y rápido. Pedí su exquisito ajiaco a base de delicioso pollo orgánico frito con una original crema de patatas de los Andes cubierta de especias, acompañada de huascas y maíz nativo. Y de postre el sabroso 7 leches: una pequeña tarta de suero de búfalo, leche de coco, nueces y haba tonka, acompañada de helado de yogurt ahumado y un miguelucho. Una pena que no volví a probar otras exquisiteces de su menú. Reservad con unos días de antelación.


En Poblado también hay mucha fiesta, especialmente a lo largo de calle 10, en barrio Provenza o en el parque  Lleras. No podía ser de otra manera en la ciudad natal de Maluma, Juanes, J Balvin o Sebastián Yatra.

Finalmente, a los que os guste la moda de calidad y el diseño, pero no os guste dejaros el sueldo en ello, Poblado es un sitio perfecto para hacer algunas compras. Las mejores marcas de moda de Colombia (y de Iberoamérica) son de Medellín, famosa por sus diseñadores e industria. La mayoría de marcas locales cuenta con boutiques en carrera 37 (conocida como Vía Primavera) harán las delicias de todo el que aprecie la moda y complementos de diseño con materiales de alta calidad y precios razonables (gracias al cambio del peso al euro).

Centro

Pero si es Poblado si barrio más inn, el origen de la ciudad se encuentran en el parque de Berrío, con iglesias barrocas que me recordaron mucho a las de Rio de Janeiro. Medellín se fundó con el nombre de una población ya existente en Extremadura (España) por Don Pedro Porto Carrero y Luna, conde de Medellín y presidente del Consejo de Indias de España, pese a que colonos ingleses posteriores intentaron cambiarle el nombre por el de New London (sin éxito). La ciudad, pese a fundarse 1616, no fue hasta principios del siglo XX cuando vivió un auténtico boom gracias a la inauguración del ferrocarril y al auge de exportaciones del café y de minerales. Con esas ganancias, la incipiente burguesía local invirtió en industrias textiles que aceleraron el crecimiento de Medellín y la llenaron de altos edificios art-decó, grandes almacenes, hoteles, cines y teatros.

Sin embargo, en los años 80, la ciudad se sumió en una espiral de violencia, drogas y corrupción por culpa principalmente de un hombre: Pablo Escobar, finalmente tiroteado por la policía en 1993 mientras trataba de huir. Durante los 80 y parte de los 90, Medellín pasó a ser la capital mundial del tráfico de la cocaína y por tanto, la ciudad más peligrosa del mundo. El turismo desapareció.

Sin embargo, esta terrible era llegó a su fin, y para celebrarlo, el artista local, Fernando Botero, regaló a la ciudad la icónica escultura de su paloma de la paz. Sin embargo, en 1995, durante un festival de música en el parque de San Antonio, un terrorista lanzó una bomba en una mochila bajo la estatua, matando a 28 personas e hiriendo a más de 200. Fue entonces cuando los habitantes de Medellín se dieron cuenta que Escobar no era la única persona que había estado tras los años oscuros de la ciudad.

La estatua quedó destrozada (y así sigue para recordar el terrible acto). Al lado se puso un cartel con la portada del periódico "El Colombiano" en grande para recordar este hecho. Además, Botero hizo una nueva estatua que también se colocó al lado de la destrozada, como símbolo de la resiliencia del pueblo de Medellín. Son muchas otras las estatuas callejeras del artista, tanto en esta plaza, como en la plazoleta de las esculturas frente al Museo de Antioquia. Es una pasada disfrutar gratis de tremendas obras de arte. Uno de los legados de la época de violencia y ajustes de cuentas son las imágenes de la Virgen de la Candelaria que hay en muchos parques y en cada estación de metro, colocadas por ser el único elemento que respetaban los narcos: donde había presencia de la Madre de Dios, respetaban ese espacio y no ponían bombas ni usaban armas.

En las callejuelas del centro uno encuentra vendedores ambulantes con todo tipo de frutas tropicales así como jugo de caña fresco con limón: delicioso. Pero tampoco podemos perdernos locales icónicos, como la casi centenaria pastelería Astor, en la calle Junín, fundada por un suizo que se mudó a la ciudad en 1930 y que ofrece los mejores chocolates y pasteles de la ciudad, destacando sus "morritos": unos bizcochitos cuadrados recubiertos de chocolate y con formas de animales.

Precisamente la calle Junín, ahora bastante decadente, fue la calle de moda de la ciudad, donde los grandes teatros y cafés reunían a la juventud de los años cuarenta y cincuenta para encontrarse y divertirse. Parte de esa grandeza aún se puede percibir en la pastelería Astor, precisamente. Aún hoy, las abuelas traen a sus nietos a merendar aquí, recordando los años en los que ellas venían cuando eran jóvenes.

El centro de Medellín también cuenta con una moderna zona de edificios gubernamentales donde se mezclan los estilos brutalista y contemporáneo. Del brutalismo, la gobernación de Antioquia, gigantesca mole de cemento gris, destaca junto con el retorcido e impresionante monumento a la raza. De lo contemporáneo, el llamado edificio de los palitos amarillos, el rascacielos que alberga las oficinas de la alcaldía de Medellín. Frente al mismo encontramos la llama eterna a la memoria de los periodistas asesinados en la región por decir la verdad, lista cuya placa aún tiene espacios vacíos porque las muertes siguen, por desgracia. O el parque de los pies descalzos, una de las primeras iniciativas para hacer la ciudad más amigable, donde poder caminar descalzo por arena, agua y finalmente, un calmado bosque de bambús: todo en mitad de la agitada ciudad.

Otro barrio icónico es Miraflores, con su elegante plazuela de San Ignacio, donde viejecitos juegan al dominó mientras la bella fachada barroca de la iglesia los mira. No muy lejos se encuentra la Placita de Flórez, el famoso mercado de flores, mascotas, plantas y también alimentos de la ciudad. No muy lejos también está el Museo Casa de la Memoria, un pequeño y moderno centro en el que aprender más sobre el origen histórico y geopolítico de los conflictos que tanto sufrimiento han causado a la ciudad: narcotráfico, guerrillas, paramilitares, violencia estatal, asesinatos a periodistas y líderes sociales, corrupción... la memoria de los miles de desaparecidos sigue presente. Lo más desgarrador son los vídeos de las víctimas a tamaño real con sus vivencias. Tuve la suerte de visitar el museo el 9 de abril, día nacional para la memoria y solidaridad con las víctimas del conflicto armado. Por ello, en el patio del museo, además de venderse todo tipo de productos artesanales realizados por antiguos guerrilleros ahora reinsertados en la sociedad, también habían reuniones de familiares de desaparecidos (miles de colombianos siguen desaparecidos. la mayoría a causa del ejército y policías colombianas). Los familiares siguen pidiendo respuestas.

Comuna 13

Pero si hay un lugar donde apreciar de verdad el gran cambio urbanístico de la ciudad para dejar atrás sus años de plomo, ese es Comuna 13, uno de los barrios más peligrosos del mundo hasta hace unas décadas. Llena de guerrillas, traficantes de droga y paramilitares, la Comuna 13 era un lugar al que los ajenos al barrio no podían poner un pie, a riesgo de recibir un balazo. Para resolver esta situación, el Estado colombiano utilizó la violencia como remedio, con operaciones militares y policiales, en la que destaca la terrible "Operación Orión" en 2002, cuando las fuerzas de seguridad, con el apoyo de paramilitares, barrieron el barrio durante dos días ejecutando allí mismo a más de 200 personas. Si bien es cierto que ello acabó con la presencia de las guerrillas de las FARC y el ELN, la violencia siguió incrustada en el barro, pues a las guerrillas les sustituyeron bandas menores de narcotraficantes, igualmente violentas y mucho más fragmentadas.

Fue entonces cuando las autoridades públicas se reuniones con líderes sociales, dejando atrás el modelo de represión policial, y diseñaron un nuevo modelo para pacificar la zona. Se trataba de reformar el barrio, mejorar sus comunicaciones, resignificar el arte callejero hacia una cultura de paz y expandir el acceso a la educación y el empleo para todos.

Ahora el turista puede pasear tranquilamente y ver como ha cambiado todo: lo más visible son las cómodas escaleras mecánicas, que ahorran mucho esfuerzo y sudor en subir las empinadas calles del barrio; las escuelas de música que se fomentaron han generado una serie de bandas de hip-hop que bailan por los diferentes rincones y parques; las galerías de arte son frecuentes y muestran impresionantes grafitis, muchos incluso con luces fluorescentes; y no sólo, el arte urbano aparece por todo lado; antiguos basureros se convirtieron en parques con grandes toboganes (no os perdáis el icónico parque Sergio Céspedes, explicado por algún local), en campos de fútbol o en terrazas arboladas con bancos. 

Mientras descubrís la Comuna 13, no dejéis de probar el famoso "mangobiche", un dulce perfecto para combatir el calor de la ciudad muy típico del barrio: trozos de mango helados en forma de polo que se comen hundiéndolos de tanto en tanto en un vaso de limonada. 

Además de parques, arte urbano y educación, el transporte ha sido otra de las claves en la transformación de la ciudad. Metro Medellín ha creado una red de líneas de metro elevado, autobuses rápidos, tranvías y lo más icónico: el metrocable, uno de los primeros teleféricos de transporte masivo del mundo fuera de estaciones de esquí. Estas líneas conectan con estaciones de metro para facilitar el acceso a vecindarios situados en altas colinas (los de menor renta), expandiendo la igualdad en la ciudad. Al acercar a los vecinos y los barrios, la violencia en la ciudad cayó de forma exponencial.

Para visitar el barrio os recomiendo un guía local, que os explicará las curiosidades de los habitantes y muchos rincones en los que no nos fijaríamos a simple vista. Se pueden reservar por Internet o yendo por la mañana a la parada de metro de San Javier, donde empiezan la mayoría de tours.

Guatapé

Desde Medellín vale la pena dedicar un día a visitar Guatapé. Hasta hace pocos años era imposible aventurarse a estas zonas rurales debido a la fuerte presencia de guerrillas. Desde 2006 se solucionó eso y ahora miles de colombianos y extranjeros abarrotan la bella región y disfrutan de ella.

Los frecuentes y baratos servicios de autobuses conectan la estación central de Medellín con la región. En muchas de las cantinas de carretera en las que para el autobús podréis disfrutar de un desayuno típico: arepas de choclo cocinadas en parrilla al carbón acompañadas de queso fresco y mantequilla.

Su atracción principal es la piedra del Peñol y sus 659 escalones. Este monolito de granito sigue siendo de propiedad privada, por lo que el acceso al mismo es de pago. Tras subir las escaleras construidas en una fisura de la roca, tendréis unas vistas de la bonita región salpicada de lagos artificiales, creados tras la construcción de una presa a finales de los años 50. Hacedlo mientras disfrutáis de un refrescante salpicón de frutas en zumo de sandía. Los lagos han generado una industria de los deportes de agua o incluso la pesca. Y han atraído a cientos de antioqueños que se han construido sus segundas residencias alrededor de estas aguas nuevas.

El antiguo pueblo colonial de Guatapé ahora cuenta con un agradable paseo marítimo que da la sensación de llevarnos al mar. Allí, decenas de terrazas ofrecen la tradicional bandeja paisa para el almuerzo, con arroz, frijoles, maduro frito, huevo frito, aguacate, carne molida, chorizo y chicharrones.  Y por supuesto, truchas del lago fritas al ajillo acompañadas de patacones. Tras el almuerzo, pasear por sus coloridas calles y animada plaza mayor es muy agradable. El pueblo es famoso por los bajorrelieves de sus casas, decoradas con formas geométricas de alegres colores.


También podéis acabar el día con una copa en el bello complejo Charlee Luxé, un hotel en mitad de la selva con una terraza maravillosa al borde de uno de los entrantes del lago donde se junta la gente guapa de Medellín un fin de semana. Aquí solo se puede lugar en transporte privado y lo descubrimos gracias a un amigo que nos llevó. Un lugar maravilloso para acabar una jornada descubriendo Guatapé.

dilluns, 21 de març del 2022

Ávila


Tierra de cantos y de santos

Ávila es una pequeña ciudad a poco más de hora y media de Madrid en coche o tren, siendo una escapada perfecta para los que viven en la capital española, tanto para un día como para pasar una o dos noches en este lugar declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. 

Fundada en el siglo XI para proteger los territorios castellanos contra los musulmanes, Ávila ha preservado la austeridad y pureza de líneas de su arquitectura medieval, de la que son muestras notables la catedral gótica y las murallas, que con sus 82 torres semicirculares y nueve puertas monumentales son las más completas de España.

De hecho, la imagen más característica que uno se encuentra al acercarse a Ávila son precisamente las famosas murallas, de dos kilómetros y medio de largo. Es una de las pocas ciudades del mundo que aún las conserva rodeando completamente su casco histórico. Además, se pueden apreciar bien porque Ávila es la capital de provincia española más alta: se encuentra a más de 1,100 metros de altura. 

Ávila también es famosa por albergar la sede de la Academia Nacional de Policía, y allí pasan largos meses todo el que aprueba las oposiciones a este cuerpo nacional, formándose para poder iniciar su servicio público. Asimismo, Ávila es la ciudad en la que vivió la mayor parte de su vida el ex presidente Adolfo Suárez

Nosotros empezamos la visita entrando por la pequeña puerta del Carmen, por la que nos adentramos a su ciudad vieja, y tras llegar a la plaza frente a la catedral, empezamos un tour guiado que nos llevó por los principales lugares de la ciudad, empezando por la plaza del mercado grande, a los pies de la puerta del Alcázar, una de las más bonitas. Accedimos a la plaza de Adolfo Suárez (con estatua a escala real y a pie de calle del ex presidente) y empezamos la visita, disfrutando de los palacetes del siglo XVI que abundan por la ciudad, testigos de cuando esta floreció como centro comercial de granos y lana.


La ciudad de Santa Teresa de Jesús

A través de calles y anécdotas llegamos al actual monasterio que alberga parte de la antigua casona abulense en la que nació Teresa Cepeda, en el seno de una rica familia de mercaderes de origen judío. Santa Teresa es clave por ser la primera mujer en la historia considerada Doctora de la Iglesia Católica. Y ello por sus abundantes escritos místicos, de gran calidad dentro de la literatura de la época.

La mayoría de peregrinos que llegan a la ciudad empiezan su visita por la habitación en la que nació la santa, ahora dentro de la iglesia de un convento de la orden de los Carmelitas. Esta iglesia la pagó el Conde-Duque de Olivares, favorito del Rey Felipe IV. A lado de la habitación, típica de una buena familia abulense de la época, se encuentra la capilla con la estatua más famosa (y realista) de la santa, la que sale en procesión durante sus fiestas. La capilla está ricamente decorada y es fácil encontrar a devotos rezándole a Santa Teresa, por lo que es recomendable guardar silencio durante la visita.

Santa Teresa fundó decenas de conventos nuevos de su orden, las carmelitas, y emprendió reformas que llevaron a una vuelta a los orígenes de las enseñanzas de Jesucristo, evitando la opulencia y llevando una vida sencilla, al punto de incluso pedir que se desprendieran hasta de los zapatos. De ahí que desde ese momento se les conociera como a los Carmelitas Descalzos.

La santa es omnipresente en la ciudad. Al lado de la capilla hay una tienda de recuerdos con sus libros y otros elementos, además de un pequeño expositor con reliquias de Santa Teresa, incluyendo uno de sus dedos. Además, en todos los hornos de la ciudad se encuentran las deliciosas yemas de Santa Teresa, el dulce más típico de Ávila.

La visita siguió por la bonita y porticada plaza del mercado chico, donde se encuentra el edificio del ayuntamiento, y acabó de nuevo en el exterior de las murallas, en el parque de San Vicente, antiguo cementerio de la ciudad durante época romana, y muchas de cuyas lápidas se utilizaron en la construcción de la muralla medieval. De hecho, si os fijáis en esta parte de la muralla, veréis algunas de esas lápidas incrustadas en la misma. También vimos desde fuera la bellísima iglesia románica de San Vicente.

Chuletón, judiones y patatas revolconas

Para la comida, fuimos para probar la gastronomía abulense al Parador Nacional. Situado en el antiguo Palacio de Piedras Albas, esta fue la casa del Corregidor Juan de Henao, Gentil Hombre de la Casa Real de Castilla. Aunque ha sufrido muchas modificaciones, conserva la estructura del patio y la escalera. Tanto en su exterior como en el interior pueden verse como decoración varios escudos heráldicos. A finales del siglo XIX, su propietario, el Marqués de Benavites, miembro de la Real Academia de la Historia, reformó el palacio y mandó levantar el torreón para instalar en él su gran biblioteca personal.

Respecto al menú degustación, la verdad es que estaba regular: de los entrantes, típicos solo eran las patatas revolconas con torreznos crujientes. Las alubias no estaban mal, pero creo que no eran judiones de El Barco: la receta era de judías blancas de Indias con bacalao. Respecto a las carnes, el lomo de ternera estaba algo duro y sabor fuerte. Menos mal que pedimos el chuletón de avileña negra ibérica a la brasa de carbón: eso sí estaba excelente de sabor, textura, calidad y asado. El postre no era típico (aunque estaba bueno, eso sí): natillas del convento con helado de hierbaluisa. El vino, delicioso. Quizá algunos retoques como hacer más típico el menú o incluir postres como las yemas de Santa Teresa o los hojaldres de San Juan de la Cruz lo harían mucho más atractivo.

La impresionante catedral de Ávila

Una vez saciados, continuamos la visita por la catedral, que es también una fortaleza. De hecho, parte de sus paredes la forman las murallas de la ciudad. Se empezó a construir en estilo románico, siguiendo el diseño de un arquitecto francés, usando una preciosa piedra alejandrina de una cantera cercana, de colores blanco y rojo. Toda la parte del altar y el deambulatorio tienen, por tanto, unos preciosos toques rojos y blancos que hacen que esta parte de la catedral sea realmente bonita.

El resto de la catedral se acabó en estilo gótico temprano, con la piedra caliza gris tan característica en toda la ciudad, abriendo grandes ventanales que hacen de la catedral un gran espacio luminoso incluso en días nublados. Dentro de la catedral también encontramos numerosos elementos renacentistas, como relieves y estatuas de mármol de gran calidad y realismo. Destaca la tumba del obispo "Tostado", con unos ropajes que parecen reales.

La catedral cuenta con unas salas de exposiciones con varias reliquias y obras de arte, incluyendo una enorme custodia de plata que se saca en procesión durante el Corpus Christi. También se puede visitar el claustro, donde todas las miradas se dirigen a la tumba del ex presidente Adolfo Suárez, que vivió gran parte de su vida en Ávila. Este hombre, que presidió el gobierno de España durante la transición de la dictadura a la democracia, dirigió el desmontaje de una dictadura y su transformación en una democracia, de la ley a la ley, legalizando el Partido Comunista o el divorcio y haciendo frente al fallido golpe de Estado de 1981. "La concordia fue posible", reza su lápida como epitafio. Suárez se encuentra enterrado junto a su mujer. 

Aquí acabamos esta corta pero interesante visita a la ciudad amurallada. Además de su casco histórico, también fueron declaradas patrimonio de la humanidad las iglesias extramuros de Ávila, que solo pude ver brevemente desde fuera. Prometo volver para visitarlas y de paso, comerme unas buenas yemas de Santa Teresa.

divendres, 14 de gener del 2022

Tarragona y alrededores

Tarragona

La ciudad de Tarragona suele pasar desapercibida en el turismo de la península Ibérica. Y sin embargo, cuenta con una excelente gastronomía, playas agradables, y sobre todo, un conjunto arqueológico declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Además, los alrededores de la ciudad ofrecen paisajes únicos, monumentos de gran belleza e importancia histórica, una gastronomía de diez e incluso uno de los complejos de ocio más grandes de Europa.

Tarraco, la actual Tarragona, fue una ciudad administrativa y mercantil de gran importancia en la Hispania romana y centro del culto imperial para todas las provincias de la Península Ibérica. Fue dotada con soberbios edificios, parte de los cuales han sido descubiertos gracias a una serie de excavaciones excepcionales. Pese a que la mayor parte de los vestigios visibles sean fragmentarios y se hallen preservados bajo construcciones más recientes, ofrecen una imagen impresionante de la grandeza de esta capital provincial romana.

Como los restos son difíciles de apreciar si un buen guía, os recomiendo al menos hacer un tour de un par de horas por la Tarraco romana para entender mejor como fue la ciudad, la importancia que tuvo, y como eran los edificios, que ahora son ruinas, en su época de esplendor. También existe una aplicación gratuita en la web de turismo de Tarragona que os permitirá ver, a través de vuestros móviles, las calles tal y como son ahora, y tal y como fueron en época romana.

Nosotros empezamos la visita guiada en el bello Portal de Sant Antoni, una puerta de entrada barroca en una muralla que tiene partes romanas y medievales también. Me recordó mucho a las ciudades italianas. De ahí pasamos a las callejuelas del centro histórico donde recorrimos la calle de Santa Tecla hasta el bello hospital gótico homónimo, y llegamos hasta la catedral, situada en el antiguo templo a Augusto. Aún se ven restos de dicha época. Luego seguimos por varias calles hasta la plaza del Forum y visitamos la antigua judería, donde se han descubierto restos de casas y de una antigua sinagoga. En la calle de la Merceria vimos una de las tiendas en operación más antiguas de Europa, Casa Corderet, que sigue vendiendo velas desde 1751. De hecho, en su almacén se escondieron decenas de tarraconenses para evitar ser asesinados por las tropas de Napoleón. Y también acogió de nuevo a cientos de personas escondidas durante la Guerra Civil española.

Los restos romanos se observan por doquier: arcos, tumbas usadas como piedras para construir casas, pedestales... pero los más impresionantes son la torre del Pretor, el circo y el anfiteatro. De hecho, un buen guía os enseñará los restos del antiguo circo donde se hacían las carreras de carros y podréis haceros una idea en la cabeza de su gran tamaño, tras ver parte de las gradas y de la arena que se han recuperado tras derrumbar edificios. La mayoría de estas gradas siguen ocultas en casas antiguas, aunque algunas se pueden admirar, como las de la nueva oficina de CaixaBank en la plaza de la Font. En el edificio de la antigua audiencia, en la plaza del Pallol, también podréis ver una preciosa maqueta de la Tarraco romana muy bien hecha.

Asomaos también al "Balcó de la Mediterrània", un bello paseo alto desde donde admirar el mar y la arenosa playa del Miracle. Desde allí también disfrutaréis de unas vistas de las ruinas del anfiteatro romano de Tarraco, muestra de la grandeza que alcanzó la ciudad. En ese anfiteatro también veréis los restos de una iglesia de planta de cruz latina construida por los visigodos en mitad del anfiteatro, en memoria de los cristianos allí martirizados.

Para comer, Tarragona ofrece una gastronomía de primera. Nosotros optamos por el restaurante Sadoll, situado en un bajo de decoración modernista. La atención  fue rápida y muy amable, y la comida de diez. Tienen un menú del día inolvidable. De entrantes pedimos una jugosa coca de espinacas y feta, las croquetas de pollo y setas, y el foie-gras caramelizado con compota de higos. De principales el ravioli XL de butifarra y alubias con tomate natural y allioli, así como la terrina de meloso de ternera con salsa de ratafía (un licor tradicional catalán) y cerezas. Y de postre, tanto la tarta de queso casera como la torrija con helado están espectaculares. Todo con ingredientes de primera y casero. No os defraudará.

Por cierto, nosotros nos quedamos en el hotel Astari, en plena vía Augusta, un moderno edificio en un barrio residencial de chalets y edificios bajos, tranquilo y limpio. Sus habitaciones son cómodas y agradables, con vistas al mar, y su personal muy amable y rápido en atender nuestras necesidades. Dormimos de categoría.

El Real Monasterio de Poblet

Además de los restos de la antigua Tarraco, los alrededores de la ciudad nos brindan un segundo lugar patrimonio de la humanidad: Poblet. En este sitio se encuentra una de las abadías cistercienses más grandes y completas del mundo. Edificado en torno a la iglesia levantada en el siglo XIII, el monasterio, impresionante por la severa majestuosidad de su arquitectura, cuenta con una mansión real fortificada y alberga el panteón de los reyes de la Corona de Aragón. Fue el Rey En Pere el Cerimoniós quien decidió que Poblet albergara dicho panteón real. Y por eso ordenó rodear al monasterio de murallas y construir a su entrada dos torres góticas fortificadas imponentes.

Al estar aún hoy en uso por monjes, el monasterio se mantiene muy bien. Algunas partes privadas no se pueden visitar, pero las más interesantes desde el punto de vista histórico suelen estar abiertas al público. Descargaos la aplicación gratuita del monasterio para hacer la interesante audio guía, que os lo explicará, estancia a estancia, su significado, usos y simbolismos. 

Básicamente el monasterio se divide en cuatro grandes alas que giran alrededor de un bellísimo claustro, en cuyo centro crecen hierbas aromáticas y medicinales. Cada lado del claustro se dedica a una parte del desarrollo humano según la regla de San Benito: la corporal, anímica, la espiritual y la social.

El ala corporal cuenta con la cocina (solo se puede visitar la histórica, ya que la que usan actualmente los monjes está fuera del recorrido) y el refectorio (ese sí de uso aún hoy) donde los monjes comen mientras uno hace la lectura de la Biblia. Lo interesante es que todos los monjes se turnan para cocinar, servir y limpiar en turnos de semanas. Los monjes de esta orden, siguiendo sus reglas centenarias, comen una vez durante el invierno y dos veces en verano.

El ala anímica contiene la biblioteca y la sala capitular, lugar en el que se reúnen los monjes para debatir citas bibliográficas o lecturas, enterrar muertos, ordenar a los nuevos monjes y sobre todo, elegir a los nuevos abades por votación democrática. En el piso superior está el antiguo dormitorio comunal, bella estancia donde se repiten los arcos, con una preciosa simetría que simboliza el camino que acaba en la luz. 

El ala espiritual está completamente ocupada por la iglesia del monasterio, que se comenzó como románica, se amplió con elementos góticos, y finalmente se le añadió el precioso altar renacentista de alabastro, así como una sacristía barroca e incluso, recientemente, elementos contemporáneos como el altar. que representa de forma conceptual a la Sagrada Trinidad. De la iglesia destacan tanto el mausoleo del las tumbas, al que se trasladaron los cuerpos de los reyes anteriores al Ceremonioso, y donde fue enterrado este así como sus sucesores. Para valencianos y baleares es especialmente emotiva la tumba de Rey En Jaume I "El Conqueridor", fundador de los reinos de Mallorca y Valencia.

Finalmente, el ala social, además de contar con un hospital para menesterosos o una hostelería, también alberga un Palacio Real construido por orden del Rey En Martí L’Humà, último rey de la Casa de Barcelona, nieto de Pere el Cerimoniós. Ahora alberga el museo del monasterio.

En definitiva, Poblet es una joya para todo apasionado de la arquitectura o la historia. Y por supuesto, para aragoneses, catalanes, valencianos, baleares o napolitanos que quieran entender mejor nuestro pasado. 

Una calçotada en Valls

A menos de veinte minutos de Poblet, en mitad del camino entre el monasterio y Tarragona, se pueden visitar un montón de sitios estupendos. Por ejemplo, si vais de noviembre a marzo, estaréis en plena temporada de calçots, las famosas cebollas dulces alargadas catalanas. Y además, estaréis muy cerca de Valls, lugar donde se descubrió la deliciosa formar de prepararlas a la brasa. Por tanto, nada mejor que disfrutar de una buena calçotada en su lugar de nacimiento.

Los calçots se asan con llama viva de sarmientos, y cuando están bien hechos se envuelven en papel de periódico hasta su consumo, para el que se presentan servidos en una teja, junto a una salsera que contiene la Salvitxada, la salsa donde untar los calçots, que también se llama popularmente salsa romesco. Esta salsa se hace a base de almendras, tomates, pimentón de la vera y ajos, entre otros ingredientes. Una calçotada también incluye carne a la brasa: la típica butifarra catalana y costillas de cordero. De postre se come una naranja, pero últimamente se ha introducido también la crema catalana.

Nosotros optamos por Cal Ganxo, una masía bellísima donde solo se sirven calçotades. Y eso se nota. Empezamos con los calçots preparados a la brasa acompañados de la salsa casera. El proceso de comer calçots es muy pringoso, sobre todo por que al pelarlos se os quedarán restos del quemado. Por eso os darán un baberito, así que comed tranquilos. Luego siguen con una selección de chuletas de cordero y butifarra catalana a la brasa, acompañadas de un plato de alubias tradicionales con alcachofas y morcillas catalanas. Todo regado con vino tinto de la comarca servido en un porrón de cristal. Luego llega la botella de cava brut nature para el poste: dulce naranja pelada y unos buenos platos de crema catalana casera acompañada de una carimanyola. Y cafés.  Todo en una preciosa masía iluminada por velas y un personal muy rápido y amable. 

Delta del Ebro

Como valenciano, tenía mucha curiosidad por visitar el Parque Natural del Delta del Ebro, espacio protegido situado en la desembocadura del río Ebro, el más caudaloso de la península. Es de hecho este río el principal responsable de este entorno, aportando los materiales arrancados de su cabecera para depositarlos aquí, en la conjunción con el Mediterráneo. Los sedimentos son por lo tanto, materiales provenientes de los Pirineos, el sistema Ibérico y la cordillera Cantábrica, lugares de donde nace el río. La cantidad de materiales sedimentados han creado una superficie de más de 320 km², en la que se han formado numerosos hábitats, con un delta en forma de flecha que penetra cerca de 22 km en el mar, creando así el tercer mayor delta del Mediterráneo tras el delta del Nilo y el del Ródano.

Su importancia creció a finales de siglo XIX cuando se planeó una repoblación del mismo con cultivadores de arroz provenientes de l´Horta Sud valenciana, expertos en estas tareas. De hecho, estos dejaron improntas clave, tanto en la arquitectura de la zona (aún se ven algunas barracas valencianas), como en el uso común del "lo" en el hablar. Asimismo, los repobladores de Algemesí también fueron los que introdujeron la costumbre de la "muixeranga", también conocida como de los "castellers", ahora una de las grandes tradiciones catalanas.

Empezamos visitando el cuco Poble Nou del Delta, con sus casas blancas y sus palmeras situado en mitad de campos de arroz. Y nos tomamos unas tapas en "Lo Pati dels Flamencs", un restaurante que prepara unas "coquines" a la brasa deliciosas (un molusco que en castellano se conoce como "pipas de mar") así como croquetas de pollo caseras.

Seguimos la visita en el cercano mirador del Pont del Través, que cuenta con dos torres de observación de madera desde las que ver a las diferentes aves que viven en este ecosistema único de cañaverales y arrozales. Los más curiosos son los flamencos, preciosos. Y finalizamos en la playa del Arenal. Hay muchas más playas pero estábamos en enero por lo que tampoco valía la pena. Tocará volver en meses más cálidos para disfrutar de este entorno único que nos recordó mucho a la Albufera valenciana.

Port Aventura World

Nuestra última parada estaba a quince minutos en coche de Tarragona: uno de los complejos de ocio más grande de Europa, Port Aventura World. Originalmente un solo parque temático, ahora cuenta con tres (uno de ellos acuático) y siete hoteles, además de un beach club, un centro de convenciones y un campo de golf. Además, se está construyendo un nuevo complejo de hoteles, restaurantes, casinos y tiendas de la marca Hard Rock Café. 

Port Aventura fue el primer parque temático de España. Y su atracción icónica era el Dragon Khan, que además fue la primera montaña rusa en el mundo con 8 loopings en 1995. Su precioso diseño  recuerda al de un dragón chino danzando por el cielo. Hasta 2012 dominaba el skyline del parque. Mediterrània, Polinesia, China, México y el Salvaje Oeste son las cinco zonas temáticas que componen el parque.

Nuevas atracciones se fueron sumando para animar a los visitantes a volver, así como un segundo parque temático, ambientado en el Caribe y 100% acuático. Finalmente, en 2012 se inauguró la nueva gran atracción del complejo: Shambhala, la montaña rusa más alta y rápida de Europa. Situada al lado del Dragon Khan, empequeñece a esta ya de por si gran montaña rusa. Y añade una zona a China ambientada en el Tíbet, con las implicaciones políticas que ello conlleva.  

Finalmente, en 2017 abrió el tercer parque del complejo: Ferrari Land, siendo el segundo parque temático de la firma, tras el que abrieron en Abu Dhabi. Este parque, ambientado en el norte de Italia, cuenta con la nueva atracción estrella del complejo: Red Force, ahora la montaña rusa más alta y más rápida de Europa. La atracción empieza con una aceleración de 0 a 180 kilómetros por hora en pocos segundos para lanzarte hacia una empinada vía que te llevará hasta los 112 metros de altura. Según el viento que sople ese día, podrás remontar la vía y disfrutar de la mayor caída en picado del continente en montaña rusa o caer hacia atrás de nuevo. La sensación es impresionante. De hecho, si escogéis ir en primera fila, os darán unas gafas de seguridad para protegeros los ojos de la enorme fuerza del viento al acelerar.

Los parques cuentan con decenas de atracciones para toda la familia y con tiendas y restaurantes, por cierto, siendo la gastronomía de estos últimos algo mejorable en mi opinión. Aunque también es verdad que la mayoría de visitantes no van precisamente a buscar gastronomía, no estaría de más tematizar mejor las comidas de cada zona y no ofrecer casi lo mismo en las cinco áreas temáticas.

La oferta hotelera del complejo tampoco está mal. Nosotros nos quedamos en el hotel Port Aventura, tematizado como una villa mediterránea. El hotel es perfecto si queréis pasar unos días en PortAventura World. Tiene acceso directo tanto a Port Aventura Park como a Ferrari Land. Sus habitaciones son amplias y cómodas, aunque a nosotros nos pusieron en una del extremo del hotel que obligaba a recorrer largos pasillos hasta llegar a ella.

En verano debe ser aún mejor por la gran piscina que tiene. El desayuno es variado y bueno pero dan poquísimo tiempo, a penas 40 minutos. Y tampoco nos dejaron escoger franja horaria, se nos impuso ir de 8 a 8:40 de la mañana. Obligar a madrugar en vacaciones en un hotel dedicado al ocio es un gran error. Finalmente, para la cena, había poca variedad: el buffet del hotel y un restaurante de comida italiana de gama media. El resto de restaurantes de los parques estaban cerrados. De nuevo, una de las asignaturas pendientes del complejo es diversificar y mejorar su oferta gastronómica. Quizá con la entrada de la nueva zona temática de Hard Rock Café esto cambie.

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En definitiva, Tarragona como ciudad, y sus alrededores, bien merece una visita de varios días. Con sus parajes naturales únicos, su excelente gastronomía, sus restos arqueológicos y patrimonio medieval, y con su oferta de ocio, no decepcionará a nadie. Yo lo tengo clarísimo: volveré para seguir descubriendo la zona. 

dissabte, 1 de gener del 2022

2021: otro año sedentario en el que (casi) no salí de Europa

 Si 2020 fue sedentario, 2021 lo ha sido aún más. La vuelta de las restricciones a muchos países del mundo y las obligaciones laborales restringieron mis viajes y casi me dejan sin salir de Europa por primera vez en muchos años. 

2021 empezó en una Bruselas confinada, donde solo se podía salir a la calle unas horas y con una ciudad a medio gas. Pero nuestra cena en casa entre amigos fue divertida y además me dio tiempo a callejear por barrios de la capital europea que no conocía, como las plaza de Flagey o el estanque de Ixelles. También pude visitar el Museo de Europa, muy interesante. Y volví a Brujas, cinco años después de mi inolvidable año en mi querido Colegio de Europa. 

Tras pasar Reyes en Valencia, tuve que esperar un par de días a que despejaran las vías puesto que el temporal Filomena dejó una nevada histórica que hizo que recorrer mi calle con maletas me llevara más de media hora (los coches no podían pasar por la gigantesca capa de nieve.

Aproveché para conocer mejor Madrid y su región, como las escapada que hice a Chinchón o a Aranjuez. También pude volver un día a la bella Peníscola y pasar otros tantos en la Canarias, descubriendo la soleada costa sur de Tenerife y la tranquila isla de La Gomera, con el impresionante parque nacional del Garajonay. 

Fui por primera vez a Mallorca, la última isla balear que aún no conocía: y qué descubrimiento. Es una isla tan bonita, con una gastronomía tan espectacular, unas playas tan inolvidables y unos paisajes y pueblos tan chulos que estoy seguro que acabaré volviendo muy pronto.

También volví otros tantos días a mi amada Costa Brava, otro lugar impresionante, de nuevo al Baix Empordà, pero esta vez a Begur y sus playas, así como los adorables Pals o Peratallada. Calas turquesas con fuerte olor a pino, gastronomía de nivel y pueblecitos de cuento. No falla. También pude pasar un día por el bello casco histórico de Girona, otro descubrimiento.

Y por fin, tras siete meses sin salir de España, algo rarísimo en mi, hice una escapada al norte de Portugal, para descubrir las agradables ciudades de Porto y Guimarães. ¡Qué fresco hacía en pleno julio!

Y tras los días de rigor en La Canyada, volví a Ibiza, isla a la que siempre volver, y donde descubrí nuevas playas en el norte así como el impresionante mirador de Es Vedrà, algo que no entiendo aún como no conocía de pasadas visitas.

Septiembre empezaba en Valladolid, por una boda, donde aproveché para hacer una visita guiada a esta capital con tan mala fama turística pero tantos tesoros que ofrece al que se digne a dedicarle tiempo. Y al fin de semana siguiente, otro boda me hizo descubrir Asturias, una de las pocas comunidades en las que aún no había estado. Concretamente fui a Gijón, su capital económica, ciudad obrera de gentes sinceras y comida deliciosa.

Poco después añadía un nuevo país a mi lista: el principado de Mónaco, bonito pero mucho menos que otras localidades de la Costa Azul que me gustan muchísimo más, empezando por Saint-Tropez. Aún así, Mónaco es curioso de visitar, ya sea por la estrambótica zona del casino, por su glamurosa vida nocturna o por su interesante acuario. También hice una escapada un par de días a las vecinas Eze y Niza, con mucho más encanto que la artificial y cara Montecarlo. 

Noviembre me sorprendió con inesperados viajes a tres lugares nuevos: Sevilla, Granada y la isla de La Palma. Sevilla me impactó: es una ciudad bellísima, llena de vida, llena de luz y color. Granada superó mis expectativas: que belleza el Albaicín y que tesoro es la Alhambra. Y finalmente, La Palma no la pude descubrir como se merece debido a que estuve varios días de trabajo. Aún así, pude ver en directo la erupción de Cumbre Vieja, y visitar algunas de las principales zonas cubiertas de cenizas, que impresionan muchísimo. 

Diciembre me trajo el único viaje fuera de mi querido continente: volvía a África después de varios años, y lo hacía a la isla tanzana más famosa: Zanzíbar. La isla de las especias fue una pausa necesaria de sol y tranquilidad en unos meses muy estresantes en el trabajo. Volver al océano Índico tantos años después también fue muy bonito. Y disfrutar de esos cielos que solo África ofrece, también.

El año acaba y empieza en Valencia, con planes truncados por el COVID, pero contento y agradecido con mi vida, y con muchos planes para 2022. No sé cuantos se podrán hacer, pero al menos por ahí rondan: Benidorm, Irán, Turín, California, Canadá son algunos nominados. Volver a París es casi seguro (imperdonable no haber visitado mi ciudad favorita en 2020) y también quiero descubrir las dos únicas comunidades en las que no he estado nunca: Extremadura y Cantabria. Tampoco descarto algunos días en Chipre o Túnez, para seguir descubriendo mi mar Mediterráneo. En cualquier caso, dejaré que la vida me vaya sorprendiendo y surjan nuevos destinos inesperados. De momento, me voy a descubrir la Catalunya Sud, visitando las tumbas de los reyes de la Corona de Aragón en Poblet, comerme una calçotada en Valls, ver el Ebro desembocar en el Mare Nostrum o descubrir la Tarraco imperial. De lo que podéis estar seguro es que os lo contaré todo por aquí, como siempre.

dimecres, 29 de desembre del 2021

Zanzíbar

La isla de las especias

Zanzíbar es un destino que ha ido creciendo en popularidad entre europeos y árabes, especialmente para parejas en luna de miel que acaban allí su periplo de safaris por Tanzania. La isla ofrece todo lo que un viajero poco aventurero puede pedir: playas paradisíacas, temperaturas agradables todo el año, excursiones curiosas, una fauna submarina espectacular, gente maravillosa, un alto grado de seguridad y una ciudad patrimonio de la humanidad.

Personalmente, y desde hace años, me había fascinado esta isla del océano Índico. Concretamente desde que leí el capítulo que Kapuscinski dedica a la misma en su maravilloso libro "Ébano". Y es que la historia de la isla es fascinante: ocupada por portugueses, indios e ingleses, finalmente fue tomada por los omaníes. Estos, protegidos por la Marina británica, trasladaron la capital del Sultanato de Omán desde Muscat a la propia Zanzíbar, creando la curiosa capital, Stone Town. Finalmente, en los años sesenta del siglo XX, una revolución expulsaba a los omaníes de Zanzíbar y la isla se unía a Tanganyika, creando la República Unida de Tanzania, que existe hasta el día de hoy. 

Nosotros llegamos con Qatar Airways, la opción más económica y cómoda desde Madrid. Primera cosa que nos llamó la atención: antes de aterrizar las azafatas nos informaron que debíamos dejar cualquier bolsa de plástico de un solo uso en el avión puesto que en Tanzania están prohibidas y se multa a quien las tenga. La peste del plástico ha azotado especialmente a África y muchos de sus países se están poniendo las pilas para erradicarla.

La costa noreste

Para poder disfrutar al máximo de la isla, optamos por dividir nuestra estancia en dos lugares. Los primeros días los pasamos en Matemwe, una de las zonas menos desarrolladas de la isla. Esto se debe a que tiene pocas playas y estas desaparecen con la marea del Índico durante muchas horas del día. 

Específicamente nos quedamos en el hotel Sunshine Marine Lodge, un precioso complejo de cabañas de madera diseñado para crear el mínimo impacto sobre la isla. Sus habitaciones están todas orientadas al océano, por lo que no cuentan con aire acondicionado (ni falta que hace) ya que la agradable brisa refresca el ambiente constantemente. Por otro lado, no usan botellas de plástico de un solo uso: en la habitación rellenan las botellas de cristal de agua que viene de grandes bidones de agua mineral rellenables, Y en el restaurante solo usan botellas de cristal que luego devuelven a las embotelladoras. También minimiza el uso de plásticos en el baño proponiendo pastillas de jabón orgánico hechas allí.

Más allá de su apuesta por la sostenibilidad, el Sunshine Marine Lodge cuenta con otras grandes ventajas: en primer lugar, tiene una piscina infinita maravillosa desde la que disfrutar de las vistas de la isla de Mnemba. Además, cuenta con un club de submarinismo con todos los equipamientos necesarios, incluida una profunda piscina de ensayo. Y para los que no buceamos, ofrece excursiones de snorkel al arrecife de enfrente, desde el que ver fauna y flora marina tropical del Índico, una gozada. Finalmente, tiene un restaurante maravilloso, con platos internacionales y swahilis, que cambian cada día, y ofrecen pescado y marisco fresquísimos, así como uso abundante de verduras tanto hervidas, como a la parrilla o preparadas en deliciosas sopas caseras.

También cuenta con bicicletas que se pueden tomar prestadas de forma gratuita para ir al hotel hermano, que cuenta con una bellísima playa privada donde bañarse y broncearse. En el camino nos encontramos con rebaños de cabras y vacas locales (con una joroba) muy curiosas.

La isla y arrecife de Mnemba

Desde el Sunshine Marine Lodge ofrecen excursiones de mañana para disfrutar del arrecife. Saldréis temprano en una furgoneta hacia una playa cercana para embarcar en una lancha que os llevará hasta un bote más grande con el que daréis vueltas a la isla. En ese periplo, iréis parando en algunos puntos destacados donde el snorkel es maravilloso: veréis peces de miles de colores, corales preciosos, anémonas, estrellas y erizos de mar y cor suerte, hasta caballitos de mar, así como alguna morena.

La isla de Mnemba es un complejo hotelero privado por lo que está estrictamente prohibido pisar su playa. Por cierto, recordad NO pisar ni tocar los corales (son muy sensibles). Si queréis descansar durante el snorkel, podéis poneros de pie en las decenas de zonas con fondo de arena. Tampoco se puede tocar ningún animal (siempre hay graciosos sacando estrellas de mar del agua para hacerse una foto). Se trata de disfrutar de la naturaleza sin cargársela, y los corales están retrocediendo a gran velocidad en todo el mundo debido a la acidificación de mares y océanos por los elevados niveles de CO2 a los que estamos sometiendo a nuestro planeta. 

Nosotros tuvimos la gran suerte de ver delfines de muy de cerca. Nuestro guía los vio, nos acercó, paró el motor, nos lanzamos al agua y vinieron a saludarnos acercándose muchísimo. Sin embargo, otro barco vino con su motor y los asustó a los pocos minutos, haciendo que se marcharan rápidamente. Fue una experiencia muy potente, me recordó mucho al encuentro con los manatís que disfruté en Crystal River cuando vivía en Florida.

Especias y su cocina

Zanzíbar se conoce como la isla de las especias y no por casualidad. Los primeros que trajeron especias allí fueron los comerciantes del subcontinente indio, pero fueron los omaníes los que convirtieron a la isla en uno de los grandes centros productores de especias del mundo, con enormes cultivos en los que usaban esclavos de todo el este de África. Actualmente, la herencia de las especias se puede ver no solo en la sabrosa cocina local, sino también en las granjas que fueron expropiadas a sus dueños árabes tras la independencia y que gestiona el gobierno en su mayoría, aunque cedió otras al cultivo por cooperativas de comunidades locales.

Contratamos un tour por una de ellas a través del hotel, una actividad que os recomiendo mucho. En la granja vimos un montón de plantas, empezando por los impresionantes arboles de ceiba y su kapok, una fibra algodonosa, abundante y sedosa que aparece alrededor de sus semillas en las altas ramas. Por supuesto vimos las plantas de donde salen especias como el cardamomo, la canela, el jengibre, el clavo o una curiosa planta cuyos frutos se abren y sus semillas se chafan para lograr pintalabios, y por supuesto, vainas de vainilla.

La mayoría de estas granjas están fuertemente orientadas al turismo por lo que es difícil evitar cosas como que alguien te hilvane coronas o collares con la fibra de las palmeras, o que se suban a estas (de forma muy hábil por cierto) para bajarte un coco. Dadles pequeñas propinas porque tampoco son pesados ni groseros. Al final de los tours también os llevarán a puestos donde poder comprar paquetitos de las especias que producen en dicha granja, y que son los mismos que se encuentran en cualquier tienda del país, empezando por las del zoco de Stone Town. Hay que regatear porque los precios iniciales son bastante elevados. Pero encontrareis cosas curiosas como café de banano o el de cardamomo.

Optamos por acabar el día en la granja cocinando con una familia (solo mujeres cocinan, los hombres de la casa solo miraban), donde podréis degustar platos típicos de la isla, que en realidad son una mezcla de cocinas africanas, árabes e indias. A nosotros se nos alargó más de cuatro horas la experiencia de cocina y comida, por lo que os recomiendo que expliquéis al guía que determinados pasos, como pelar ajos, cebollas y patatas, no hace falta hacerlos ya que son cosas que también sabemos hacer en Europa y que alargan demasiado la experiencia. Aún así, fue curioso preparar un festín desde cero con ellas, utilizando rudimentarias cocinas portátiles de carbón, y preparándolo todo en el suelo. Lo que más me llamó la atención son los bancos de madera con una pieza metálica incorporada que permite rallar el interior coco para obtener su "carne" y luego estrujarla con las manos para sacarle la leche que se utiliza en varios platos.

El resultado fue un pilau como plato principal (un arroz especiado delicioso que tiene sus orígenes en la antigua Persia), un delicioso atún a la brasa, un guiso de espinacas al coco, chapati (un pan plano originario de la India) y de postre plátanos macho hervidos en una salsa de leche de coco y canela. Todo regado con Stoney Tangawizi, un potente refresco burbujeante a base de jengibre que nos encantó.

La costa noroeste

Tras disfrutar del noreste, nos fuimos a ver las grandes playas del noroeste. Personalmente, esta parte de Zanzíbar me gustó algo menos: primero porque está mucho más poblada, y las playas están a reventar de gente, tanto locales como turistas. Aquí abundan las grupos de amigos rusos o italianos, las parejitas de luna de miel europeas y árabes, así como familias o grupos de amigos de residentes en la isla, por lo que es muy difícil relajarse. Os atosigaran vendedores con frecuencia turnándose con niños corriendo de acá para allá o algunos grupos de turistas borrachos. Además, la mayoría de hoteles son enormes resorts de dudoso gusto y son pocas las piscinas realmente bonitas. 

Nosotros nos alojamos en el Kendwa Beach Resort y nos gustó bastante menos que el primer hotel, por varias razones: primero, porque las habitaciones eran construcciones de cemento no adaptadas al clima de la isla que requerían tener el aire acondicionado enchufado (si lo apagabas te morías de calor). Además, la comida es peor en general, nada especial, muy internacional (aunque siempre incluían alguna especialidad swahili cada día). La piscina, sin ninguna vista, era bastante fea, rodeada de césped artificial.

Lo único más o menos interesante de esta parte es que andando se llega rápido a Nungwi, un curioso pueblo costero local donde poder ver el día a día de los habitantes de la isla, incluyendo a los constructores de dhows (los barcos locales) en plena faena en la playa; así como a los pescadores a su llegada a los pequeños mercados de pescado y marisco. Además, las puestas de sol en la playa son inolvidables.

La ciudad de piedra

Finalmente, el último día lo dedicados a descubrir la capital de la isla: Stone Town. La ciudad de piedra de Zanzíbar es un magnífico ejemplo de las ciudades comerciales swahilis del litoral del África Oriental. Stone Town ha conservado su tejido y paisaje urbanos prácticamente intactos, así como muchos edificios soberbios que ponen de manifiesto la peculiar cultura de la región, en la que se han fundido y homogeneizado a lo largo de más de un milenio elementos muy diversos de las civilizaciones de África, Arabia, la India y Europa. Antigua capital de Omán, ahora son muy pocos los residentes de origen árabe que quedan en la ciudad, pero aún se puede ver en algunas de sus calles, sobre todo las que mantienen comercios especializados, como sastres, joyeros o fotocopistas.  

Stone Town permite un recorrido arquitectónico de la historia de la isla, empezando por el fuerte portugués del centro, construido para proteger sus rutas hacia la India. Paseando por las callejuelas os encontraréis con elegantes mansiones (ahora muchas en decadencia, puesto que fueron ocupadas tras la revolución de los años 60) pero que aún conservan las magníficas y elegantes puertas importadas de la India, de madera tallada y con pinchos metálicos usados en su país de origen para alejar a potenciales elefantes curiosos. Estas puertas las trajeron en su mayoría comerciantes indios que acabaron instalándose en la ciudad. En pequeño templo hinduista que permanece atestigua la presencia de esta minoría. Precisamente, de una familia de una minoría de esta minoría india nació Freddie Mercury, en una de estas casas de Stone Town (ahora muy visitada), con el nombre de Farrokh Bulsara, de una familia Parsi (una minoría india que practica la religión zoroástrica).  

Finalmente, admirad las antiguas mansiones del Sultán omaní, su corte y los comerciantes que se instalaron en los alrededores. Sus preciosos balcones de madera y sus ornamentadas ventanas os trasladarán a cualquier ciudad del mundo árabe. Aún se mantienen restos de antiguos hammams, animados bazares y mezquitas operativas. El gran bazar es curioso por sus secciones: en la de pescado veréis cualquier animal que se pueda pescar en el océano índico, incluyendo pequeños tiburones. La de carne es un poco más desagradable, sobre todo las habitaciones llenas de gallinas enjauladas y hacinadas. La zona de las especias es más agradable, así como las coloridas fruterías. Allí mujeres atareadas hacen la compra de comida mientras corretean niños que se mezclan con los repartidores a la vez que señores mayores juegan al bao, un juego tradicional del pueblo swahili, jugado en tableros de madera tallada con agujeros y bolitas.

Si podéis quedaros al atardecer, me cuentan que en el parque Forodhani se instalan puestos de comida durante las horas nocturnas donde probar alguna de las mejores especialidades de comida callejera del mundo. Nosotros teníamos un vuelo que tomar así que, siguiendo el consejo de locales, fuimos a un sencillo restaurante frente a una de las mezquitas, en un recogido callejón, donde probamos especialidades locales como curris vegetales, guisos de carne de cabrito, sopas de alubias o calabaza estofada con cardamomo.

Finalmente, de camino al aeropuerto pudimos ver la nuevas barriadas construidas tras la independencia, donde se refleja el brutalismo arquitectónico de ese socialismo africanista, apoyado por China, con grandes bloques de viviendas de cemento. Ahora, la influencia China sigue siendo potente, y se observa en el sofisticado sistema de cámaras de videovigilancia que controlan cualquier callejón de Stone Town, donación del gobierno chino para atajar la delincuencia. 

Me quedaron muchas cosas por ver: desde las playas del sur, como Page, donde practicar deportes, hasta el restaurante The Rock, en una islita, o la reserva de monos endémicos. Por supuesto, también quiero volver a la parte continental de Tanzania para hacer algún safari y descubrir sus maravillas naturales.